La realidad que denuncia 'The Lancet' sobre la pésima respuesta española al coronavirus

Según las cifras oficiales, cerca de 1.000.000 de españoles se contagiaron de la Covid-19. De ellos, casi 35.000 murieron. Las cifras reales están mucho más próximas a los 3 millones de contagiados y 60.000 muertos.

La realidad que denuncia 'The Lancet' sobre la pésima respuesta española al coronavirus

La realidad que denuncia 'The Lancet' sobre la pésima respuesta española al coronavirus

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Según las cifras oficiales, cerca de 1.000.000 de españoles se contagiaron de la Covid-19. De ellos, casi 35.000 murieron. Las cifras reales están mucho más próximas a los 3 millones de contagiados y 60.000 muertos.

Teniendo en cuenta tanto esos números totales de infectados y muertos, como las cifras relativas de contagiados y fallecidos por cada 100.000 habitantes, en España la situación es pésima.

Somos uno de los países del mundo en el que la Covid-19 ha hecho más daño. Estamos incluso mucho peor que la mayoría de los países africanos, en los que los recursos sanitarios son muy escasos.

Sin duda nos enfrentamos a la mayor hecatombe que ha sufrido nuestro país desde la guerra civil. ¿Cómo nos puede ir tan mal?

Para la ciencia ésta es una cuestión del máximo interés. No tiene interés político alguno, ni ideológico, ni de unos o de otros... Pero no es de extrañar que cada vez se publiquen más artículos científicos que intenten explicar el por qué de nuestra catastrófica situación. El último, un editorial del pasado sábado en The Lancet, probablemente la más importante revista médica de todos los tiempos.

En ella dice la publicación que la pandemia ha dejado en evidencia «la debilidad de los sistemas de vigilancia, la baja capacidad para hacer PCR, las carencias en equipos protectores para el personal y en las UCIs, la tardanza en reaccionar de los Gobiernos central y autonómico, los lentos procesos de toma de decisiones, la deficiente coordinación entre las Administraciones central y autonómicas, la débil confianza en el asesoramiento científico»...

Hay cuatro grandes causas que explican científicamente nuestro desastre. Todas son importantes y entre ellas se producen sinergias que empeoran la situación.

Vamos a intentar explicar un poco la situación real:

Una tiene que ver con nuestra estructura como país. Pese a que sobre el papel no tenemos una densidad de población demasiado alta, la realidad es que vivimos agrupados en determinadas áreas con altísimas densidades de población, mientras que la mayoría del país está casi despoblado (la España vaciada).

En estas zonas de altísima densidad nuestro ocio se basa en bares, discotecas, botellones, fiestas. Si a esto le unimos que nuestra economía se basa en el turismo, tenemos la receta perfecta para la catástrofe.

El turismo es, con mucho, la principal vía que diseminó al coronavirus por los distintos lugares. Las reuniones sociales por ocio en bares, restaurantes, discotecas, fiestas, etc., son responsables de la mayoría de los contagios.

Y no se hizo nada en serio por evitarlo. La actuación común de todos los países que consiguieron vencer a la Covid-19 teniendo muy pocos infectados y muertos fue el cierre inmediato del turismo, los locales de ocio y la prohibición estricta de reuniones sociales.

Nosotros no vamos por ese camino, supuestamente para salvar al turismo y a la hostelería. Pagamos el precio de cientos de miles de infectados y decenas de miles de muertos, y encima no hemos salvado ni al turismo ni a la hostelería.

Recortes en sanidad, en ciencia y en educación

Otra de las causas que explican nuestra pésima situación son los recortes en sanidad, en ciencia y en educación. Resultaron suicidas.

Tras diez años de «tijeretazos», tanto en medios materiales como en personal, nuestro sistema de salud funciona al límite. Apenas da abasto en condiciones normales. Pero es del todo incapaz de abordar una emergencia sanitaria.

Como consecuencia de los durísimos recortes en medios (acompañados de una absoluta falta de previsión), cuando llegó la pandemia no había mascarillas, ni equipos de protección individual, ni respiradores, ni camas hospitalarias, ni pruebas diagnósticas...

La escasez de equipos de protección personal hizo que los sanitarios, imprescindibles para luchar contra la Covid-19, se contagiasen en grandes cantidades al principio de la pandemia, con resultados dramáticos. La situación se nos fue de las manos.

Como si fuésemos un país del tercer mundo, los enfermos se hacinaban en los pasillos. Las plazas de UCI se asignaron como en una situación de guerra, y la sedación sustituyó en no pocos casos a la atención. Los muertos se acumularon en morgues improvisadas como la del palacio de hielo de Madrid. Y a medida que los sanitarios en primera fila enfermaron, la situación empeoró.

Pero la falta de material se puede remediar rápido simplemente con dinero. El problema de verdad es la falta de personal.

Un ejemplo: tenemos la mitad de profesionales de enfermería que la media europea. Concretamente 5,9 enfermeras por cada mil habitantes, frente a Europa, que tiene de media 9,3. Y eso que la media europea es calamitosamente baja. Con los médicos la cosa es todavía peor.

Lo catastrófico es que incluso con la mejor voluntad y dedicando mucho dinero no podemos revertir de hoy para mañana esta falta de personal. Se tarda al menos 5 años en formar a una enfermera, y de 10 a 12 años (en función de la especialidad) para formar a un médico. Si desde hoy dedicamos el máximo esfuerzo a revertir la falta de personal sanitario, tendrá que pasar una década antes de que consigamos aproximarnos a la solución.

Las carencias en ciencia, especialmente en personal, también tuvieron fatales consecuencias.

