La decepción de Sevilla

1986

1986 / sport

Juan Manuel Díaz

- El ejercicio de impotencia realizado por el Barça ante el Steaua en la final de Sevilla sumió a la entidad en una enorme depresión

- Los 50.000 seguidores vieron cómo su equipo no podía vencer ni en los penaltis

El fracaso en la final de la Copa de Europa disputada en el Sánchez Pizjuán el 7 de mayo abrió en canal la herida de la final de los postes cuadrados del 31 de mayo de 1961 en Berna. El Barça de Venables no sufrió la desgraciada épica de dos décadas atrás, cuando los remates a las maderas pudieron con Kubala y Luis Suárez. En la noche sevillana, Schuster, Archibald y compañía realizaron un ejercicio de más de dos horas de impotencia frente al Steaua Bucarest. 

El Barça fió toda su suerte de la temporada 1985-86 a la conquista de la Copa de Europa y tuvo una actuación muy irregular. Tras dos rondas iniciales ajustadas ante el Sparta Praga y el Oporto, llegó la primera heroicidad, en cuartos de final ante el vigente campeón, la Juventus de Platini. Un gol de Julio Alberto en el minuto 81’ de la ida en el Camp Nou puso en ventaja a los blaugranas, y el remate ‘con la oreja’ de Steve Archibald en Turín sirvió para sellar el 1-1 que valía el pase a semifinales.

El Barça demostró una vez más su incosistencia en semis, obligándose a una noche mágica en el Camp Nou tras perder por 3-0 en la ida contra los semimiprofesionales del IFK Göteborg. Un hat-trick de Pichi Alonso y el 5-4 en la tanda de penaltis sellaron el pase.

Llegó la final que el Barça no podía perder, pero no supo ganar. Hasta 50.000 culés viajaron a la capital andaluza en tren, autocar, avión y coche particular. SPORT desplazó a diez enviados especiales y fletó nueve autocares que se sumaron a la marea blaugrana: 17 horas de viaje que resultaron eternas en el regreso...

En un partido sin fútbol, el Barça ofreció una demostración de impotencia. Schuster no llegó a la prórroga, sustituido por Venables y el alemán, enfadado, abandonó el estadio cuando sus compañeros se jugaban el título en la tanda de penaltis. Javier Urruti estuvo a la altura parando dos penaltis, pero el meta rival, Duckadam, se convirtió en el héroe. Los azulgrana no acertaron ningún lanzamiento (0-2).

El Barça completaba un curso pésimo en el que también había perdido la Copa ante el Real Zaragoza y la Supercopa frente al Atlético; el único título, menor, fue la Copa de la Liga. Para la campaña 1986-87, la de la Liga más larga (34 jornadas más un play-off), el club cerró los fichajes de Zubizarreta, Hughes, Lineker y Robert Fernández, mientras que Schuster, enfrentado con el club azulgrana, fue apartado.

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¿QUÉ FUE DE ÉL?

Terry Venables llegó al Barça recomendado por Bobby Robson, entonces seleccionador inglés y el favorito de Josep Lluís Núñez. Casi un desconocido para los aficionados del Barça, sustituyó al carismático Menotti después del traspaso de Maradona, y prefirió a Steve Archibald antes que a Hugo Sánchez, que ficharía por el Real Madrid y ganaría cinco Pichichi.

Su apuesta funcionó al principio, pero tras la derrota europea de Sevilla quedó tocado. Siguió una temporada completa, pero en la cuarta jornada de la Liga 1987-88 fue cesado. Después del Barcelona entrenó al Tottenham, las selecciones de Inglaterra y Australia y al Leeds United. Aficionado del Chelsea en el que jugó seis años, compaginó su labor en los banquillos con la de comentarista y ha escrito casi una veintena de libros sobre fútbol.

A los 76 años, en la actualidad reside entre Londres y Penáguila, Alicante, en donde en 2015, junto a su esposa Yvette, inauguró el hotel boutique rural ‘La Escondida’ situado junto al Parque Nacional de Font Roja.

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LA BARCELONA OLÍMPICA: UN SUEÑO HECHO REALIDAD

Juan Antonio Samaranch, presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), abrió el sobre manteniendo un rostro hierático y pronunció la ya mítica frase que arrancó en francés y acabó en catalán: "A la ville de... ¡Barcelona!". El sueño olímpico, simbolizado por los miles de ciudadanos concentrados ante la pantalla gigante de la plaza de Catalunya siguiendo en directo el evento, cristalizó a las 13.30 horas. La capital catalana iba a acoger los Juegos de la XXV olimpiada de la era moderna tras imponerse en la tercera ronda con 47 votos, por 23 de París, su rival más directo.    

La delegación del COOB 92, liderada por el alcalde Pasqual Maragall, regresó desde Lausana ese mismo 17 de octubre para compartir la fiesta popular organizada frente a la Font Màgica de Montjuïc. Entre los expedicionarios se encontraban los cinco enviados especiales de SPORT encabezados por su editor Josep Maria Casanovas, especialmente implicado en la aventura olímpica desde sus inicios, cuando el entonces alcalde Narcís Serra impulsó el proyecto en 1981. Aquella noche, los barceloneses pidieron que ‘botara Pasquis’ y el alcalde, embutido en una gabardina y tan eufórico como sus conciudadanos, saltó.

Quedaban por delante seis años de obras y profundas transformaciones en el tejido de la ciudad que desembocaron en los mágicos días del 25 de julio al 9 de agosto. La ciudadanía colaboraría masivamente al esfuerzo olímpico: hasta cien mil voluntarios trabajaron para Barcelona 92 de forma desinteresada. 33 años después, el deporte español y Barcelona todavía sacan rédito de aquel sueño que transformó a la ciudad en una capital global.