Los cimientos gallegos del Benito Villamarín

El estadio Benito Villamarín acogerá la final de la Copa del Rey

El estadio Benito Villamarín acogerá la final de la Copa del Rey / Betis

Javier Giraldo

Javier Giraldo

Todo fue fruto de una casualidad, cuentan en Sevilla. Como tantos otros gallegos, Benito Villamarín Prieto (Puga, Ourense, 1917-Sevilla, 1966) había decidido irse de su pueblo para emigrar a Argentina en busca de una vida mejor, siguiendo los pasos de uno de sus hermanos.

En su camino hacia el otro lado del Atlántico hizo escala en Sevilla durante unos días que al final se convirtieron en años y que cambiarían la historia del Betis. Una joven sevillana, Ángeles Guillén, tuvo la culpa. Villamarín se enamoró de ella y decidió quedarse en Sevilla.

Aparcó su plan de emigrar a Argentina y empezó a trabajar en una empresa de un familiar dedicada a la exportación de aceitunas, pero al poco tiempo, tras casarse con Ángeles Guillén, se estableció por su cuenta. Villamarín tuvo claro que las aceitunas andaluzas también tendrían éxito fuera de España y por eso buena parte de su producción se vendió en Estados Unidos.

Fue un militar, Eduardo Sáenz de Buruaga y Polanco, directivo del Betis, quien convenció a Villamarín para entrar al club como presidente. Corría el mes de mayo de 1955 y el Betis atravesaba una profunda crisis deportiva: el equipo llevaba siete años en Tercera división y uno en Segunda división.

Fueron los años en los que se forjó el ‘manquepierda’ (se le atribuye la creación al dibujante Martínez de León), la expresión que resume la fidelidad de los béticos en los peores momentos del equipo, el único en el fútbol español que ha sido campeón en Primera, Segunda y Tercera.

Nuevos tiempos en Heliópolis

Villamarín aceptó el reto y sustituyó en la presidencia a Manuel Ruiz Rodríguez, con el Betis en Segunda división. En poco tiempo, el club dio varios pasos de gigante: primero, el ascenso a Primera, en 1958. Y en 1961, la compra del estadio de Heliópolis. El Betis dejaba de ser un inquilino para convertirse en propietario de un campo que ya arrastraba una larga historia.

Se construyó en 1929 con motivo de la Exposición Iberoamericana (por eso se llamó estadio de la Exposición hasta 1939) y en 1936 empezó a tener como alquilado al Betis. Dos días antes del estallido de la guerra, el 16 de julio de 1936, el Betis firma el contrato de alquiler con el ayuntamiento de Sevilla.

Durante la Guerra Civil, las tropas italianas instalaron en el estadio toda su maquinaria bélica. El campo quedó casi en ruinas. Cuando el Betis pudo volver a competir, el estadio pasó a llamarse Heliópolis, absorbiendo el nombre del barrio.

Luchando contra la enfermedad

Fue en 1961 cuando los socios deciden rebautizar el estadio para ponerle el nombre de Villamarín. Pero el empresario gallego ya estaba enfermo: fue operado en Boston de un tumor en el pulmón. Resistió varias temporadas más (en 1964, bajo su mandato, el equipo jugaba por primera vez en su historia una competición europea, la Copa de Ferias), pero el 7 de diciembre de 1965 envió una carta a todos los socios.

“He de ausentarme y permanecer fuera de España por razones familiares y de salud por un periodo de tiempo que, contra mi mejor deseo y voluntad, no puede ser corto. Ello ocurre en momentos difíciles para el club que yo hubiera querido ver superados antes de partir. Dios no lo ha querido así y heme aquí forzado a alejarme en momentos en que la nave del Betis necesita más que nunca de las energías y esperanzas de un buen timonel. Es por ello que, doliéndome en el alma, me veo en la necesidad de considerar las posibilidades de mi sustitución en la ilusión de que se halle el hombre que sepa continuar una empresa que hace unos años acometimos con denuedo y con suerte, en servicio de la línea ascendente y triunfal  que nuestro equipo ha venido sirviendo en tantos años de lucha y de victoria”, escribió.

Villamarín falleció el 15 de agosto de 1966. Su hermano Avelino le sustituyó en el cargo hasta que la presidencia quedó en manos de Andrés Gaviño, que había sido la mano derecha de Villamarín.

El cambio de nombre

En 2000, Manuel Ruiz de Lopera sustituyó el nombre del estadio para imponer el suyo. Durante una década, el campo del Betis se llamó Ruiz de Lopera. A la familia de Villamarín no le hizo demasiada gracia. “Fueron años muy tristes porque parecía que querían borrar todo lo que recordara a nuestro padre”, explica su hija, María Luisa Villamarín, que no olvida los desplantes de Ruiz de Lopera, que llegó a acusar a Benito Villamarín de no ser un bético de toda la vida por sus orígenes ourensanos.

En octubre de 2010 el club abrió una consulta entre sus socios para cambiar nuevamente el nombre del estadio. Participaron 9.926 socios y la gran mayoría (6.107) votaron a favor de recuperar el nombre de Villamarín. Solo 160 votaron a favor de mantener el nombre de Ruiz de Lopera.