Armani: de villano a salvador de River Plate

X. Serrano

A menudo, las grandes citas deportivas se deciden por pequeños detalles. Acciones fugaces que transcurren en milésimas de segundo y definen la azarosa línea que separa el fracaso de la gloria. Es menos habitual que un mismo protagonista condene a su equipo para después salvarlo. Todo en menos de 90 minutos. Así lo hizo Franco Armani.

El arquero de River Plate llegaba tocado a la gran final debido a unas molestias en la rodilla que le obligaron a infiltrarse a menos de 24 horas de la cita. Pero Armani es una pieza clave en el once de Gallardo, un emblema franjirrojo que no podía perderse la cita. 

Pero la final no empezó de la manera deseada para el internacional argentino. Tras 33 minutos de juego, River Plate parecía el equipo mejor plantado sobre el verde de La Bombonera, cuando una acción desafortunada del arquero propició el 1-0 de Boca Juniors. Armani no logró atajar un sencillo disparo raso de Ábila dirigido a su palo corto. 

Como mandan los cánones, el rechace fue desviado hacia el costado, pero el cuero quedó vivo en el interior del área, ideal para que el delantero xeneize descosiera el balón con un zapatazo pegado a la madera. De nuevo incapaz de tapar su propio poste, Armani dio un paso en falso  y alcanzó a desviar el cuero, pero no evitó el gol.

El batacazo era mayúsculo, pero el guardameta logró sobreponerse a su error y se mostró seguro durante el resto del partido. Fiable en el juego aéreo, no pudo hacer nada en el 2-1 de Benedetto, y apareció en el minuto 88 para protagonizar la parada de la noche, quien sabe si de la final.

Boca armó un rápido contraataque y Tévez asistió a Benedetto, completamente solo en el punto de penalti. En una acción felina, el guardameta se lanzó a las botas del atacante, achicando el espacio de golpeo y rechazando el remate con el cuerpo. Una parada que puede valer una Copa Libertadores.