BALÓN DE ORO 2015

Una gala de la FIFA sin presidente... ni gritos de celebración

Sancionado Blatter, el camerunés Hayatou representó a la FIFA en el Balón de Oro, que volvió a encumbrar a Messi: el argentino lo celebró con discreción, a diferencia del grito de CR7 el año pasado

Alves, Neymar, Messi, Robert Fernández e Iniesta durante la gala de los FIFA Balón de Oro 2015

Alves, Neymar, Messi, Robert Fernández e Iniesta durante la gala de los FIFA Balón de Oro 2015 / sport

Javier Giraldo (Zurich)

El Balón de Oro volvió a manos de Leo Messi en una gala extraña, organizada por una FIFA descabezada, con Joseph Blatter ausente por la sanción de ocho años que pesa sobre él y que le deja fuera de las próximas elecciones a la presidencia de la organización del próximo mes de febrero.

Para Blatter, el segundo lunes de enero siempre fue su día grande: el día en el que se rodeaba de los tres mejores futbolistas del mundo y centraba todas las miradas del mundo del fútbol. El Balón de Oro era su día de gloria.

Hace un año, el presidente suspendido de la FIFA salía sonriente en la foto. Pero esta noche no hubo ni rastro de Blatter en la gala que encumbró a Messi. La FIFA vive días convulsos, de plena transición. Ha sido un año especialmente duro para la FIFA, que en febrero volverá a tener presidente.

Así que en ausencia de Blatter, le tocó el turno a un camerunés melancólico y sin carisma: Issa Hayatou, presidente en funciones de la FIFA, abrió la gala con un discurso de buenas intenciones. “Se abre un nuevo capítulo en la historia de la FIFA. Habrá reformas”, prometió. Prometió aire fresco en los despachos de Zurich, pero pocos de los invitados a la gala parecieron tomárselo en serio.

Con o sin presidente en la FIFA, el Balón de Oro tiene vida propia: tanta que funciona por sí solo, con unos mecanismos que se ponen en marcha en pleno verano y que desembocan a primeros de año, con los premios anuales.

El Barça volvió a ser el rey de la fiesta: Luis Enrique fue elegido mejor entrenador del año, aunque curiosamente, el único que aceptó la invitación de la FIFA fue Jorge Sampaoli, que cruzó el charco con la intención de recoger el premio y de charlar con sus colegas de profesión. Al final, ni una cosa ni la otra. “Luis Enrique merece el premio: tuvo un año fantástico”, concedió el seleccionador de Chile, que sin embargo, se declara admirador de Guardiola. “Cuando quiero ver jugar a un equipo, veo al Bayern”.

Con o sin presidente, la FIFA entregó sus premios con normalidad: nadie echó de menos a Blatter, desaparecido de escena con carácter indefinido mientras caían los galardones: a Samuel Eto’o le correspondió la presentación del once ideal (solo faltó Neuer, aunque se habló más de la llamativa chaqueta de Pogba que de la ausencia del alemán), Gerald Asamoah recogió el premio al Fair Play en nombre de todos los clubes que ayudan a los refugiados y Carli Lloyd se llevó el Balón de Oro femenino.

La gala también tuvo un guiño al fútbol modesto: un futbolista anónimo, de nombre Wendell Lira, se llevó el premio Puskas al mejor gol del año. Lo marcó en un partido del Goianés, en el fútbol modesto brasileño, ante 342 espectadores. Nada que ver con la purpurina que rodea a Messi y compañía, pero Lira al menos pudo darse el gusto de batir al mejor jugador del mundo, que también aspiraba al premio.

El gran momento llegó cuando Kaká abrió el sobre con el nombre del ganador. El último ganador del premio antes del dominio de Messi y de Cristiano confirmó lo que todo el mundo esperaba. Messi subió al escenario para recuperar el cetro “después de dos años ahí abajo, mirando cómo lo ganaba Cristiano”.

No hubo lugar para las lágrimas ni para los gritos fuera de tono, como el de Cristiano el año pasado. Con un traje más discreto que en años anteriores, Messi pronunció un discurso sencillo, simple y emotivo. “Esto es más de lo que me imaginaba cuando era chiquito”, dijo. No le hizo falta gritar.