Tres puntos de sutura para un Barça en construcción

El Camp Nou, ese estadio en el que solo anima, valga la redundancia, la Grada d'animació, presenció un primer tiempo anodino. Según la RAE, "insignificante, ineficaz, insustancial". Hubo diferencias, bastantes, respecto al espectáculo dado en Granada, suficientes como para que el Barça se fuera al descanso ganando, pero no suficientes como para cambiar el estado de ánimo de los culés, eso que lo mide todo.

Entró Messi de titular, De Jong, el mejor en Los Cármenes, se fue al banquillo, por primera vez se vio al nuevo tridente y, sobre todo, se jugó en el Camp Nou. La clave de todo. Es poco probable que el Barça pierda algún partido esta temporada en casa si las cosas van como fueron ante los castellonenses. Porque es imposible que, haciendo tan poco, se llegue tan sobrado a la mitad del encuentro. Se perderá tan poco en casa como se ganará jugando así.

Y eso que, a los pocos minutos de señalar De Burgos el inicio del encuentro, Messi sirvió un córner que peinó Griezmann para sorprender a Asenjo y hacer el primero. Pa' la saca. Leo esperó al francés en la banda y el francés fue a por él. Se fundieron en un abrazo que zanjó todas las cuentas pendientes. No es momento de ser rencoroso. Cada vez que Messi tenía el balón pasaban cosas. Intentó habilitar a Suárez, a Firpo, a Arthur. No es que tuviera siempre el balón, es que, cuando lo tenía, todo adquiría una nueva dimensión. ¡Gracias por existir! Leo era un "eeeeeh" susurrado en la oreja del Camp Nou, que solo salía de su somnolencia cuando el '10' lo exigía.

Arthur agarró un balón a algunos metros de la frontal. Se giró, miró, se la puso bien... Mientras, el Villarreal atendía, como hipnotizado, al brasileño para no se sabe exactamente qué. Meleo disparó seco y preciso y marcó el 2-0. Fue un golazo aunque pareciera demasiado fácil.

Luego Messi se ausentó unos minutos porque notó algo en el muslo. Salió a calentar Dembélé y el Camp Nou quedó cubierto por una capa de hielo ante la que solo podía respirarse entrecortado. Fue un susto, sí, pero hay sustos que matan. Más tarde Ter Stegen, solidarizándose con Asenjo, hizo poco para desviar el disparo seco de Cazorla. A remar, que no hay nada hecho.

Sobre todo cuando, tras el descanso, los altavoces avisaron de la entrada de Dembélé por Messi. Lo primero que hizo Ousmane es echarla larga, ponerse a correr (páralo) y darle a Griezmann el segundo. Antoine remató defectuoso. En la siguiente jugada Cazorla volvió a probar a Ter Stegen. Córner tras desviar Piqué. O apretaban o costaría. Suárez, en mitad del tedio, era quien más se aburría. Remató tan mal un gran centro del Dembélé que sonrió forzado. Sin Mesi falta algo, el Barça se convierte en un ordenador sin internet, un polvo sin orgasmo. Y Leo no ha completado ni un solo partido esta temporada.

Valverde quiso dar un poco más de vida, de chispa, al centro del campo y entró De Jong. El Villarreal tuvo el empate, Suárez estorbó a Frenkie en el área visitante, Ter Stegen la sacaba en plancha evitando el peligro, Griezmann seguía en la banda, el dólar llegaba a máximos históricos y Dembélé no paraba de correr. Demasiadas cosas para que el culé estuviera tranquilo. 

Salió Suárez entre pitos (seguramente el Camp Nou no olvida que se borró para la final de Copa) y entró Ansu Fati. La primera que tuvo casi acaba en gol. Algo tiene el chaval, algo tiene en el alma. Y en las piernas. Porque la segunda casi acaba, también entre los tres palos. Su sola presencia cambió el partido y eso solo pasa, en el Camp Nou, con una persona... Ansu tuvo tiempo de provocar un penalti que Bengoetxea no quiso señalar y pidió el VAR. En directo lo era, en vídeo no. Luego Piqué probó una falta directa que sacó Asenjo y Griezmann quiso el doblete. Tres puntos de sutura para un Barça en construcción.