¿Existen «virus buenos» que podemos utilizar para atacar a las bacterias?

¿Existen «virus buenos» que podemos utilizar para atacar a las bacterias?

¿Existen «virus buenos» que podemos utilizar para atacar a las bacterias?

Conocemos ya de sobra a los virus. Un «ser» tan pequeño y simple que se debate entre la vida y la química orgánica. Un «ser» que ha hecho que el supuesto animal más avanzado, aquel que fue capaz de llegar a los polos y hasta la Luna, haya tenido que recluirse en casa para evitar la muerte de millones de sus congéneres.

Pero hasta la aparición del coronavirus, la emergencia sanitaria más preocupante para la Humanidad eran las bacterias resistentes a antibióticos.

Y ¡cuidado! porque eso no es un hecho pasado. Cuando el coronavirus esté realmente bajo control, ojalá que más pronto que tarde, las resistencias bacterianas continuarán con nosotros, extendiéndose peligrosamente.

Enfermedades bacterianas

Las bacterias son otro de los grandes grupos de microorganismos que nos pueden causar enfermedades.

Enfermedades bacterianas son la sífilis, la difteria, la tuberculosis, la lepra, el tétanos, el tifus, carbunco, cólera, listeriosis… pero también las «placas» que nos salen en la garganta o algunas diarreas por comer algo en mal estado.

Lo fundamental para evitar estas enfermedades es, sin duda, combatir a la bacteria. Y por eso fue tan revolucionario el descubrimiento de la penicilina por Fleming.

Supuso un cambio global en la medicina, algo sin precedentes y cuya capacidad de salvar vidas solo es equiparable a las vacunas y a la higienización del agua.

Fleming había descubierto una molécula capaz de atacar a las bacterias. Había dado inicio a la era de los antibióticos.

Pero la cada vez mayor extensión de cepas resistentes a los antibióticos hace que estas armas moleculares sean más inefectivas día tras día. Enfermedades que ahora nos parecen nimias volverán con fuerza. Y aún no tenemos armas nuevas con las que hacerles frente.

Gran parte del sistema médico, basado en el uso de antibióticos para el control de infecciones, podría colapsar de no encontrar nuevas soluciones. Y no es un problema a futuro, es un problema totalmente presente: antes de la pandemia, en España ya morían más personas por resistencia a antibióticos que por accidentes de tráfico. Y el número estaba aumentando cada año.

Para 2050, la resistencia a los antibióticos será la mayor causa de mortalidad en el mundo.

Bacteriófagos: virus que atacan a las bacterias

Hasta la parálisis investigadora que para otras enfermedades ha supuesto el coronavirus, gran parte de la microbiología se focalizaba en descubrir y desarrollar nuevas soluciones para poder derrotar a estos peligrosos microorganismos.

Pero para encontrar otro posible remedio a las infecciones bacterianas tal vez haya que remontarse a los turbulentos principios del siglo XX.

En ese tiempo, antes de que Fleming abriera el camino para el desarrollo de los antibióticos, se exploraban otras vías que consiguieran eliminar la bacteria del cuerpo infectado. Y una de las más prometedoras eran los bacteriófagos

: virus que atacan a bacterias.

Puede sonarnos raro. La población en general considera a los virus como agentes portadores de enfermedades en humanos y animales. Pero los virus son un grupo tremendamente amplio. Podemos encontrar virus que infecten a todos los grupos de seres vivos del planeta. Hay virus de insectos, de plantas, de protozoos, de hongos… ¡Y hasta hay virus que infectan a otros virus!

Pero sin duda, entre todos los tipos de virus hay un grupo que destaca por su diversidad, versatilidad y potencial sanitario: los bacteriófagos.

Estos virus son capaces de infectar bacterias de una forma similar a como el SARS-CoV-2 infecta a los humanos, por ejemplo. Insertan su material genético en el interior de la célula bacteriana y empiezan así un ciclo que logra hacer docenas de copias del virus en cuestión de minutos.

Si el virus realiza el «ciclo lítico» (es el método de reproducción viral que involucra la destrucción de células infectadas) la bacteria acaba muriendo y liberando a todos los virus al exterior. Cientos de virus recién creados que volverán a infectar nuevas bacterias. Y si el virus es especialmente virulento, la población de bacterias quedaría extinta en cuestión de horas.

Hay diez veces más bacteriófagos que bacterias

No se trata de especímenes raros o cuyo encuentro sea ocasional. Los bacteriófagos están en todo el mundo y su cantidad es abrumadora. Se calcula que los fagos tienen una masa total 10 veces mayor que la masa total de bacterias. Unos 1.000.000.000 (mil millones) de megatoneladas.

