La trágica historia del único jugador del Real Madrid ovacionado en el Camp Nou

Laurie Cunningham fue aplaudido por el público del Barça tras su brillante actuación en un clásico disputado en febrero de 1980

'La Perla Negra' fue uno de los primeros futbolistas de raza negra de la selección inglesa y el primer inglés que jugó en el Madrid

Cunningham, durante su etapa como jugador del Real Madrid

Cunningham, durante su etapa como jugador del Real Madrid

Javier Giraldo

Javier Giraldo

No es habitual que un jugador del Real Madrid sea aplaudido en el Camp Nou, o uno del Barça en Chamartín. Por eso se trata de momentos dignos de recordarse, como el que protagonizó en febrero de 1980 un jugador inglés llamado Laurie Cunningham, el único futbolista del Real Madrid ovacionado en el estadio del Barça.

Hijo de padres jamaicanos, Lawrence Paul Cunningham nació en Londres el 8 de marzo de 1956. Destacó en el Leyton Orient, de donde pasó al West Bromwich Albion: en el equipo de las afueras de Birmingham explotó como jugador de primer nivel, y gracias a una eliminatoria de Copa de la UEFA que disputó ante el Valencia, el Madrid se fijó en él.

Tras unas intensas y curiosas negociaciones (los directivos del WBA no hablaban castellano y los del Madrid tampoco manejaban el inglés), el equipo blanco desembolsó 195 millones de pesetas. Fue una cifra récord, el fichaje más caro en la historia del Madrid y el primer inglés en vestir la camiseta blanca. Era el verano de 1979.

Tiempo atrás, Cunningham se había convertido en el primer jugador de raza negra en disputar un partido con la sub-21 inglesa. En marzo de 1979 debutó con la absoluta.

Una bala en un sobre

Fue el segundo negro en jugar con los ‘pross’, después de Viv Anderson, pero una parte de la sociedad inglesa seguía instalada en los viejos complejos racistas. Cunningham recibió presiones y amenazas (le llegó un sobre con una bala) para que no volviese a jugar con Inglaterra.

Ya en el Madrid, Cunningham fue de más a menos. Era un extremo hábil, potente, rápido y con desborde (sacaba los córners con un curioso golpeo con el exterior del pie), pero nunca tuvo continuidad en el equipo. Se quejaba de que no recibía balones, aunque su primer curso fue más que digno, con ocho goles en 29 partidos.

Una 'masterclass' de regate y desborde

Uno de esos partidos fue el que le mantiene vivo en la memoria futbolística: se jugó en el Camp Nou el 10 de febrero de 1980. El Barça de Rifé recibía al Madrid de Boskov en la 20ª jornada de Liga

El Madrid se impuso 0-2, con goles de García Hernández y Santillana, pero la estrella del partido fue Cunningham, que se escapó una y otra vez del marcaje de Zuviría y de las entradas de Migueli y ofreció un auténtico máster en desborde y regate. 

Cunningham no marcó aquella tarde en el Camp Nou, pero el público azulgrana supo valorar sus cualidades como futbolista, y eso que Carrasco, otro extremo con desborde, también había cuajado un buen partido. 

“Es uno de esos partidos en los que notas que todo te sale bien. Yo creo que tuve mejores partidos en el Madrid, pero aquel, por la repercusión que tiene un Madrid-Barça, es el que más se recuerda”, explicaba Cunningham años después en TVE.

"No fue un simple aplauso"

“Todo el mundo recuerda el partido del Camp Nou”, apuntaba Sergio Cunningham, el hijo de Laurie, en el programa que Conexión Vintage, de Teledeporte, dedicó hace unas semanas a la figura de Cunningham. "Y no fue un simple aplauso. Mi padre iba a sacar un córner y esa esquina de la grada se levantaba. Es algo que no he vuelto a ver". 

La crónica del diario ‘El País’, firmada por Alfredo Relaño, contaba que “el único consuelo para el público barcelonista fue el disfrute del espectáculo que ofrecía Cunningham cada vez que el balón le caía en los pies; sus alardes de dominio de balón fueron premiados con ovaciones como si el partido se disputara en el campo del Madrid. El público del Barcelona demostró que sabe ponerse del lado del mejor, aunque el mejor no sea el Barça”.

Sin embargo, su mejor partido como madridista lo jugó un mes después, en marzo de 1980, en el partido de vuelta de los cuartos de final de la Copa de Europa ante el Celtic. El Madrid tenía que remontar un 2-0 y acabó ganando por 3-0 (goles de Juanito, Stielike y Santillana) con una extraordinaria actuación de Cunningham –ya bautizado como ‘la Perla Negra’- desde la banda. 

Un partido por nueve goles o nueve partidos por un gol

En el verano de 1980 fue uno de los jugadores del Madrid que sufrieron una derrota histórica, 9-1 ante el Bayern en un amistoso de verano. Cunningham marcó el único gol del Madrid. Fue entonces cuando Boskov, el entrenador del Madrid pronunció su famosa frase: "es mejor perder un partido por nueve goles que nueve partidos por un gol".

A partir de ese momento, la carrera de Cunningham entró en declive, sobre todo por el calvario que sufrió con las lesiones. En noviembre de 1980, un pisotón de Bizcocho, jugador del Betis, le provoca una fractura en un dedo del pie que le obligó a pasar por el quirófano, le tuvo meses de baja y se le complicó más de la cuenta.

Multado por el Real Madrid

Además, apenas un par de días después de la operación, se le vio de madrugada en una discoteca de Madrid. “No sabía que no podía salir, nunca antes había estado lesionado”, justificó. Sus explicaciones no convencieron al Madrid, que le impuso una multa de un millón de pesetas

Aunque mermado, aún llegaría a tiempo de jugar la final de la Copa de Europa de 1981, que el Madrid perdió ante el Liverpool, pero nunca más tuvo continuidad en el equipo blanco. Entró en una espiral de lesiones y recaídas (llegó a acusar directamente a los médicos del Madrid), se perdió el Mundial de 1982 y fue cedido al Manchester United.

Posteriormente, jugó una temporada en el Sporting de Gijón (1983-84) antes de probar suerte en el Olympique de Marsella y en el Leicester. Regresó a Madrid en el verano de 1986 para jugar en el Rayo, en Segunda división. 

Éxito en el Wimbledon

Aún disfrutó de un último paso por el fútbol inglés formando parte del Wimbledon que conquistaría contra pronóstico la FA Cup de 1988 junto a Fashanu, Dennis Wise, Vinnie Jones y compañía.

Tras ese éxito, volvió al Rayo Vallecano para jugar –también en Segunda- la temporada 1988-89, bajo el mando de Felines y compartiendo equipo con Hugo Maradona, hermano de Diego. 

El Rayo acabó ascendiendo y en el verano de 1989, Cunningham negociaba su renovación con el equipo, ya que había terminado contrato el 30 de junio.

Pero quince días después, a las 6.45 de la madrugada del 15 de julio de 1989, el Seat Ibiza que conducía se estrelló contra una farola y una valla de protección a la altura de Puerta de Hierro, en la zona noroeste de Madrid. Iba acompañado de un amigo estadounidense, Mark Latty, que solo sufrió heridas leves. 

Cunningham falleció horas después en un hospital de Madrid. Tenía solo 33 años

"No fue un simple jugador. Han pasado 32 años de su muerte y mucha gente aún lo recuerda. No solo rompió muchas barreras raciales en el fútbol inglés, también era una persona risueña, generosa y siempre dispuesta a ayudar", recuerda su hijo Sergio.