Toshack: "Yo fui el artífice de que no echaran a Cruyff"

Toschak, en la entrevista que ofreció para SPORT

Toschak, en la entrevista que ofreció para SPORT / sport

Guillem Balagué

Guillem Balagué

John Toshack, de 71 años, ha llegado a ese periodo en la vida donde no tiene que rendir cuentas a nadie. Bien pensado, nunca ha sido de los que se ha dejado influenciar en demasía. Charlando en el patio de su casa en Vallvidrera, surgen mil historias. Como que fue el último entrenador en llevar a la Real a una final. Su papel en el Dream Team de Cruyff. O la historia de los cerdos sobrevolando el Bernabéu.

1. ¿Qué problemas se encontró al llegar a la Real Sociedad?

JT: Tuve un periodo chungo el primer año. Jugamos un partido de Copa contra el Oviedo y perdimos. Al final del partido, el médico me dijo: “¿A qué hora nos vamos mañana?”, dije las 4 de la mañana y todos se quedaron pasmados. Cuando llegamos a San Sebastián había cámaras y periodistas por todas partes. Recuerdo haber dicho cuánto me gustaban las competiciones de copa y cómo no deberíamos haberla dejado tan temprano ante un equipo de segunda división. Muchos aficionados estuvieron de acuerdo, pero hubo un fuerte contingente de seguidores vascos preguntando cómo este ogro hacía que los jugadores se levantaran a las 4 de la mañana. Dije que había muchas personas en San Sebastián que trabajaban en barcos, o que van a las fábricas. Muchos seguidores dijeron que eso era lo que se necesitaba y la Real Sociedad, que nunca había jugado o ganado una final de Copa, ganó la Copa al año siguiente, ante el Atlético de Madrid de Luis Aragonés y al año siguiente llegamos a la final nuevamente, cuando fuimos derrotados por el Barcelona. Por cierto, si no nos gana el Barcelona, podrían haber echado a Johan Cruyff, con lo cual yo soy en parte responsable del Dream Team (risas)

2. Fue leyenda del Liverpool, jugando al lado de Kevin Keegan, y casi se convierte en entrenador. ¿Su sueño malogrado?

JT: Ese era mi único objetivo estando en el Swansea. Bill Shankly me dijo: “Lo estás haciendo bien, hijo, y un día regresarás como preparador”. En Swansea tuvimos tres ascensos en cuatro años y en octubre de 1981 éramos los primeros de la primera división. Bob Paisley estaba a cargo del Liverpool en ese momento y anunció que se retiraría al final de la temporada. Me dijeron que yo sería el siguiente, su sucesor, pero luego el Liverpool terminó ganando la liga, y Bob dijo “me quedaré un año más, para asegurarme una buena pensión”. ¡Yo ya le había dicho al presidente de Swansea que me iba a ir! Me golpeó muy, muy duro y afectó a mi trabajo al año siguiente, de eso no hay duda, cuando el Swansea descendió. Más adelante en mi carrera, a menudo diría que quería ir al Liverpool, pero como no pudo ser, me tuve que conformar con el Real Madrid (sonrisa).

3. ¿Cómo lidió con la política de jugadores vascos vigente en ese momento en la Real Sociedad?

JT: Fue extremadamente desafiante, pero muy gratificante. En aquel entonces no podías simplemente salir y comprar un lateral derecho. Tenías que trabajar con lo que tenías. Debías mover cosas y colocar jugadores en diferentes posiciones donde otros clubes podían usar a un jugador en una sola posición. Hay gente que dice que fui un entrenador afortunado, pero perdí  a Arconada, que era un dios en la Real Sociedad, en mi primer partido, contra el Celta Vigo. Estuvo sin jugar diez meses. Tenía dos porteros jóvenes que no habían jugado aún en el primer equipo y no podía ir al mercado de fichajes.

4. ¿Cuáles es su recuerdo de la final de la Copa del Rey que ganó con la Real Sociedad?

La final fue contra el Atlético de Madrid en Zaragoza. Ellos eran los claros favoritos, vinieron muchísimos aficionados. Fue un encuentro fantástico que terminó 2-2 y estaba muy contento cuando fuimos a los penaltis porque teníamos a Arconada en la portería. Muy a menudo las personas piensan en quién va a ejecutar los penaltis y se olvidan del portero. Yo estaba confiado porque sabía lo que pensarían los jugadores del Atlético de Madrid cuando le viesen bajo los palos. Y tenía razón. Ganamos 4-2 y ni siquiera tuvimos que tirar el quinto penalti. 

