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CICLISMO

Un Pogacar de otro planeta revalida en Ruanda el título de campeón del mundo

El astro esloveno atacó a 102 kilómetros de la meta y sólo lo aguantaron Del Toro y Ayuso, a los que reventó kilómetros después: Evenepoel y Healy fueron plata y bronce

Pogacar, campeón en Ruanda

Pogacar, campeón en Ruanda / UAE

Sergi López-Egea

Sergi López-Egea

Tadej Pogacar volvió a demostrar que no ha nacido en Eslovenia si no en algún lugar recóndito de la galaxia. Revalidó en Ruanda el título mundial de ciclismo con una exhibición tan grande y tan bestia -quizá incluso mejor- como la que le sirvió el año pasado para convertirse en campeón del mundo en Zúrich, por primera vez en su carrera profesional.

En esta ocasión, el astro esloveno, si realmente ha nacido en ese país y no en otro planeta, atacó a más de 100 kilómetros de la meta cuando el Mundial se había apartado del trazado habitual de toda la semana para escalar una montaña denominada como el Monte Kigali, en honor a la ciudad y capital de Ruanda, que acogió el primer campeonato del mundo celebrado en el continente africano.

A Pogacar le dio igual correr en Europa que en África, porque en los últimos metros de la subida al Monte Kigali, en la parte más dura de la ascensión, aceleró de tal manera que sólo un corredor, Juan Ayuso, consiguió aguantarlo, aunque con el resultado de morir en el intento.

A la pareja se les unió el mexicano Isaac del Toro, que se mantuvo fiel a su jefe de filas en la vida real, aparte del Mundial, hasta que quedaron 66 kilómetros para la meta, donde empezó el concierto en solitario de un Pogacar que ya no hace cosas increíbles, sino que para él y el resto de las personas son aparentemente normales.

Sin nadie a su vera, con el resto de corredores castigados, con un Remco Evenepoel que se peleaba con las bicis que no le funcionaban, pero que puso casta, aunque sólo para comprobar que no le restaba ni un segundo a Pogacar, el astro esloveno se fue en solitario hacia una victoria que engrandeció todavía más una temporada de sobresaliente y con la victoria en el Tour por cuarta vez como la mejor nota del curso ciclista.

Fue un triunfo para engrandecer todavía más su figura de estrella de todos los tiempos y reunir otra victoria de enorme prestigio a su extraordinario palmarés.

Por detrás, sólo había sufrimiento, ganas de acabar un Mundial distinto a los vividos hasta ahora, y nunca poder saber qué habría pasado si Evenepoel, al final medalla de plata, no sufre tanta avería o está algo más fino en el momento en el que Pogacar, en el Monte Kigali, pasó a la acción para dejar a todos sus contrincantes sin respiración por mucho empeño que le pusieran; entre otros, Ayuso, que acabó la carrera reventado y conocedor que igual habría sido mejor serenarse en el momento en el que el ciclista esloveno pasó a la acción. El irlandés Healy se colgó la medalla de bronce.

30 de 164 corredores

Tan duro fue el Mundial, el tercero en dificultad en los últimos 45 años, que sólo lograron acabar 30 corredores de 164 y la mayoría se presentó en solitario o en pequeñísimos grupos para esprintar con rabia y por orgullo fuera el que fuese el puesto conseguido. En 1980, en la victoria de Bernard Hinault únicamente finalizaron 15 corredores y en Duitama, en el triunfo de Abraham Olano por delante de Miguel Induráin, sólo se clasificaron 15 ciclistas.

Por estas razones, por la dificultad del circuito y por su dureza -no fue necesario ningún esprint para decidir las medallas-, la gesta de Pogacar superó a la del año pasado en Suiza. “Sé que estoy entrando en la historia. Llevaba todo el año persiguiendo esto y ahora ya sueño con ganar en Montreal (allí se celebra el Mundial el año que viene”, reconoció el bicampeón del mundo desde una Ruanda con la población volcada con el ciclismo.