¿Qué fue de... Pere Valentí Mora? La montaña rusa de 'San Valentín'

Mora, en el banquillo del Barça de Tercera

Mora, en el banquillo del Barça de Tercera / sport

Javier Giraldo

Javier Giraldo

Ahora que se mueve entre su casa de Pedralbes y los almendros de su finca de Vilaplana (Tarragona), Pere Valentí  Mora echa la vista atrás y comprueba que su vida ha sido como una montaña rusa. Ha vivido lo mejor y lo peor del fútbol y lo mejor y lo peor de la vida, desde que siendo un chaval se aficionó al fútbol haciendo de portero por las calles de su pueblo con su hermano Jose Maria. “A él le tocó el papel de delantero y a mí de portero, porque a mí no se me daba demasiado bien chutar”, recuerda ahora a sus 70 años recién cumplidos. 

Eran tiempos felices, en los que incluso se entrenaba atrapando los melocotones que le tiraban sus amigos en plena recolección de la avellana. “Buscaba un sitio blando donde tirarme, y les decía, ‘tíramelo, verás cómo lo cojo’, y así pasaba el rato”. No tardó en ficharlo el Reus y poco después, el Barça.

Con 17 años, dejó su pueblo para instalarse en una pensión de la calle Manso y luego, en otra de la calle del Padre Claret. Combatió la nostalgia con ambición. “El sacrificio merecía la pena, tenía claro que quería llegar al primer equipo”. 

el largo camino hacia el primer equipo

Lo logró, pero le costó lo suyo. Ya había sido olímpico -México 68-, internacional sub-23 con Kubala (“siempre le tuve un cariño especial”) y había jugado cedido en el Mestalla y en el Oviedo. Precisamente jugando en el Mestalla en el campo del Oviedo cuajó un partido tan brillante que los cronistas le bautizaron al día siguiente como ‘San Valentín’. Y por eso el Oviedo le fichó con mediación de los militares. “Estaba haciendo la mili en Valencia y me dijeron que había una carta a mi nombre, algo así como ‘ordeno el traslado del soldado Pedro Valentín Mora Mariné de la región militar de Valencia a la de Asturias, firmado, el ministro del Ejército’. En aquella época no te podías mover de tu región militar sin permiso de los capitanes”. 

Aún tendría que pasar una temporada sin jugar y otra cedido en el Elche. Se enteró de que tendría sitio en el primer equipo en pleno viaje de novios. “Íbamos camino de la Costa Azul y mi suegro me llamó para decirme que el Barça había traspasado a Reina al Atlético. ¡Se me abrió el mundo!”. 

el portero del 0-5

Su primera oportunidad en el primer equipo del Barça llegó en un día inolvidable, el 0-5 del Bernabéu en febrero de 1974. Sadurní era el titular, pero en la víspera se despertó con un dolor en el codo. “Compartíamos habitación, pero a mí no me dijo que estaba lesionado. Me enteré a través del entrenador, Michels. Menuda papeleta, pensé. Pero la solucioné bien. Tenía que transmitir seguridad y personalidad y lo hice”. 

Mora tenía un gran juego con los pies, pero nunca fue fácil ser portero en el Barça. Y menos en aquella época. “La verdad es que siempre me encontré más a gusto jugando fuera que en casa. Siempre he sido sensible y todo me afectaba. Veía cosas que me transmitían inseguridad y la presión de la prensa y la afición era muy grande”, admite.

En 1979, un Núñez recién llegado a la presidencia le comunicó que no continuaría en el Barça. “Fue un palo, estuve unas semanas super deprimido”.  Pensó en dejar el fútbol, pero jugó cuatro años más en el Rayo y tres en el Murcia, antes de retirarse en 1986. “Quería tomarme un año sabático, pero a los dos meses ya no sabía qué hacer. Me propusieron entrar a trabajar en una compañía de seguros, Redis, actualmente Reale, y se me dio bien”, admite. 

El fútbol le invitó a volver: entrenó al Igualada y al Barça amateur en Tercera antes de probar suerte en los banquillos del Nàstic, el Murcia, el Cartagena y el Benidorm, donde recuerda que el público cambiaba cada quince días. “Muchos hoteles, pero poco fútbol”. 

lo peor del fútbol y de la vida

Luego se hizo cargo del Sabadell, donde estuvo cuatro años en dos etapas diferentes y con un final demasiado amargo. “El Sabadell se portó fatal conmigo”, lamenta. Fue destituido una semana después de la muerte de su hijo, portero del Sants, en un accidente de moto, en septiembre de 2005. El golpe fue tan duro que a Mora se le quitaron las ganas de vivir pegado a un banquillo y de preparar tácticas. Desde entonces vive el fútbol como espectador: baja caminando o en moto a los partidos del Barça, se ve con los veteranos, representa al club en actos de ‘penyes’ y los fines de semana cuida los almendros, avellanos y olivos de su finca en el pueblo.