Me encantaba todo de la Real Sociedad como club. Pasé diez años allí en tres momentos diferentes, lo que lo dice todo, e ir allí y ganar la copa -sigue siendo la única vez que la han ganado- les dio un impulso a todos: a los directivos, a los simpatizantes y a los jugadores más jóvenes que acababan de reemplazar a la vieja guardia y que durante tantos años tuvieron que escuchar tantas historias del gran equipo del pasado que había ganado dos ligas. 

5. Y luego el Real Madrid. ¿Cuál fue su primera impresión al llegar?

JT: El equipo había ganado las últimas cuatro ligas, pero fracasaba en Europa y cuando me incorporé me quedó muy claro que eso era lo que querían. Era una oferta demasiado buena como para rechazarla. Usé el mismo sistema que tenía en la Real Sociedad, con tres atrás. Ellos acababan de fichar a Oscar Ruggeri y a Fernando Hierro, y teníamos a Manolo Sanchís que hacía de líbero. Decidí poner a Ruggeri como líbero, y Sanchís y Hierro junto a él, y a la izquierda Gordillo, al que le encantaba atacar, con Chendo al otro lado. Frente a ellos tenía a Schuster, que no era quien más movilidad tenía, pero sí una visión fantástica. Esos eran mis seis hombres atrás. Y luego tenía a Michel, Butragueño, Martín Vázquez y Hugo Sánchez, quienes a la hora de defender no eran los más fuertes, aunque no parecía importar porque teníamos mucha pólvora.

6. Pero las cosas no comenzaron bien, ¿verdad?

JT: Ciertamente no. Desde el principio, la prensa me machacó diciendo que el Real Madrid no podía jugar con ese sistema ‘defensivo’. Empezamos contra el Gijón y ganamos 2-0, pero tuvimos problemas y la prensa insistía: el Madrid no puede jugar así. En el siguiente partido entre semana en Mallorca, con el mismo sistema, empatamos a cero. Y lo mismo por parte de la prensa, ¡!bam, bam, bam!! Y otra vez cuando empatamos 0-0 en Castellón. Pero no tocamos nada y en el siguiente partido vencimos al Valencia 6-0. De marcar dos goles en tres partidos, pasamos a marcar ocho en cuatro. A partir de entonces no miramos hacia atrás y terminamos la temporada con 107 goles, que fue un récord. ¡No está mal para un equipo defensivo!

7. ¿Cuáles crees que fueron los puntos cruciales en tu carrera?

JT: Para un entrenador los partidos más importantes no siempre son los que ganas. Oviedo para mí fue un verdadero punto de inflexión. Al perder en Oviedo y levantar a los jugadores a las cuatro, parecía estar pidiendo al club que me despidiera. De hecho, muy probablemente lo habrían hecho. Pero resultó que fue, seguramente, una de las mejores cosas que hice. Quién sabe, tal vez los jugadores cada vez que jugaban pensaban ‘si nos ganan hoy, nos levantaremos a las cuatro de la mañana’. Sea lo que sea, funcionó.

8. ¿Cuál fue la historia de los cerdos que vuelan sobre el Bernabéu?

JT: ‘Los cerdos pueden volar’ es una frase muy común utilizada en el Reino Unido, es una forma de decir que no hay absolutamente ninguna posibilidad de que alguien haga algo que se le pide que haga. Ese fue el contexto en el que la utilicé cuando Ramón Mendoza me pidió que me disculpara después de haber criticado públicamente al equipo tras una mala actuación contra el Rayo Vallecano. Luego me dijo que en el Real Madrid “lavamos la ropa sucia dentro “. Le dije que había pasado las últimas dos semanas tratando de secarla en el interior sin éxito, y como nadie me había prestado atención, pensé que podría tratar de secarla fuera por una vez.

9. ¿Es difícil elegir el equipo adecuado cuando las cosas no van bien?

JT: Cuando el equipo juega muy mal y vuelves a casa, a veces piensas: “el segundo equipo está jugando bien de momento, los cambiaré a todos”. Luego los ves el lunes y piensas “No puedo cambiarlos a todos, así que cambiaré unos ocho”, y luego los ves entrenar el martes y han mejorado, así que dices: “tal vez haga cinco cambios” y luego, el jueves, los tres por los que estaba realmente preocupado se han animado un poco y miras a los que ibas a poner en su lugar y te preguntas: “¿Están listos?”. Y luego te dices a ti mismo que hay dos jugadores que definitivamente vas a quitar y luego piensas que si dejo a esos dos fuera, en realidad los culpo por la derrota. Terminas jugando los mismos cabrones de siempre.