El sueño incompleto de Ferrer

Jugó un partido con el primer equipo, pero no tuvo continuidad pese a su gran talento

Con el fallecimiento de Miquel Ferrer se fue el último integrante de la plantilla azulgrana de las Cinc Copes

Ferrer, de pie, a la derecha, en el partido que jugó con el primer equipo del FC Barcelona

Ferrer, de pie, a la derecha, en el partido que jugó con el primer equipo del FC Barcelona / Familia Ferrer

David Salinas

David Salinas

El pasado 2 de enero, a la edad de 89 años, falleció en Salou Miquel Ferrer Aymamí (Les Borges del Camp, Tarragona, 27 de noviembre de 1931), futbolista formado en la cantera azulgrana que disputó un partido con el primer equipo la temporada 1951-52, la que pasó a la historia como la de las Cinc Copes.

Ferrer empezó como interior por banda izquierda y destacó en el Amateur, alineándose junto a jugadores de más edad, y ganándolo todo (campeonato de Catalunya y de España) la temporada 1948-49. Ese equipo, el primero catalán que hizo este espectacular doblete, estaba capitaneado por el histórico Ramon Llorens y lo integraban Garriga; Roma, Blanch, Llavería, Biosca, Vallés; Martí, Bosch, Aloy, Ferrer y Manchón. Tres de ellos, Biosca, Bosch y Manchón harían carrera con el primer equipo. Aloy y Ferrer también llegarían a la cima azulgrana. El primero, un gran goleador, disputó 17 partidos oficiales (5 dianas). Ferrer, solo uno.

El ingreso de Ferrer en el Barça fue de rebote. Acompañó a un amigo a una prueba y lo ficharon a él. Por timidez, tenía 14 años, no se animó a jugar y esperó sentado en la grada, hasta que Llorens, el entrenador y cazatalentos, le animó a participar. Y lo fichó. Le dijo que al día siguiente pasara con su padre por las oficinas del Club, en el Pasaje Méndez Vigo, para formalizar la inscripción. Y así lo hizo. El amigo de Ferrer ya se lo había advertido: “Si tú también haces la prueba, la pasas”. Sabía de lo que hablaba porque conocía a su amigo y el fútbol que desarrollaba durante los recreos en los Escolapios.

La gran oportunidad le llegó el 30 de septiembre de 1951, en Les Corts, en un Barça-Valencia de Liga correspondiente a la cuarta jornada. El equipo de Daucik llegó a la cita con muchas bajas —Escudero, Szegedi, Seguer, Aldecoa y Martín— y el técnico miró a La España Industrial, el filial, apostando por Ferrer. El canterano, de 19 años, se alineó en la zona ancha formando pareja con Gonzalvo III, el menor de la gran zaga. No era su posición natural. El Barça empezó abriendo el marcador por mediación de Aloy pero a partir de ahí fue desdibujándose hasta quedar netamente superado por el Valencia, que acabó imponiéndose por 1-3.

Recuerdos

SPORT habló hace un tiempo con Ferrer y, con la perspectiva que dan los años, Miquel recordó la que fue su presentación y despedida del primer equipo. Humilde y transparente, confesó que no cuajó, que no se atrevió a hacer su juego, sus cosas... Siempre había destacado por su fútbol técnico, de toque, pero no se soltó, no arriesgó. “Fui todo nervios”, admitió. No dar su mejor versión y la terrible competencia que había en las posiciones en las que él podía jugar fueron listones muy elevados para un chaval de su edad. Regresó a las filas de La España Industrial. Y volvió por sus fueros. Con el filial logró el ascenso a Primera (1952-53), que finalmente no se concretó por cuestiones deportivas y burocráticas.

La idea de Ferrer era seguir en el equipo de Hostafrancs y jugar hasta que el fútbol dejara de interesarle, pero el fichaje del ovetense Mandi por el Barça hizo que, animado por sus compañeros Aloy y Duró, entrara también en la operación y accediera a jugar en el equipo asturiano. Así, entre el curso 1954-55 y el 1957-58 brilló en el Oviedo, en Segunda, donde trató de imponer su estilo: balón a ras de suelo, juego asociativo, apoyo al compañero... Fue bautizado con el sobrenombre de “motorín” por su empeño en desterrar el fútbol de patadón que se imponía entonces. Logró el ascenso en su última temporada y pudo volver a jugar en Primera para tomarse la revancha siete años después, pero lo dejó como consecuencia de las secuelas dejadas por una lesión en la rodilla tras caer estando sentado en una valla del campo. Dijo basta y colgó las botas. Ni el entrenador del Oviedo, el ex portero del Barça Fernando De Argila fue capaz de convencer al entonces capitán ovetense. Ni Daucik, el entrenador que lo hizo debutar con el Barça, entonces en el banquillo del Atlético de Madrid, pudo hacerle cambiar de opinión. “Las cartas estaban echadas”, reconoció. Y se fue.

Nueva vida

En Barcelona empezó una vida alejada del fútbol. Se casó con su novia Montserrat y trabajó en el negocio familiar, de material eléctrico. Graduado como perito industrial, pasó página con satisfacción a una etapa de su existencia después de comprobar que habría podido vivir del fútbol si se lo hubiera propuesto, pero sus prioridades habían cambiado. Lo primero era la familia y el trabajo. Por expreso deseo de Miquel Ferrer, sus restos mortales reposan ahora en el cementerio de Les Borges del Camp, junto a los de sus progenitores, muy cerca del campo municipal de fútbol.