¿Por qué nunca ganó Induráin la clásica Lieja-Bastoña-Lieja?

De la mano de José Miguel Echávarri, la estrella navarra peleó por triunfar en la gran carrera belga en su preparación para el Tour

Fue cuarto en 1991, mismo puesto que Perico en 1989, antes de que Valverde se entusiasmase por 'La Decana', que ha ganado en cuatro ocasiones

Indurain, en un documental de Vamos por Movistar Plus+

Indurain, en un documental de Vamos por Movistar Plus+ / @vamos

Sergi López-Egea

Sergi López-Egea

"Miguel, tienes una Lieja en tus piernas". José Miguel Echávarri siempre fue un enamorado de ‘La Decana’, la más antigua de cuantas grandes clásicas se celebran en el planeta ciclista. El técnico navarro, hoy retirado, quiso que una de sus figuras ganase la Lieja-Bastoña-Lieja, primero en el Reynolds, luego en el Banesto y más tarde en el Caisse d’Epargne, antes de que llegase el Movistar y Eusebio Unzué tomase las riendas del equipo más legendario del ciclismo español.

Mentalizó una y otra vez a Induráin al que le inculcó no solo el amor por el Tour que ganó en cinco ocasiones, sino por el Giro, con dos victorias, y por pruebas de un día como la gran clásica belga y el campeonato del mundo. En 1991, Miguel estuvo cerca de la victoria, con un cuarto puesto, misma posición que obtuvo Pedro Delgado cuando peleó por el triunfo de la carrera por allá 1989.

En 1993, Echávarri, al teléfono, atendía una llamada de este diario. “¿Pero, cómo, la entrevista en Lieja y no en Pamplona?”. EL PERIÓDICO tenía cita con la estrella navarra en uno de los hoteles Ibis de la principal ciudad de la región belga de Valonia y no la capital, que recae por razones históricas en Namur. Induráin iba a ser dos días después, con dos Tours en el bolsillo y como preparación a su tercera victoria en París, el protagonista de una entrevista en Lieja, con Echávarri inculcándole la pasión por cotas como La Redoute y también Mont Theux, donde en 1995 realizó un demarraje, aunque en la ronda francesa, que pasó a la historia con Johan Bruyneel a su rueda.

Sin la victoria que buscaba

En 1993, como ha seguido pasando después, las cervecerías de Lieja estaban al límite entre seguidores al ciclismo que se habían acercado a la ciudad para no perderse ni la salida ni la llegada de la carrera. Induráin, en su cabeza, tenía marcado el recorrido, pero no pudo ser ni aquel año, ni nunca más. Y se quedó sin la victoria en la clásica que siempre, inculcado por su director, trató de ganar.

Echávarri tardó unos cuantos años en encontrar a un candidato, tal vez el mejor que nunca pudo tener en estos menesteres, para poder levantar los brazos como vencedor de ‘La Decana’. Ya corría en su equipo, Alejandro Valverde, el más prometedor entre los ciclistas jóvenes de inicios de este siglo, cuando los corredores despertaban como estrellas cumplidos los 25 años y no como ahora, cuando casi son unos adolescentes del pedal.

Valverde, 2006, el primer triunfo

Valverde ganó la Lieja-Bastoña-Lieja en 2006. Fue el primer español en conseguirlo. Y sigue siendo ahora, con cuatro victorias, el único ciclista nacido al sur de los Pirineos que lo ha conseguido. “Esto es más importante que ganar la Vuelta a Murcia”, se le oyó comentar a Valverde hace 16 años cuando estrenó su palmarés internacional. Y cuando el domingo, a un día de cumplir 42 años, su nombre volverá a estar en la lista de grandes candidatos para ganar la gran clásica valona. El año pasado estuvo peleando hasta el esprint final que se llevó Tadej Pogacar.

A los flamencos, rivales de los valones, en el deporte, en el idioma y en multitud de costumbres, que no les hablen de Lieja cuando ellos tienen el Tour de Flandes, como emblema y monumento, y aunque este domingo Wout van Aert se haya propuesto aspirar a la victoria. Pero los franceses se dejan querer, porque ellos organizan no solo la gran cita de Lieja, sino el gran encuentro con los adoquines, con la clásica de la clásica, la París-Roubaix, con el debate siempre abierto. ¿Cuál de las dos carrera es la mejor y la número uno como clásica y monumento del ciclismo?

El error de Alaphilippe

Las respuestas pueden ser múltiples y variadas. Pero hay un hecho que nadie puede discutir. La carrera de Lieja fue creada en 1892, cuatro años antes de que los adoquines emergieran en el escenario del ciclismo. Y solo las guerras mundiales del siglo pasado la paralizaron porque, al contrario del ‘Infierno del Norte’, la Lieja-Bastoña-Lieja pudo burlar el coronavirus para celebrarse en el mes de octubre de 2020, el día que Julian Alaphilippe, en plan juvenil, levantó los brazos creyendo que era el ganador cuando Primoz Roglic lo había superado en el esprint por la victoria.

En Lieja no hay adoquines, aunque hace unos pocos años se trató de forma absurda en incorporarlos a la prueba. Hay cotas cortas y explosivas, hasta 10 este domingo, que desgastan a los corredores a lo largo de 254 kilómetros. Es la carrera de la resistencia, de los ciclistas maratonianos, donde el triunfador siempre suele ser una figura. Cinco victorias reúne Eddy Merckx. Valverde aún lo podría alcanzar en la Lieja de su despedida. Conseguirlo es difícil pero no imposible sobre todo después de firmar este miércoles la segunda plaza en la ‘hija de Lieja’, la Flecha Valona, que siempre antecede a ‘La Doyenne’ para pasión de los valones amantes del ciclismo y para que tengan tiempo entre el miércoles y el domingo a vaciar un montón de vasos de cerveza mientras hablan de la pasión por este deporte.