¿Qué fue de Marcial Pina? El rubio de las clases magistrales

Marcial Pina, en un partido ante el Espanyol en el Camp Nou

Marcial Pina, en un partido ante el Espanyol en el Camp Nou / Sport

Javier Giraldo

Javier Giraldo

"Ahora ya no me llaman así porque no tengo pelo!”, sonríe al otro lado del teléfono mientras pasea por las afueras de Elche y recuerda sus días de futbolista. Ya no le llaman el ‘Rubio de Oro’ con tanta frecuencia como cuando paseaba su figura elegante por los campos de Primera. Dueño de una técnica prodigiosa, decían que ver jugar a Marcial Pina era un placer sensorial: manejaba las dos piernas a la perfección, combinaba bien con sus compañeros y tenía llegada desde la segunda línea, no en vano fue el máximo goleador del Barça en la Liga de 1974, la de Cruyff y el 0-5 en el Bernabéu. 

En el fútbol las cifras no siempre sirven para hacerse una idea de la elegancia o la clase, conceptos siempre subjetivos, pero su caso es una excepción: es el único jugador que ha marcado ante el Real Madrid con cuatro equipos distintos (Elche, Espanyol, Barça y Atlético) y el único que ha marcado dos goles de falta directa en un partido… cada uno con una pierna. Lo hizo con la camiseta del Atlético ante el Barça en 1978, poco después de dejar el club blaugrana en circunstancias no demasiado agradables:

Rinus Michels le había apartado del equipo por una salida nocturna junto a Rexach después de perder un partido en Burgos. “Creo que también estaba Neeskenes, pero claro, como era holandés… Aquello fue una excusa para dejar de contar comigo”, lamenta. Como todos los jugadores de toque sutil, nunca llevó demasiado bien que un entrenador le diera órdenes desde el banquillo. “La verdad es que esperaba más de los entrenadores que tuve en el Barça. Tengo buen recuerdo de Kalmar en el Espanyol y de Luis Aragonés en el Atlético, eso sí”. 

fichaje récord

Al Barça llegó en 1969 procedente del Espanyol: el equipo periquito había descendido a Segunda y su presidente, Vilà Reyes, tenía problemas judiciales por el ‘caso Matesa’ (acabaría ingresando en prisión). “Conviene aclarar que yo no traicioné al Espanyol, más bien lo salvé económicamente”, recuerda ahora Marcial. 

Su traspaso, de 17 millones de pesetas, fue el más caro del fútbol español. Ya lo había sido en 1965, cuando el Espanyol pagó 10 millones por ficharlo del Elche, donde había despuntado. Nacido en Bárzana, un pequeño pueblo asturiano, se trasladó a Elche cuando era un niño por motivos de trabajo de su padre, guardia civil. 

de la calle al estadio

En las calles de Elche aprendió a tocar bien el balón con ambas piernas. “Me iba a la calle con un bocadillo y el balón, nada más”. Allí forjó la técnica que le distinguió durante sus 16 años en Primera. “Con trabajo, el físico lo puede coger cualquiera, pero la técnica es otra cosa”, sostiene. Por eso Marcial disfruta viendo a Messi. Y sueña con que juega en el Barça de hoy. “Me lo dijo un día Xavi Hernández, ‘tú hubieras disfrutado jugando con nosotros, ¿verdad? ¡Cuánta razón tenía!”

Tras dejar el Barça, jugó tres años en el Atlético antes de colgar las botas en 1980. Tuvo la oportunidad de seguir vinculado al Atlético, en el cuerpo técnico del Madrileño, el filial, como le aconsejó Luis Aragonés, pero prefirió volver a casa. Pensó en ser entrenador, pero la exigencia era demasiado alta. “Era vivir con la maleta hecha, y con cinco hijos no es fácil”, recuerda. 

promotor inmobiliario

Regresó a Elche y entró en el negocio de la construcción. Fue promotor inmobiliario hasta que la crisis de hace diez años le pilló ya en la edad de jubilación. Pero el fútbol, como un veneno inocuo y dulce, es adictivo y siempre vuelve. Marcial confiesa que si se hubiera entregado “al cien por cien”, habría hecho carrera como entrenador.

Pese a todo, no le fue mal cuando asumió las riendas del Elche, tanto en el juvenil como en el primer equipo. “Pero la gente no suele apreciar el trabajo de los entrenadores”, lamenta.

Un trabajo demasiado ingrato para él: a sus 72 años, y pese a sus problemas en las rodillas y el tobillo derecho, disfruta de la familia (cinco hijos y nueve nietos dan para mucho), de los paseos por el centro de Elche y de los encuentros con amigos. También del fútbol, cómo no. “Hay fines de semana en los que veo 15 partidos, al principio pensé que mi mujer me iba a matar pero ya está acostumbrada”, sonríe.