- Algunas son inmediatas, como que no se pudieron hacer los suficientes PCRs, ni desarrollar más rápido otras pruebas diagnósticas.

- Otras son más sutiles, pero mucho más graves. A principios de año no sabíamos absolutamente nada sobre la Covid-19. Es una enfermedad a la que la humanidad nunca se había enfrentado antes. Todas las respuestas hay que averiguarlas: ¿Será peor en invierno? ¿Cuánto dura la inmunidad? ¿Cuándo habrá una vacuna eficaz? ¿De donde vino el SARS-Cov-2? ¿Pasará el coronavirus a otras especies de animales que sirvan de reservorio?... Las mejores preguntas sobre la Covid-19 aún están por hacer. Para hacerlas y para responderlas, hacen falta científicos.

La esperanza que nuestros políticos transmiten a la sociedad se basa en que se encuentre pronto una vacuna eficaz o un fármaco adecuado que nos permitan vencer al coronavirus. Para desarrollarlos hacen falta científicos y medios. Hasta no hace mucho, la mayoría de los países avanzados tenían estructuras públicas para desarrollar vacunas. Estas instituciones públicas desarrollaron la mayoría de las vacunas eficaces de las que disponemos. Pero con los recortes muchas de estas instituciones ya no existen. Ahora dependemos principalmente del sector privado.

Sea como sea, en el sector público o en el privado, hacen falta científicos para desarrollar las vacunas, los fármacos y para establecer las estrategias de lucha más adecuadas contra la Covid-19. De un modo similar a lo que ocurre con los recortes en salud, los medios materiales se pueden conseguir relativamente rápido. Pero formar a un científico autónomo requiere alrededor de 11 años.

Si a esto le unimos una burocracia enorme a la vez que ineficaz vemos que el futuro de nuestra ciencia no resulta halagüeño.

Valoramos tan poco a nuestros científicos, que en la institución donde trabajo, los jóvenes investigadores (que casi siempre son las personas de mejores expedientes y currícula de sus promociones) ganan menos que los camareros del bar. Y algo similar ocurre con los jóvenes médicos y enfermeras.

Además, los recortes en educación y los desastrosos planes educativos facilitan la proliferación de negacionistas de la Covid-19, antivacunas, partidarios de pseudoterapias, etc.

La falta de una educación sólida dificulta que la gente sea capaz de tener el suficiente criterio como para comprender la amenaza real de la Covid-19. Así, en vez de esforzarse en adoptar conductas que frenen la expansión del coronavirus, proliferan comportamientos que producen decenas de miles de muertos.

Existe una norma no escrita pero escrupulosamente respetada en los trabajos científicos: nunca entrar en política. Se publican decenas de miles de «papers» científicos al año sin que ninguno entre en política.

Por eso resulta tan inaudito que la editorial de The Lancet apunte al conflicto político entre algunas autonomías y gobierno central como una de las causas responsables de nuestra desesperada situación.

Los expertos son muy claros: como en la guerra, para enfrentarse con éxito a una pandemia debe haber un solo mando. Mejor que fuese conjunto a nivel europeo. Al menos que fuese el mismo para toda España. El enfrentamiento político en la Covid-19 cuesta decenas de miles de muertos.

No podemos olvidar que, a diferencia de lo que hacemos aquí, los países a los que les fue bien tuvieron un sistema de decisiones centralizado. China consiguió aplicar los mismos procedimientos para 1.400 millones de personas. Nosotros no conseguimos hacer eso para 47 millones. Pero tenemos muchos más contagiados y más muertos que China. Y nuestra economía va peor.

Nuestros políticos no hacen sus deberes: millones de PCRs, decenas de miles de rastreadores, aislar a todos los afectados. A cambio nos engañan. Su caradura es infinita. Un ejemplo: Se acaba de presentar triunfalmente un estudio de coronavirus en aguas residuales diciendo literalmente que «equivale a hacer miles de PCRs». ¿Cómo el viceconsejero de salud pública y plan Covid-19 que afirma tal disparate puede saber por ese estudio de aguas residuales quien está contagiado y aislarlo? ¿Acaso va a hacer un estudio en cada WC?

La falta de acierto

La última causa que queda por analizar está muy ligada a la política: es la falta de acierto del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad y de su director, el mediático Fernando Simón. Con predicciones como las de Fernando Simón asegurando que tendríamos muy pocos casos de Covid-19 en nuestro país y que no serían problema pues disponemos de la mejor sanidad del mundo, la catástrofe es segura.

En estos momentos nuestro país está preocupado porque los políticos intentan controlar al poder judicial. No me meto en ese tema porque los científicos no hablamos de política, pero piensen en lo dramático que es, y las consecuencias que tiene para nuestra vida, que los políticos nombren y controlen a los técnicos que tienen que decidir sobre cuestiones tan importantes como la Covid-19.

No se puede hablar de la competencia científica de Fernando Simón. No es un científico. Sus aportaciones a la ciencia son absolutamente intranscendentes. Si hacemos algo tan típico como «enchufar» a incompetentes en puestos tan relevantes y empecinarnos en mantenerlos pese a su probada ineficacia, la catástrofe está asegurada.

Hay que ser claro: nuestro futuro es pésimo.

El profesor Jeffrey Shaman, el experto que hasta la fecha más acertó en sus predicciones sobre la Covid-19 insiste en que, aunque consigamos una vacuna el SARS-CoV-2 ha venido para quedarse. Seguirá habiendo brotes anuales de Covid-19 durante mucho tiempo.

En España además de políticos y camareros hay excelentes ingenieros, químicos, matemáticos, empresarios, obreros cualificados, agricultores, ganaderos... Podemos cambiar. Podemos hacerlo.

Cambiemos.