Rodrygo, un aprendiz de crack sin estridencias

Joaquim Piera

Joaquim Piera

Rodrygo remite a Neymar Jr. en su faceta de futbolista. Fuera del campo, sin embargo, su comportamiento es antagónico. Si el ex del Barça, desde su etapa en el Santos, nadó cómodo en medio de mil y una polémicas mediáticas (que nunca influyeron en su rendimiento), su heredero, el joven Rodrygo Goes, de 17 años, ha optado, voluntariamente, por un perfil mucho más bajo.

El extremo del Santos, pretendido por el FC Barcelona, alimenta la imagen de buen chico, con un comportamiento inmaculado. “No se le conoce ningún acto de indisciplina desde que llegó al Santos FC con solo 11 años”, recordaba la semana pasada una fuente del club a la prensa brasileña.

A Rodrygo le gusta pasar desapercibido, quizá por su timidez. Tiene un entorno familiar muy bien estructurado. Vive en Santos, en un piso que su actual club le dio, con su padre, Eric, su madre, Denise, y su hermana, la pequeña Ana Julia, nacida en este 2018.

Su padre, Eric Batista de Goes, fue futbolista profesional hasta el 2017, cuando colgó las botas para cuidar de la carrera de su hijo, a quien el Santos FC ya veía como un astro en potencia. Eric, que jugaba de lateral derecho, actuó en equipos del Campeonato Paulista y en clubes que han tenido etapas de éxito en el panorama brasileño como el Guaraní, el Criciuma o el Ceará. Ahora es ojeador de la agencia de futbolistas, que gestiona la carrera de su hijo desde 2011. Su gran virtud es no ser un padre intervencionista, que deja las negociaciones en manos de profesionales.

En casa, Rodrygo siempre escuchó que tenía que comportarse con responsabilidad. La disciplina y la seriedad en la alimentación, en las horas de descanso y en los entrenamientos han hecho que desde muy joven el futbolista pretendido por el Barça haya tenido una rutina propia de un futbolista profesional.

Y un reflejo de ello es la obligación de continuar con los estudios, por mucho que sea un crack que llama la atención de los grandes clubes europeos. Rodrygo aún está cursando la enseñanza secundaria. De lunes a viernes acude por la noche, en un instituto público de Santos, con la dificultad que supone conciliar los horarios de clase ahora que ya se ha integrado, definitivamente, a la dinámica de entrenamientos del primer equipo del Santos, donde es titular indiscutible.

Rodrygo mantiene el mismo círculo de amistades que hizo en su infancia cuando se trasladó a vivir en Santos, en 2011, con 11 años, para incorporarse en el Peixe. “Son chicos normales, que hacen las cosas típicas de jóvenes”, indican desde el Santos FC.

De religión evangélica, Rodrygo participaba de los cultos religiosos que oficiaba hasta el año pasado el exbético Ricardo Oliveira, cuando éste estaba jugando en el Santos (en este 2018 lo hace en el At. Miniero, de Belo Horizonte).

Rodrygo es un crack mundial en potencia. El Liverpool, y ahora el Barcelona, ya han llamado a su puerta cuando aún no tiene ni edad para conducir un coche. Su fútbol técnico, de regate, típico de la escuela clásica brasileña, le ha hecho acumular elogios, y los técnicos del Santos, y la prensa de su país le auguran un gran futuro.

Este escenario, sin embargo, no le ha hecho cambiar en nada el estilo de vida austero de un joven que quiere ser conocido por su juego y no por el ruido mediático que pueda generar. Y esta postura ya le ha hecho firmar su primer contrato publicitario, de una marca de productos electrónicos.