Son particularmente comunes en el mar, pero podemos encontrarlos hasta en nuestro propio cuerpo, infectando las bacterias de nuestra piel, mucosas e intestino.

Ahora imaginemos que una persona tiene una grave infección bacteriana. Si su sistema inmunitario no la detiene, la bacteria puede crecer indiscriminadamente llevando a la persona a la muerte. La progresión podría ser muy rápida y acabar con la vida humana en un tiempo muy corto.

Pero… ¿y si apareciera un bacteriófago que destruyera las bacterias?

¿Qué es la fagoterapia?

En eso se basa la fagoterapia: controlar una infección bacteriana infectando a esas bacterias con un virus que les resulte mortal.

Su investigación daba indicios de poder llegar a ser un gran tratamiento. A principios del siglo XX fueron incluso utilizados exitosamente para acabar con disenterías hemorrágicas causadas por la bacteria Shigella. Pero la gran eficacia de los antibióticos detuvo su progreso científico en la mayoría de los países. Sólo en unos pocos países bajo el telón de acero se continuó con su investigación.

Por lo tanto, su desarrollo e implementación en la mayor parte del mundo dejó de avanzar. Hasta que todo empezó a cambiar cuando los antibióticos empezaron a debilitarse como arma contra las bacterias.

La fagoterapia, casi 100 años después de que los antibióticos la apartaran del panorama investigador, podría encabezar la nueva terapéutica contra las bacterias una vez que el coronavirus SARS-CoV-2 deje de acapararlo todo.

Actualmente su utilización clínica sólo está permitida en los países que continuaron investigándolos: Rusia, Georgia y Polonia. Otros como Francia, Reino Unido o Estados Unidos también lo han probado pero en casos excepcionales.

Si se desarrollara ampliamente la fagoterapia tendríamos una nueva gran arma para vencer a las infecciones.

No sólo eso, sino que los bacteriófagos podrían ser incluso más seguros y específicos que los antibióticos.

Los bacteriófagos son virus, sí, pero muy distintos en sus características de los virus que podrían afectarnos a nosotros. Serían absolutamente incapaces de infectar a nuestras propias células.

Además, son específicos incluso para las bacterias. Sólo atacarían aquellas células para las que estén diseñados, sin afectar a los otros millones de bacterias que residen en nuestro organismo y que resultan no sólo beneficiosas, sino necesarias para nuestra vida.

No es algo futurista

Hace un siglo ya se utilizaron con éxito y pueden ser el futuro en el tratamiento de infecciones bacterianas. Pero también es presente. Los bacteriófagos ya han salvado vidas humanas en nuestro siglo. Y no son algo futurista.

En varios ensayos clínicos en países occidentales ya se ha observado su eficacia frente a infecciones causadas por súperbacterias como Pseudomonas aeruginosa multirresistente. Y en procesos tan diversos como úlceras en la pierna, otitis crónicas, diarreas o infecciones de orina.

Pero sus aplicaciones van más allá de la clínica humana. También pueden ser utilizados para infecciones animales, limitando así la utilización de antibióticos que puedan llegar a los alimentos que consumimos, así como en infecciones bacterianas de cultivos vegetales.

Y otro de los campos donde cuentan con un gran potencial es en la industria alimentaria.

Desde 2007 está aprobado para su uso comercial un producto constituido por fagos capaces de infectar bacterias del género Listeria, causantes de brotes de listeriosis por consumo de alimentos contaminados, como el ocurrido en España con la famosa carne mechada hace poco tiempo.

Estos virus son capaces de eliminar específicamente las bacterias causantes de esta enfermedad sin alterar las propiedades del alimento. Y, por supuesto, sin infectar a ninguna persona.

Los bacteriófagos pueden presentarse como una de las grandes esperanzas de la humanidad, pero seguramente no vayan a ser una solución definitiva contra las bacterias patógenas.

Es de suponer que, igual que ha ocurrido con los antibióticos, se difundan resistencias contra los fagos que inhabiliten el tratamiento. Pero hasta el momento su investigación ha sido muy limitada y, por lo tanto, es altamente probable que no se haya alcanzado aún su máximo potencial.

Es verdad que un virus acaba de ser capaz de acorralarnos y hacer que nuestras vidas se detengan. Pero otros virus, los bacteriófagos, podrían ser el arma que ahora mismo más necesitamos frente a las bacterias. Unos microorganismos que, no lo olvidemos, también se han cobrado millones y millones de vidas

Allá donde las bacterias nos presenten un problema, los bacteriófagos podrían darnos la solución.