¿Qué fue de Josep Palau?

'Cuca', el rey de la pizarra

Josep Palau

Josep Palau / SPORT

Javier Giraldo

Javier Giraldo

Fue uno de esos momentos intrascendentes y que sin embargo acaban cuajados en la memoria: Josep Palau acababa de llegar al primer equipo del Barça y pocos días después de debutar a lo grande (dos goles en el Gamper ante el Flamengo brasileño) viajó con el equipo a Cádiz para jugar el Trofeo Carranza. “Me senté a comer en la mesa de los jugadores catalanes, Rifé, Fusté, Eladio, Franch y compañía. Había paella y a mí me sirvieron el último, y le dije a la camarera, ‘¡nena, ponme una cuca! Me refería a que me pusiera un ‘escamarlà’ (cigala) porque en mi pueblo las llamamos así, pero claro, los compañeros empezaron a reírse de mí, a decirme que era muy de pueblo y a llamarme ‘cuca’, ‘cuca”. 

Era el verano de 1968 y hasta hoy: Josep es el ‘Cuca’ para todos, incluso en familia o con los chavales a los que entrenaba en la escuela TARR, fundada por Torres, Asensi, Rexach y Rifé, después de colgar las botas. Su apodo remite a su pueblo, La Llacuna, cerca de Igualada, donde su padre tenía una tienda de comestibles y una pequeña empresa de transportes y donde regresó tras probar suerte en los Juveniles del Barça. “No destacaba; de hecho todos los jugadores del equipo iban a la selección catalana menos otro y yo, así que me volví al pueblo y empecé de cero”, recuerda Palau. 

No le quisieron en el Igualada, pero sí en el Vilafranca, en Tercera, y de ahí, al Sabadell, donde se hinchó a meter goles en Primera y Segunda. Y entonces volvió a aparecer el Barça. “Me llamó Domingo Balmanya, que era el secretario técnico. Creo que llegaron a pagar 25 millones de pesetas”, explica. 

camiones y hoteles En el Barça jugó una temporada (diez partidos y tres goles) antes de regresar al Sabadell. Acabaría su carrera en el Reus y con una aparición esporádica en el Terrassa, antes de retirarse a los 35 años. 

A partir de entonces, repartió su tiempo en varios frentes: gestionó la empresa familiar (‘Transportes Palau’), que realizaba envíos para Correos; se metió en el negocio inmobiliario y hotelero con algunos ex compañeros, como Zabalza y Zaldúa (Palau sigue siendo accionista de HG Hoteles, “tuve suerte porque otros jugadores montaron negocios que no salieron bien”) y sobre todo, mucho fútbol. Disfrutó especialmente con los chavales de la escuela TARR (“llevaba 200 críos con un par de ayudantes, pero nunca hubo ningún problema”) e incluso se permitió el lujo de rechazar varias ofertas. Rexach le ofreció entrar en el Barça a dirigir al alevín y su amigo y socio Zabalza, que fue entrenador de Osasuna, también le invitó a ser uno de los ojeadores del club navarro en Catalunya. “He tenido la suerte de poder elegir siempre el camino que quería recorrer”, reconoce. 

el alma de la agrupació

Desde sus primeros días como exjugador se vinculó a la Agrupació Barça Jugadors (ABJ): ya lleva más de diez años siendo el entrenador del equipo de veteranos. 

Y como todo entrenador, a veces tiene que afrontar “algunos problemillas” porque el espíritu competitivo no desaparece nunca, nada grave en cualquier caso: pesa mucho más la satisfacción de pasear el nombre del Barça por el mundo. 

Su próximo destino es el Líbano, donde viajará de la mano de la fundación del club para colaborar en un proyecto de ayuda a los refugiados. 

un jugón de 74 años A sus 74 años, Palau representa quizá mejor que nadie el espíritu de la Agrupació, una gran familia que se reúne a menudo en las entrañas del Camp Nou. “Paso muchas horas aquí”, confiesa, “los martes y los viernes vengo seguro porque tenemos entrenamiento; yo, más que de entrenador, hago de jugador. Aún me desenvuelvo bien, ¡aunque me empiezo a hacer mayor, lo noto cuando vienen jugadores bastante más jóvenes”. 

Además de ser el entrenador del equipo, forma parte de la directiva de la ABJ y presume orgulloso de no perderse ni un solo partido del Barça.