Luis Pasamontes: "Prefería ganar la etapa de mi pueblo que una del Tour de Francia"

Luis Pasamontes fue ciclista profesional entre 2001 y 2012

Luis Pasamontes fue ciclista profesional entre 2001 y 2012 / Ed. Alienta

Javier Giraldo

Javier Giraldo

Luis Pasamontes (Cangas del Narcea, 1979) fue ciclista profesional entre 2001 y 2012. Fue miembro del Relax Fuenlabrada, Unibet y Movistar y una vez retirado, ejerce como comentarista deportivo, conferenciante y mentor deportivo. Acaba de publicar 'El liderazgo del gregario' (Editorial Alienta).

Su lema es: ‘Líder de mi vida, gregario en la de otros’.

A lo largo de mi carrera deportiva me di cuenta de que no era un ganador y de que no estaba capacitado para ganar. Para acabar levantando los brazos en una carrera ciclista tienes que hacer una gestión brutal de las emociones y de la tensión. No todo el mundo está capacitado. O ganas o trabajas para los que ganan. Y yo decidí poner todo mi esfuerzo en intentar que ganaran mis compañeros. 

-¿Qué fue lo que le hizo darse cuenta de algo así?

 Cuando estaba en el Unibet (equipo belga) los primeros que renovaban su contrato eran los que ganaban. Y luego, los que ayudaban a esos a ganar. Y luego estaba el resto, condenados a repartirse las migas de lo que sobraba. El término medio no existe: si ahora me preguntas quién ganó el último Tour, me lo sé, pero si me preguntas quién quedó cuarto, tendría que buscarlo en Google.

-Y dio un paso atrás.

Pensé, ‘si no voy a ganar un Tour de Francia, quizá sea mejor poner el foco en ser un buen gregario y trabajar para otros’. Trasladado al mundo de la empresa: parece que tenemos que ascender siempre, estar lo más arriba posible, cambiar de coche cada dos años… pero no todos podemos estar ahí. Eso está lejos de la realidad. Si únicamente tuvieran éxito ese tipo de personas, el 90 por ciento restante no saldríamos ni de casa. Tener éxito también puede ser estar donde estoy ahora mismo: si por ejemplo eres bueno poniendo ladrillos pero te nombran capataz, ¿qué ocurre? Pues que quizá acabas pensando que tú donde realmente eras bueno es poniendo ladrillos: no tiene sentido pensar, ‘qué mediocre soy, no puedo evolucionar’.

-¿Y qué hay de la ambición, de querer mejorar y progresar?

La ambición es necesaria. Es bueno pensar en ser mejores, pero no hay que relacionarlo siempre con un ascenso o un cambio de trabajo. La clave de todo esto está en no competir contra los demás, sino contra ti mismo. Y darse cuenta de que ser mejor también significa ser mejor en nuestras relaciones personales. El líder de verdad es aquel que sabe agradecer, que sabe decir, ‘gracias porque si no me llegas a dejar tu bici o tu bidón de agua quizá no hubiese acabado la etapa’. Y también el que sabe convertirse en gregario de manera puntual. 

-¿Qué líderes de equipo se portaron mejor y peor con usted?

Es un libro muy personal. He llorado mucho escribiéndolo. Las personas que quería mencionar, las menciono en el libro. Y estoy muy agradecido a gente como Urán, Pereiro, Luis León, Purito o Valverde. 

-Los ciclistas, ¿son más solidarios entre sí que otros deportistas?

Cuando estás dentro del ciclismo profesional, estás dentro de una empresa: con patrocinadores y una nómina mensual. Y con sus egos, por supuesto. Da igual que trabajes en un hospital o en una charcutería. En el ciclismo me he encontrado a deportistas con un palmarés envidiable y que eran un ejemplo de humildad, pero también al contrario. Para mí, los grandes eran los que sabían ponerse a la altura de sus gregarios y decir, ‘sé cómo te sientes porque yo también fui gregario’.

-Su amor por el ciclismo nació de su pasión por las motos.

Sí, en mi pueblo (Cangas del Narcea, Asturias) la única oportunidad de ver motos diferentes era el final de etapa de la Vuelta a Asturias: a mí al principio me interesaban las motos que acompañaban la carrera, más que los ciclistas. Poco a poco me fui metiendo en el mundo del ciclismo y tras la muerte de mi padre me lo tomé  más en serio. 

-Siempre se ha dicho que el ciclismo es el deporte más duro. ¿Tanto sufrimiento compensa?

Depende de cómo vivas las carreras. Cada carrera tiene un aspecto emocional: en mi caso, por ejemplo, sabía que en una de las etapas de la Vuelta a Asturias iba a pasar por delante de la puerta de mi casa. Literalmente, con mi madre saludando desde la ventana. Y prefería ganar la etapa de mi pueblo que una del Tour. También depende de cómo la afrontes y de cómo estés. He subido El Angliru, uno de los puertos más duros del mundo, pero sin embargo a veces se me ha hecho más difícil subir Navacerrada.

-Cuando colgó la bici, aceptó el reto de formar ciclistas en Colombia.

Antes de dejar de competir ya empecé a vislumbrar el futuro: piensas que lo que has vivido está muy bien, pero te das cuenta de que ni es eterno ni es el mundo real. Retomo los estudios y después sale la oportunidad de ir a Colombia a formar ciclistas jóvenes. Estuve un año allí y fue una experiencia fantástica: conocí una forma de vida muy distinta y me sorprendió la generosidad de la gente, te daban lo poco que tenían aunque no te conocieran de nada. Ayudar a aquellos jóvenes a intentar cumplir su sueño de correr en Europa me hizo pensar mucho. Ellos me enseñaron mucho más a mí que yo a ellos. A nivel deportivo, el recuerdo que tengo es que intenté explicarles que en el ciclismo profesional también se puede ganar bajando y en el llano: ellos daban por hecho que solo se podía ganar subiendo montañas. Y apenas sabían lo que eran los abanicos, pero disfrutaban mucho aprendiendo.

 -¿En qué consiste ahora su trabajo de mentor deportivo?

Traslado mis experiencias como ciclista al mundo empresarial: intento subrayar la importancia de los empleados, entre otras muchas ideas. Acabamos de poner en marcha un proyecto que hemos llamado La Liga de los Gregarios, en el que resumo todo lo que viví sobre la bici: aunque los gregarios no hayamos sido ganadores, podemos hacer muchas cosas.