¿Qué fue de Hugo 'Cholo' Sotil?

Íntimo de Cruyff, se hizo célebre con el ¿mamita, campeonamos¿

Íntimo de Cruyff, se hizo célebre con el “mamita, campeonamos” / JAVI FERRÁNDIZ.

Javier Giraldo

Javier Giraldo

Preparame la valija. Y no te olvides de la gabardina”, le dijo por teléfono Hugo Alejandro Sotil a su esposa Guillermina después de un partido de Liga contra el Racing en el Camp Nou a finales de octubre de 1975. Fue así, improvisado, como quien se va de fin de semana: voló a Madrid y desde ahí, a Caracas, donde un par de días después se jugaba el desempate de la final de la Copa América entre Perú y Colombia. Sin avisar a nadie (ni al cuerpo técnico del Barça ni a la Federación Peruana) se presentó en la capital de Venezuela dispuesto a jugar una final de la Copa América con su selección: llamó a todos los hoteles de la ciudad hasta que supo en cuál se alojaban sus compañeros y se presentó en el entrenamiento previo al partido como si tal cosa. 

Nadie lo esperaba. Nadie sabía que estaba en Caracas. Al día siguiente jugó y marcó el único gol del partido. Perú festejaba su segunda Copa América (no ha vuelto a ganar ningún título desde entonces) y mientras el país lo celebraba, el ‘Cholo’ Sotil volvía a Barcelona. Era martes, 28 de octubre. El domingo por la noche, había salido de Barcelona de incógnito y sin permiso del Barça.

Para entonces, el peruano ya las había visto de todos los colores en el equipo blaugrana: llegó procedente del Deportivo Municipal de Lima en 1973, al mismo tiempo que Cruyff, con quien trabó una gran relación (tanto, que a su hijo lo llamó Johan). Ganó la Liga y fue protagonista de dos momentos inolvidables: marcó el quinto gol del 0-5 en el Bernabéu (“no lo pude ni celebrar, porque Cruyff me agarró por el cuello y me gritó ‘¡estás loco, estamos en Madrid, ¿quieres que nos maten o qué?”) y tras cantar el alirón, llamó a su madre desde un hotel de Gijón. “¡Mamita, campeonamos!”. La frase hizo furor. “Compartía habitación con Quique Costas y lo oyó, después corrió la voz entre el equipo y la afición”, desvela. 

malditos cupos

Pero después de los goles y la gloria llegaron los cupos de extranjeros. El Barça fichó a Neeskens y Sotil se pasó un año sin jugar. “Me enviaban a Holanda a hacer exhibiciones”, recuerda. Aquel año (1974-75) se lo pasó en blanco y nunca volvió a ser el mismo: demasiado tiempo para recordar su infancia, en la que había trabajado de todo: limpiando zapatos, vendiendo palomitas, cargando sacos en una fábrica de café... 

Dejó el Barça en 1977: regresó a su país, pasó por Colombia y se retiró en su club de toda la vida (con permiso del Barça), el Municipal, el mismo club en el que ahora no le dejan ni entrar. Está peleado con la directiva. “En Barcelona me adoran, soy un ídolo allí, pero aquí, en mi tierra, me tratan muy mal”, lamenta. Sus palabras traslucen una nostalgia que no le abandona. “Llegar al Barça fue lo más lindo que me pasó en mi carrera”, admite. Vive en un modesto barrio de Lima, camina mal (tiene el tobillo izquierdo muy dañado, pero no quiere ni acercarse a los médicos porque les tiene pánico), se niega a llevar muletas y cuando sale a pasear, lo hace con una gorra del Barça. En cuanto puede, muestra el carné de ex jugador como si fuese un salvoconducto.

Hace poco recibió la visita de un amigo de Barcelona y al despedirse, le pidió un favor: “envíame un chándal del Barça”. 

A sus 70 años, tiene fama de ser un tipo solitario y atrapado por la melancolía: la prensa de Lima publicó que se sacaba un dinero extra realizando saques de honor en partidos de barrio (entre 11 y 30 euros por aparición), pero él lo negó. Colabora con una escuela de fútbol, pero no recibe ninguna prestación del Estado. Y no se cansa de decir que cuando muera, quiere que lo entierren con una camiseta del Barça.