Pogacar gana, Valverde se exhibe

En el día del cumpleaños del líder del Movistar, el vencedor del Tour 2020 se llevó la victoria en la Lieja-Bastoña-Lieja, donde el ciclista murciano, ya con 41 años, acabó cuarto

La prueba se decidió entre un quinteto que se escapó a 14 kilómetros de la meta con el corredor español

El podio final de Lieja

El podio final de Lieja / Twitter

Sergi López-Egea

Sergi López-Egea

A Alejandro Valverde solo se le pueden dar las gracias, aplausos infinitos, una ovación de aquellas que los aficionados ofrecían cuando no se llevaba mascarilla y cuando las metas se llenaban de cientos de entusiastas que querían vivir en directo el desenlace de una carrera, de la gran clásica, de la Doyenne, de la Lieja-Bastoña-Lieja.

Tadej Pogacar, vencedor en Lieja, 22 años. Julian Alaphilippe, segundo en Lieja, 28 años. David Goudu, tercero en Lieja, 24 años. ¿Y el cuarto? Casi podría ser el padre de los tres, el Valverde que lanza el esprint, el Bala que se ha colocado en la fuga buena. El excampeón del mundo que corre en el día de su 41 cumpleaños. El líder del Movistar al que la organización ha recompensado dándole el dorsal con su edad. Pero también es el ciclista al que le quitan la victoria a apenas 25 metros de la línea de meta de Lieja; el infinito, el irrepetible, el eterno, el mago de la bici, el corredor que ha sido pasado, pero que sigue siendo presente y por lo menos esta temporada, y seguramente la siguiente, el futuro del ciclismo español.

Había ganado cuatro veces en Lieja, aspiraba a igualar en triunfos nada menos que a Eddy Merckx en la más grande las clásicas, posiblemente solo igualada por la París-Roubaix, con permiso del Tour de Flandes. Y allí estuvo él con ciclistas a los que doblaba la edad, colándose en el quinteto, donde también estaba el canadiense Michael Woods, que se jugó la Lieja-Bastoña-Lieja 2021.

Quiso repetir la estrategia de Innsbruck, cuando en 2018 se proclamó campeón del mundo. Quiso lanzar el esprint por la victoria desde lejos, desde 200 metros. Pero ¡madre mía! Qué bueno es Pogacar, el que prefirió ponerse a cola de los demás para arrancar con tanta fuerza y superar a Valverde que ya veía la línea de la gloria, tan cerca y tan lejos, tan bonito para ser real, tan precioso para soñar otra vez con un ciclista que lleva todo el siglo luchando por ganar y que parece que no tener fin.

Nunca se impacientó. Dejó que el Ineos se desgastase buscando la escapada imposible de su excompañero Richard Carapaz, al que luego descalificaron por sentarse en el cuadro durante una bajada.Tuvo a su lado a Carlos Verona, cuando pareció que se producía una falsa fuga decisiva. Y a 14 kilómetros de la meta supo colocarse en el quinteto del que debía salir el vencedor en Lieja. ¡Ah! Por qué poco. Pero casi dio igual la victoria de Pogacar porque el obsequio de ver y comprobar que Valverde era capaz de pelear por el triunfo en la Doyenne con un cuerpo de 41 años ya fue un festival para alegrar una dominical tarde primaveral y sobre todo para pedirle que no se lo piense, que siga un año más y que vaya al Tour, porque disfrutando él, disfrutan todos. Por los siglos de los siglos.