¿Qué fue de Romerito?: Ni un solo día de gloria

Romerito, pasado blaugrana

Romerito, pasado blaugrana / sport

Javier Giraldo

Javier Giraldo

Si Dios y la virgen de Caacupé me ayudan, debutaré ante el Madrid y ganaremos el partido”. A Julio César Romero Insfrán, ‘Romerito’, la virgen de Caacupé solo le ayudó a medias. 

Debutó, pero el Barça no ganó al Madrid aquella extraña noche del 1 de abril de 1989 en la que se precipitaron los acontecimientos: elecciones a la presidencia del club (Núñez le ganó el pulso a Sixte Cambra), un clásico sin goles en el Camp Nou y el estreno de un paraguayo llamado a marcar la diferencia y que tres meses después se despedía de la afición entre el pitorreo general y con fama de gafe. ‘Romerito’, perseguido por la Ley de Murphy, no tuvo ni un día de gloria en el Barça. Bakero se había lesionado y necesitaba un sustituto: se hablaba de Francescoli y de Laudrup, pero Cruyff apostó por el paraguayo ‘Romerito’, mejor jugador sudamericano en 1985. 

Pero desde el primer momento las cosas salieron mal: llegó a la revisión médica con retraso por culpa de una huelga en el aeropuerto de Río, sus nuevos compañeros ni siquiera le conocían y los rivales aprovechaban para alimentar la discordia. “Si yo fuera suplente del Barça me preguntaría para qué demonios estoy aquí”, dijo Sanchís. “Yo, en realidad, no quería irme del Fluminense”, confiesa ahora desde su casa de Luque, a las afueras de Asunción. “Yo estaba en pretemporada en Brasil y de repente, me vi jugando en el Barça: fue todo muy raro”.

Jugó ante el Madrid un par de días después de aterrizar, aún anestesiado por el jet lag, y falló tres ocasiones clarísimas, “de esas que Lineker no suele fallar”, como explicaban los diarios al día siguiente. Incluso la financiación tuvo un punto de extravagante: el Barça pagó su fichaje (40 millones de pesetas) gracias al dinero que ingresó de las televisiones por adelantar 24 horas su partido de Recopa contra el CSKA de Sofía. En realidad, ‘Romerito’ no tenía un sueldo, sino una prima de 40.000 dólares. Y si las cosas habían empezado mal, continuaron peor: en sus siguientes dos partidos (ante Zaragoza y Valladolid), el Barça volvió a quedarse a cero. Se lesionó y el Barça ganó 7-1 al Oviedo. Volvió a jugar contra el Athletic, pero los tres goles llegaron en la segunda parte, cuando Cruyff ya lo había sacado del campo. Su fama de gafe se extendía como una mancha de ‘chapapote’. No había manera de que el Barça marcase con ‘Romerito’ en el campo. Lo hizo en su último partido, ante el Málaga. Lo celebró como si fuese la final de la Copa de Europa y la afición lo despidió con una ovación que tuvo un cierto aire de cachondeo.

Fue el primer fichaje frustrado de la era Cruyff y el paso del tiempo contribuyó a alimentar su leyenda de jugador efímero, capaz de jugar en el Cosmos de Nueva York junto a Beckenbauer, de triunfar en Paraguay y de ser un ídolo en Brasil, pero marcado por su mal fario en el Barça.

Playa y rock Colgó las botas en 1998, tras apurar su carrera en el Sportivo Luqueño de su ciudad natal y ahora, a los 56 años, disfruta de la vida, pero no se aburre: fue seleccionador paraguayo de fútbol playa, ocupa un cargo político en el Partido Colorado, es la imagen de la compañía telefónica Tigo (“sobre todo en carnaval: las calles del país se inundan con fotos mías”, sonríe), es embajador internacional del Fluminense, da charlas sobre crecimiento y motivación en colaboración con la editorial Master Book y ha hecho sus pinitos en el mundo del rock: “estuve a punto de irme de gira por Europa con el grupo Revolver, aunque más que cantar, grito”. Y sobre todo, acaba de ser padre con una “amiga especial”. La criatura se llama Thiago Ariel y algún día, alguien le explicará por qué su padre no pudo triunfar en el Barça.