El Atalanta atropella al Valencia

El Atalanta no tuvo rival y el Valencia se lleva una goleada de Italia

El Atalanta no tuvo rival y el Valencia se lleva una goleada de Italia / MEDIAPRO

Ivan San Antonio

Ivan San Antonio

El Valencia regresará de Italia con la sensación de haber sido atropellado. El Atalanta se presentó en San Siro sin mostrar ni la intención de estrechar la mano. Todo lo contrario. Lo del equipo de Gasperini fue un guantazo a mano abierta desde el primer minuto que sorprendió a los che, arrollados e incapaces de entender qué estaba pasando. Un golpe duro que Cheryshev suavizó con un gol que, por lo menos, permitirá jugar en Mestalla pensando en la épica. Queda la vuelta.

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CHAMPIONS LEAGUE

4
1
Alineaciones
ATALANTA
Gollini, Toloi, Palomino, Caldara (Zapata, 75'), Hateboer, De Roon, Freuler, Gosens, Pasalic (Tameze, 91'), Ilicic y Alejandro Gómez (Malinovski, 80').
VALENCIA
Doménech, Wass, Mangala, Diakhaby, Gayá, Ferran Torres, Parejo, Kondogbia, Soler, Guedes (Cheryshev, 64') y Maxi Gómez (Gameiro, 73').

El Atalanta empezó pronto a explicar de qué va la cosa en la Champions. Jugó un primer tiempo casi perfecto basado en un fútbol enérgico, sin pausa, sin permitir a su rival coger aliento. El Valencia se vio superado (y sorprendido) por el conjunto de Gasperini, liderado por un Papu Gómez que agarró el balón, se disfrazó de prestidigitador y lo escondió. Aparecía y desaparecía al ritmo que marcaba el argentino. Provocó nada más empezar el duelo una falta en la frontal de Parejo que lanzó por encima del travesaño. Primer aviso.

El segundo llegó a los cinco minutos. El Papu se la puso a Ilicic, que se la puso a Pasilic, al que solo frenó una mano salvadora de Doménech. No hubo tercer aviso. Hateboer, desde dentro del área, abrió el marcador con una definición precisa. Solo el Atalanta, con una presión asfixiante y llegando al área che con un ejército de camisetas, jugaba el partido. El Valencia buscaba cubos para vaciar de agua una embarcación que naufragaba en Italia. Pero los de Celades decidieron resistir, lo que, muchas veces, es una victoria.

Guedes tuvo un par de ocasiones para empatar, pero la mejor fue de Ferran Torres, el más listo de la clase. Se plantó en el área de Gollini y, cuando el mundo esperaba un pase atrás, disparó fino a la cruceta. La jugada merecía el gol, pero el fútbol no entiende de esas cosas. Gana quien más goles marca. Y el Atalanta se agarró a esa ley no escrita con la fuerza de un moribundo que se resiste a dar el paso hacia el más allá. La Champions bien vale sudar sangre. Tras ceder algunos metros, los recuperó golpeando con un mazo de acero. Solo así puede definirse el cañonazo de Ilicic desde la frontal. Se deshizo de su marcador y soltó el latigo. Doménech solo pudo rozar el balón y desviarlo lo justo para convertir el gol en incluso más bello de lo que ya habría sido. 

Celades fue incapaz de cambiar nada en el descanso y el Atalanta, crecido, gigante, convertido en una apisonadora pintada a rayas azules y negras, empotró a su rival. El Papu seguía luciendo galones de mariscal, pero fue Freuler, desde la frontal, quien dibujó una trayectoria en forma de arco por la que transitó el balón hasta colarse en la portería de Doménech. ¡Cuánta belleza en un solo golpe! El Valencia perseguía la sombra de las sombras de los futbolistas italianos. Y, para colmo, fallaba lo que no está permitido fallar en Europa. Ferran Torres, solo ante Gollini dentro del área, disparó flojo y sin convicción para que el meta se quedara el balón sin problemas.

Todo lo contrario que el Atalanta. Hateboer entró como un puñal por la banda derecha, corrió, corrió y siguió corriendo ante la pasividad de la defensa valencianista. Se plantó en el área y disparó con violencia. El cuarto. Ni el VAR tuvo narices a parar el disparo del holandés. San Siro se frotaba los ojos y rugía enloquecido. No había para menos. Su equipo estaba demostrando en Europa por qué es el equipo más goleador de la Serie A con 63 goles, ocho más que el segundo, la Lazio. 

A partir de ahí, el Valencia se lanzó en busca del gol que les metiera en la eliminatoria, que permitiera a los de Celades jugar la vuelta con opciones. Llegó pronto, obra de Cheryshev, con un disparo ajustado desde la frontal del área. No estaba todo perdido, aunque ya cualquier error era mortal. Cheryshev la tuvo otra vez, esta vez desde dentro del área, pero apareció Gollini para salvar a su equipo. Había reaccionado con orgullo el equipo che. Rendirse nunca es una opción. 

De ahí al final, hubo cambios, los dos equipos decidieron esconder sus centros del campo bajo la alfombra y que sea lo que Dios quiera. Porque pudo haber más goles, por ambos lados. El Valencia llegaba con frecuencia y los italianos salían a la contra con malas intenciones. Pero no pasó nada más.