Pochettino, una opción valiente y de otra época

El Tottenham destituye a Pochettino

 El técnico argentino ya no se sentará más en el banquillo de los 'spurs' / Perform

Guillem Balagué

Guillem Balagué

Al poco de acabar la final de la Copa de la Liga que el Chelsea de José Mourinho le había arrebatado al Tottenham de Pochettino, un jugador de los Spurs, descontento con el nuevo régimen porque éste exigía un cambio de hábitos y se enfrentaba a lo establecido, se puso a cantar, a pocos centímetros del rostro de su asistente Jesús Pérez, el nombre del portugués. El vestuario que se encontró el preparador argentino era, como se ve, muy especial y supo desde el primer momento que debía intervenir para conseguir que su metodología (basada en el espíritu de equipo, la constante demostración de energía, flexibilidad táctica) triunfara.

Había un jugador al que le traían un agua especial para él, otro que no entrenaba los lunes... Con el respaldo del presidente Daniel Levy, Pochettino acabó con todo eso e impuso un discurso de trabajo y disfrute. Los galones se ganaban, no se regalaban y las derrotas eran nuevas lecciones de las que se aprendían. Mauricio Pochettino ha cambiado dinámicas en el Tottenham, y antes en el Espanyol y el Southampton. Y lo ha hecho a partir de todo lo que se ha dicho ya, pero también de la premisa más básica, pero además la más imprescindible. Busca en el futbolista, en el profesional, a aquel chaval al que un día se le regaló una pelota de la que no podía separarse, ese infante que todos llevan dentro y que el profesionalismo suele dejar muy enterrado.

Si el futbolista le ofrece ese espíritu amateur, Pochettino le puede llevar a sitios donde el jugador ni siquiera sospechó: a ese niño se le puede pedir pasión para entrenar más fuerte; con ojos infantiles, donde todo es nuevo, las ganas de aprender aceleran el desarrollo. Ese es, más o menos, el truco que ha funcionado allá donde Pochettino y los suyos han llevado sus maletas. Otra cosa es que sean ellos, o el próximo entrenador del Barcelona, los que deban tomar las medidas urgentes y dolorosas para poder sacarle jugo a la plantilla: ese paso debería ser del club, no del recién llegado al banquillo del Camp Nou.

Apenas se ha establecido un debate futbolístico sobre la posibilidad de que Mauricio Pochettino se haga cargo de las riendas del Barcelona. De lo poco que se ha escuchado es que no tiene ADN Barça, esa cosa tan etérea que nadie sabe definir del todo o que se describe según el momento. Su estilo de juego está más basado en lo que tiene que en el rival, y sus jugadores son igual de capaces para mantener la pelota que para salir a la contra.

El fútbol de hoy, incluso el de Pep Guardiola, está basado en crear espacios grandes en lugar de jugar en espacios reducidos y eso se consigue con energía y con velocidad (tanto de piernas como de pensamiento). Los equipos de Pochettino siempre las han tenido. Desde el entorno del entrenador argentino se niega que haya habido comida con Bartomeu recientemente, pero lo que es indudable es que el presidente del Barcelona ha pensado en él. Pochettino le dijo que ‘no’ al Barcelona en enero y diez meses antes  Daniel Levy no quiso negociar con el Real Madrid, que le propuso llevar las riendas del equipo.

Ha estado en la lista de futuribles del Bayern Múnich, de la Juventus, del Inter, del Manchester United... así que lo raro es que el Barcelona no hubiera pensado en él y que él mismo no entendiera que es una posibilidad profesional atractiva. El fútbol es un contexto de emociones, y la crisis en la que está sumergido el Barça es un pozo sin fondo de negatividad que impide una reflexión que va más allá del próximo entrenador. Por ejemplo, ¿hacia dónde debería ir el estilo y cuál debería ser la importancia del estilo? ¿Qué es el ADN culé? ¿Quién lo representa mejor? ¿Hacia dónde va el fútbol? La valentía de sugerir que otros barrios también se pueden encontrar líderes igual pertenece a otras épocas.