Jorge Alberto Mendoza, la increíble historia del culé que se hizo predicador

Mendoza jugó en el Barça entre 1966 y 1969

Mendoza jugó en el Barça entre 1966 y 1969 / sport

Javier Giraldo

Javier Giraldo

Siempre dijo que se tuvo que ir del Barça por motivos extradeportivos. Y así fue. Lo que nunca había llegado a desvelar es que fue el presidente de la época, Narcís de Carreras, quien le vetó por una cuestión religiosa: antes de incorporarse al Barça, en abril de 1966, el delantero angoleño Jorge Alberto Mendonça (Mendoza, una vez nacionalizado español) ya formaba parte de los testigos de Jehová y cuando Narcís de Carreras lo supo, quiso apartarlo del equipo.

Además de ser muy católico, el presidente era amigo del obispo de La Seu d’Urgell”, recuerda ahora Mendoza a sus 79 años desde su casa de Madrid, “y me condenó al banquillo por motivos religiosos”.

El entrenador de entonces, Salvador Artigas, “se puso de rodillas” ante las exigencias del presidente y a Mendoza no le quedó otra que abandonar el Barça, dos años y medio después de su llegada, procedente del Atlético de Madrid por doce millones de pesetas.

Por eso su paso por el club blaugrana fue agridulce. “Encajé bien en el vestuario, pero fue una época de luces y sombras, de amor y odio. A pesar de todo, sigo teniendo una buena relación con el club y me encanta la ciudad”, explica.

Su paso por el Barça es solo una nota a pie de página en la insólita vida de Mendoza: aventurero, emprendedor, médico homeópata, delantero exitoso en el Deportivo y sobre todo en el Atlético, creador del Mundial de inmigrantes, inventor, sindicalista, predicador bíblico, diplomático y creador –con patente propia- del fútbol siete, Mendoza ha hecho de todo desde que siendo un niño abandonó Luanda, la capital de Angola, para establecerse con su familia en Lisboa.

"Narcís de Carreras era muy católico y me condenó al banquillo por motivos religiosos"

A su padre lo habían enviado a la colonia portuguesa para trabajar en el Observatorio Meteorológico del Estado. En Angola fundó el Sporting Club de Luanda, donde se forjó el amor por el fútbol de Jorge Alberto. A  los pocos años, su padre regresó a Portugal, ya casado y con hijos. “Mi madre, Catalina, era negra de color pero blanca de corazón”, rememora Mendoza, que empezó a hacerse un nombre en la cantera del Sporting de Portugal antes de fichar por el Sporting de Braga, donde llegó a compartir primer equipo con dos de sus hermanos, Juan y Fernando.

Tres 'Quijotes' en el Deportivo

Fue entonces, en 1957, cuando le llamó el Deportivo. “El club estaba en una situación desesperada y nos llamaron, a mi hermano Fernando y a mí, para evitar el descenso a Tercera. Fuimos en plan ‘Quijotes’ y ayudamos a que el equipo se salvase”, cuenta Mendoza. En agosto de 1958 recibe una llamada del Atlético de Madrid, que acababa de fichar también a una de las estrellas de la época, el brasileño Vavá.

En el Metropolitano, Mendonça se convirtió en Mendoza (“algunos dirigentes del Atlético tenían contactos en el régimen y el proceso de nacionalización no fue complicado”) y disfrutó de los mejores años de su carrera, al punto de convertirse en el único jugador de la historia del Atlético –y probablemente del fútbol español-en salir a hombros de un estadio, como si fuera un torero. Ocurrió el 15 de septiembre de 1965, tras un partido de Recopa ante el Dinamo de Zagreb en el que marcó tres goles. “Que yo sepa, soy el único futbolista en salir a hombros de un campo”, presume.

Es el único jugador que ha salido a hombros de un campo de fútbol en España: ocurrió tras un partido en el Metropolitano en 1965

En 1966, después de nueve años en el club, el Atlético se vio obligado a venderlo para cuadrar el presupuesto del nuevo estadio del Manzanares y Mendoza se instaló en Barcelona. Su etapa en el club blaugrana se cerró con 49 partidos oficiales y 16 goles.

una persecución de película

Tras su enfrentamiento con Narcís de Carreras, se fue al Mallorca, donde vivó episodios de película. Mientras predicaba por las casas de Palma, Biblia en mano, sufrió una caída que le provocó una lesión. Y tuvo problemas de impagos. “Tuve que perseguir en coche al presidente del club, Guillermo Ginard, para que me pagase; como en las películas”.

