¿Qué fue de... Clos? Héroe por accidente en el Barça de los ochenta

Clos, durante un partido ante el Sporting

Clos, durante un partido ante el Sporting / sport

Javier Giraldo

Javier Giraldo

Unos copos de nieve cambiaron su destino: Barcelona amaneció gris el 5 de enero de 1985. Las ruedas del coche de ‘Lobo’ Carrasco no se agarraron bien al asfalto y el jugador del Barça acabaría estrellándose contra un árbol en Esplugues mientras se dirigía al Camp Nou para viajar con el Barça a Zaragoza.

Al entrenador, Terry Venables, no le quedó más remedio que recurrir a Francisco Javier Clos Orozco (Mataró, 8-8-1960), delantero de la casa que no había jugado ni un minuto esa temporada y que estaba planteándose irse cedido al Elche o al Sabadell. 

Le tocó jugar, marcó un gol y el  Barça ganó 2-4. “Se lo dedico a ‘Lobito’, para que se ponga bien rápidamente”, dijo Clos. Comenzaba entonces su racha prodigiosa: marcaría cinco goles más, decisivos para conquistar aquella Liga. 

Aunque en realidad, su destino parecía escrito mucho antes, desde que sus padres lo bautizaron: se llama Francisco en memoria de un tío abuelo suyo que murió por un pelotazo en el pecho mientras jugaba al fútbol.

Clos, criado en el barrio de Matadero (Mataró) empezó jugando en el Juventus de su ciudad. Al principio, iba para portero, pero como tantos otros, le sedujo lo de hacer goles, aunque de eso no se vivía.

El goleador lampista

A los 13 años aprendió un oficio, el de lampista. Le tocó instalar buena parte del alumbrado público de Mataró, hasta el punto de que él mismo bromeaba sobre su trabajo, diciendo que era un ‘farolero’. 

En verano de 1978, el Barça le reclutó. Venía de marcar cien goles con la Juventus y Oriol Tort se había fijado en él. Estaba a punto de cumplir 18 años. Y a los seis meses, jugando en el campo de Fabra i Coats con el Barça juvenil, se rompió la tibia.

Tuvo que hacer rehabilitación en la arena de la playa y llegó a pensar en dejar el fútbol, pero se reenganchó: del Juvenil pasó al Amateur y del Amateur, al Barça Atlètic, donde coincide con José Luis Romero, un entrenador decisivo en su carrera. Fue él quien convenció a Udo Lattek para hacerlo debutar en el primer equipo el 2 de octubre de 1982 en el campo del Atlético. Volvió a bajar al filial hasta que Menotti le subió al primer equipo en el arranque de la temporada 1983-84. 

Con el Barça tuvo días de gloria, pero quizá ninguno como el 27 de febrero de 1985, con la selección española. Estaba en uno de esos momentos que solo los delanteros disfrutan, cuando cualquier remate es gol. Miguel Muñoz lo hizo debutar en un partido decisivo, España-Escocia en Sevilla, con la selección jugándose su presencia en el Mundial de México 86. 

la promesa de su madre

El destino quiso que Clos resolviese el partido con un cabezazo impecable: 1-0 ante Escocia, victoria decisiva para viajar al Mundial. Al día siguiente, su madre, María, cumplió su promesa. Se subió a un tren en Mataró, llegó a Barcelona y recorrió de rodillas el trayecto entre la entrada y el altar de la iglesia de Santa Gemma, en Pedralbes. El gol de su hijo bien valía el esfuerzo.

En 1988 dejó el Barça: fue una de las víctimas del motín del Hesperia. “Me quedaban dos años de contrato, pero o me iba o me quedaba cobrando sin posibilidad de jugar, ni siquiera de entrar en las instalaciones del club”. Le quiso el Valencia, pero le tumbó el reconocimiento médico. “Me dijeron que estaba inválido”, recuerda. Dos años antes se había roto la rodilla en un amistoso. “Iba a ir al Mundial de México, ya tenía hasta el traje preparado, pero no pudo ser”. 

Un periodista colgado de una grúa

Su destino final fue Murcia. “Hubo un periodista de allí, colaborador de José María García, que decía que no estaba apto para el fútbol, la plantilla hizo piña conmigo y al periodista se le negó el acceso al campo. Retransmitía los partidos desde una grúa”.  Pero la rodilla no aguantó más y en 1992 tuvo que colgar las botas después de jugar una temporada (“apenas unos meses”) en Segunda B con el Orihuela. 

Fue entrenador (su último equipo fue el Santboià) y ahora trabaja con la fundación Probitas y el área social del Barça, ayudando a niños necesitados. También selecciona talento entre los equipos de benjamín y alevín de las penyes y a dar charlas a los padres de los jugadores.