El tridente se reinventa

El tridente funcionó con el nuevo dibujo

El tridente funcionó con el nuevo dibujo / EFE

Ivan San Antonio

Ivan San Antonio

Si el fútbol solo fueran números, no habría sido nunca el deporte rey. Por eso las cifras de Griezmann son más que notables en su primera temporada, pero las sensaciones no acompañan a la estadística. Y es que Antoine logró en Villarreal su decimoquinto gol en la presente campaña, una marca que hay que valorar porque supone igualar los mismos tantos que marcó Neymar, también, en su año de debut vistiendo la camiseta blaugrana.

LA FÓRMULA DEL ÉXITO

El partido que jugó Griezmann en Villarreal permite soñar a los blaugrana. Por muchos motivos. No se trata solo de la felicidad que transmitió su juego, de la sonrisa que emanaba de cada una de sus acciones. También el momento es importante: su, seguramente, mejor partido con la camiseta del Barça, además, llegó tras el episodio más polémico desde que llegó al club, su entrada al césped en los minutos de descuento ante el Atlético, una situación que provocó el enfado público de su hermano y de su padre, manifestado a través de las redes sociales. 

Pero el fútbol tiene la capacidad de cambiar el estado de ánimo de un colectivo en lo que tarda un futbolista como Griezmann en resolver una pisada de Messi convirtiéndola en

y un abrazo sincero con el mejor futbolista del mundo, ese sobre el que resposa todo un club como el Barça.

LA TECLA DE SETIÉN

Enganchado a la banda, Antoine se había convertido en un futbolista más, un jugador por el que nadie habría pagado 120 millones de euros, ni depositado su cláusula de rescisión para comprar su libertad. Su fútbol era previsible y romo, alejado del que exhibía en el Atlético y en la selección francesa. Pero el problema nunca pudo ser del jugador, sino de quien debe poner las bases para que el jugador brille. Nadie sabe si Setién ha llegado a tiempo para que esta temporada su aportación acabe siendo decisiva para ganar títulos. Eso ya se verá. La Champions se juega en agosto en Portugal y lo visto en Villarreal, por lo menos, permite recuperar el optimismo, la fe y, sobre todo, la convicción de que, si las piezas se colocan de la forma adecuada, el equipo es capaz de jugar muy bien a fútbol y pelear con cualquier rival. De eso es de lo que, al final, se trata, de extraer lo mejor de cada futbolista.

UN TRIDENTE FELIZ

Ni una sola queja, ni un solo gesto que permitiera preocuparse. Solo alegría y buen rollo. Eso fue lo que transmitieron Griezmann, Messi y Suárez en La Cerámica. Como si estrenaran zapatos, como si, después de mucho tiempo sin hacerlo, volvieran a disfrutar del fútbol. La nueva posición de Messi y Antoine acabó de un plumazo con esa idea incrustada en la mente culé según la cual nadie puede jugar al lado del ‘10’ ejerciendo labores similares. Setién demostró, empíricamente, que esa hipótesis era falsa, pese a considerarse una ley de la física durante demasiadas temporadas. Y, por si fuera poco, ambos también pudieron conectar, sin estorbarse y mezclándose como si de una danza coral se tratara, con Suárez. Ahora falta dar continuidad a lo visto en Villarreal porque cada partido es una historia, pero la prueba de que el tridente puede (y debe) entenderse está ahí.