Fue entonces, a comienzos de los setenta, cuando germinó su alma de sindicalista: “yo planté la semilla de la AFE, el sindicato de jugadores españoles, que por fin empezaron a ser considerados como trabajadores, pero nunca me lo agradecieron, hubo otros que se apropiaron de mi trabajo”.

Desencantado, dejó el fútbol y se fue a Francia. “Aprendí el idioma y estudié Medicina, homeopatía y temas relacionados con la ortopedia y la quiropráctica. Fueron tres años maravillosos, pero mi mujer no se adaptó y regresamos a España”. Pero en esos tres años, Mendoza asegura que tuvo una idea que luego se ha extendido por todo el mundo, el fútbol siete. “La idea me pertenece, está registrada en la oficina de patentes desde los primeros años ochenta”, sostiene.

La inspiración le llegó mientras veía a los chavales jugar en la calle. “Jugar con equipos de siete era lo más adecuado para la formación de los niños, empecé a dar forma a la idea y creé el reglamento”.

Según Mendoza, el primer partido de fútbol siete se jugó en Mallorca, aproximadamente en 1984. “También fue por esa época cuando se celebró el primer campus de fútbol en España, que organicé con unos niños llegados de Angola en Mallorca”, apunta.

Asegura que la patente oficial del fútbol siete le pertenece: "Tuve la idea viendo a jugar a los niños en Francia"

Cerrada la etapa francesa y de vuelta a Madrid, Mendoza empezó a trabajar en la embajada de Angola. “Acepté por sentimiento patriótico: el embajador me pidió que ayudase a los pocos angoleños que por entonces vivían en Madrid con algo relacionado con el deporte”. Así se convirtió en “asesor médico y deportivo” de la embajada. Así creó el Mundial de inmigrantes, después de llamar a la puerta de todas las embajadas de Madrid. “Hice una labor diplomática gracias al fútbol”, recuerda. Creó un torneo de 24 equipos que se celebraba anualmente. 

También creó un equipo de fútbol formado únicamente por inmigrantes africanos, el Cosmofoot, que jugaba en Tercera Regional con equipaciones cedidas por el Barça. “Éramos muy buenos, porque algunos habían jugado en sus países, pero no siempre éramos bien recibidos por los campos de Madrid: imagínate, ¡un equipo de jugadores negros, vestidos con la camiseta del Barça y goleando a los rivales!”.

El error de su vida

Poco después, Mendoza le dio la vuelta al tiempo para regresar a sus orígenes, en un viaje que nunca debió hacer. “Fue uno de los mayores errores de mi vida”, confiesa. Regresó a Angola, reclamado por el presidente del país para impulsar el fútbol de su país natal. “Me embaucaron”, resume. “Los que se suponía que me tenían que ayudar se convirtieron en mis enemigos”. Mendoza chocó de pleno con los problemas atávicos de algunos países africanos; otra manera de funcionar y salpicaduras de corrupción por todas partes.

A pesar de todo, creó una escuela de fútbol y colaboró con el Primeiro de Agosto, el principal club del país, controlado por los militares. También fundó, en 2008, la AFPA (Asociación de Futbolistas Profesionales de África), otra experiencia trufada de decepciones. “Fue imposible trabajar como en Europa, demasiadas suspicacias, cuando lo tienes todo en contra al final te acabas desanimando”, lamenta. Al final, lo dejó y regresó a España. “Éramos incompatibles”.

nuevos proyectos

Hace poco que regresó a Madrid, pero su cerebro no se detiene. Quiere implantar en Madrid el ‘walking football’, la modalidad importada desde el Reino Unido a España por otro ex del Barça, Steve Archibald. “Ya he hablado con los veteranos del Madrid y del Atlético”, apunta.

Si el proyecto no sale adelante, Mendoza tiene un plan B, el ‘futbasket’, una combinación de fútbol y baloncesto cuyo reglamento ya hierve en su cabeza. “El fútbol es como un árbol con muchas ramas”, resume. En septiembre cumplirá 80 años, pero nada detiene el espíritu emprendedor de un viejo aventurero del fútbol. Ni su espíritu religioso: “Llevo más de 50 años predicando la palabra de Dios”.