El regreso de Dembélé al Camp Nou

Dembélé, en el Camp Nou

Dembélé, en el Camp Nou / Javi Ferrandiz

Dídac Peyret

Dídac Peyret

Ousmane Dembélé (15-05-1997/Vernon) es el fichaje más caro de la historia del Barça, pero no tiene tics de estrella. De cerca solo parece un postadolescente tratando de disimular su timidez. Es el mayor de cuatro hermanos (un chicho y dos chicas), pero podría ser el pequeño.

Es flaco. Muy flaco. Y tiene unas piernas finísimas y estrechitas como las de un mosquito. Habla poco, pero lo hace con aplomo y una mirada vivísima. Cuando saluda, estrecha la mano con delicadeza.  

Su llegada al Barça ha sido como vida y su fútbol. Obligado a crecer rápido. Un sprint. Una carrera de vértigo que empezó en las calles de un barrio pobre con mucha delincuencia hasta el fútbol de élite con solo 18 años. Quizás por eso sigue impresionado con lo que pagaron por él y por el ruido que le acompaña en el Barça.

Su vida quizás necesitaba un pequeño respiro. Y le llegó en forma de lesión tras un verano incómodo que terminó con final feliz. Unos meses para recapitular. Un nuevo comienzo que arrancó en Balaídos con su regreso 111 días después. Dembélé reconoce que terminó el encuentro cansado, a pesar de haber disputado solo 20 minutos. Pero con buenas sensaciones. Sin molestias en el músculo que se desgarró en Getafe. 

Ahora asegura que está contento y entusiasmado con la posibilidad de tener un impacto inmediato en el equipo. Instalado ya en la ciudad –reside en una casa de la zona alta– aún le falta familiarizarse con el idioma.

En Alemania trataba de hacerse entender con el inglés. Ahora su reto es salirse de la zona de confort del sector francés del vestuario para lanzarse con el castellano. También conectar con un grupo que es un universo nuevo para él.

De ídolo a compañero

De pequeño un póster de Iniesta presidía su habitación, ahora es un colega de equipo.  “No estoy asustado de lo que vivo en Barcelona, sino impresionado”, reconocía el pasado mes de septiembre a este diario. Una sensación que todavía le persigue, porque aún vive su particular periodo de adaptación. Se nota incluso en los rondos, donde pasa buenos ratos tratando de alcanzar el balón de sus compañeros. “Aquí se juega de forma diferente, aquí hay más juego de pases, pero espero adaptarme rápido”,  reconoció en su presentación. 

Valverde también es consciente del proceso y pide calma con el futbolista. Nadie duda del talento de un jugador que ha impresionado al vestuario por su velocidad. En el césped es un competidor nato. Le gusta ser protagonista. Y disfruta del desafío individual. Su habilidad para frenar y acelerar, su juego ambidiestro y sus recortes definen el juego del delantero, una de las grandes apariciones del fútbol francés de los últimos años. 

El gran reto del mosquito será adaptar su fútbol, que mezclaba tan bien con el juego de ida y vuelta del Dortmund, al estilo más pausado del Barça. Con menos espacios y un juego posicional mucho más definido.

Hace dos años era solo un jugador amateur, ahora debe cargar con el peso de la expectativa. De un precio desorbitado. Y del recuerdo de Neymar, un futbolista al que se le compara desde hace años. La estabilidad del equipo y la más que posible llegada de Coutinho parecen quitar presión a un futbolista obligado a ir siempre a contrarreloj. 2018 parece el año del despegue definitivo de un delantero que ha llegado para marcar una época.