Así se forjó la victoria de Valverde en el Mundial de Innsbruck

Valverde, en la ascensión a Gramartboden

Valverde, en la ascensión a Gramartboden / EFE

Javier Giraldo

Javier Giraldo

La victoria de Alejandro Valverde en el Mundial de Innsbruck se forjó a la antigua, sin pinganillos de por medio (prohibidos por la organización) y por pura eliminación de los favoritos, que fueron cayendo uno a uno, víctimas de la dureza de un circuito durísimo. 

La carrera situó a Valverde en el grupo de cabeza en la ascensión final al temido  Gramartboden, con rampas del 28 por ciento, y fue entonces cuando el ‘Bala’ empezó a buscar referencias: a falta de pinganillo, miró a David de la Cruz. ‘¿Qué hacemos, David?’, gritó Valverde, nervioso. La respuesta del corredor de Sabadell fue contundente. “Nada; no te muevas, ya eres campeón del mundo!”, le dijo

Algo así le había dicho el seleccionador, Javier Mínguez, en el autobús del equipo antes de la carrera. “Tú, tranquilo. No te muevas mucho, no hagas nada”, fueron las órdenes del seleccionador español.  “Luego, en carrera, algunos corredores me preguntaban si bajaban al coche a consultar la táctica, pero les dije que si hacíamos eso, se nos va la carrera”, comentó Mïnguez después del triunfo del murciano.

un ambiente extraordinario

Ganó Valverde por delante de Bardet y Woods, diez y seis años más jóvenes que el murciano, respectivamente, pero en realidad, fue el triunfo de todo el equipo español, que celebró el oro en el hotel de concentración en un ambiente de extraordinaria cordialidad.

No siempre fue así: al fin y al cabo, los ciclistas españoles compiten en equipos muy variados (Valverde era el único ‘Movistar’ en la selección), entrenan en sitios diversos y su relación no siempre es fluida. Pero Innsbruck fue el escenario de una comunión especial: fue un triunfo celebrado por todo el ciclismo español. El ‘valverdismo’ reunió sensibilidades diversas en torno a una medalla de oro