La obsesión de Xavi con el balón

La inercia del Barça de Guardiola duró muchos años pero el balón hace días que se detuvo

Ante el Celta de Vigo y una vez más, el balón desnudó el fútbol del Barça

Así ha sido la llegada de Xavi a Barcelona

Xavi Hernández ha llegado este sábado a Barcelona procedente de Catar junto a su familia y los representantes del FC Barcelona / VALENTÍ ENRICH

Xavi Torres

Xavi Torres

Las estadísticas, en el fútbol, suelen no servir para nada. Las del partido de Balaídos del sábado, sin embargo, son capaces de explicar algunas de las razones por las que el equipo de Sergi Barjuan desapareció tras el descanso. Resumiendo mucho diremos que no pudo defender el resultado con balón porque perdió la posesión -en la segunda parte, un escandaloso 60% contra 40%-, y como consecuencia de ello tuvo que defenderse cerca de su propia área apelando a menudo al duelo físico -que, como es normal, perdió. Solo ganó cuatro de cada diez-.

En estas circunstancias, ¿cuántos jugadores hay, para defender sin pelota y completamente reculados, mejores que Mingueza, Lenglet, Alba, Sergio, Riqui, Frenkie, Abde, Memphis y Balde (son los que acabaron el encuentro en el campo)? Centenares, ¿verdad? O que Eric, Gavi, Nico y Ansu, que habían sido substituidos antes. Excepto Araujo, ¿algún jugador del Barça se sintió cómodo con lo que estaba haciendo?

¿Dónde está el balón?

¿Cómo es posible tanta diferencia entre lo que sucedió en la primera y en la segunda parte? De entrada, porque Eduardo Coudet, entrenador del Celta, movió dos fichas en el descanso para llenar el centro del campo y generar superioridades. Denis Suárez -maravilloso partido el suyo-, Tapia (después, Cervi) y Beltrán, jugando de cara; Galán y Kevin, por fuera y Nolito y Aspas, por dentro, se comieron a Sergio, Frenkie y Nico (tras lesionarse, Riqui) y obligaron a Gavi y Balde a ejercer de perseguidores de los laterales en vez de perseguidos por sus marcadores.

Era simple: como su juego de posición era mejor que el de los futbolistas azulgrana se hartaron de atacar hasta crear, tras el descanso, ¡12 ocasiones de gol! Como jugaban ordenados con balón cuando lo perdían ya estaban bien puestos para recuperarlo inmediatamente con pequeños esfuerzos de presión. ¿Les suenan estos conceptos? Lo que sucedió, sin embargo, fue que el equipo que bordó la idea iba vestido de azul celeste...

El Barça apenas pudo tener el balón. La salida desde atrás fue horrible. Como en el minuto 47 Ter Stegen y De Jong casi la lían y uno después, una pérdida de Sergio estuvo a punto de acabar en gol de Tapia, el equipo se asustó. Desde entonces y hasta el final del encuentro, apenas un par de salidas limpias. Sin Piqué ni Eric Garcia, problemas para Lenglet y Araujo. Y para el equipo.

Diez pelotazos, algunos incluso groseros, delatan el poco trabajo táctico de este Barcelona en los últimos tiempos. La inercia del Barça de Guardiola duró muchos años pero el balón hace días que se detuvo. Ver a Ter Stegen lanzando cinco balones directos a Memphis porque el equipo es incapaz de superar la presión viguesa, duele. Por cierto, solamente ganó uno. ¿Alguien cree que el delantero holandés es mejor en el juego aéreo que Aidoo, Araujo o Murillo, todos ellos además jugando de cara? Y una cosa más, ¿ha trabajado el Barça la segunda jugada tras la caída del balón? La respuesta es evidente.

En lo colectivo, no hay duda de que hay ausencias que castigan el plan -que Ansu no estuviera en el césped tras el descanso limitó las opciones del juego en profundidad del equipo- pero también nos gustaría apelar a determinadas responsabilidades individuales para no ayudan al crecimiento del conjunto. Por ejemplo, en la protección del balón como si a uno le fuera la vida.

¿Cómo es posible tanta pérdida inútil? Esto también se entrena. Porque correr hacia atrás penaliza tanto al equipo que demasiado a menudo los defensas reculan mientras los delanteros aprietan y los centrocampistas quedan en tierra de nadie, superados por el rival con una simple triangulación. Ver al Barça tan estirado, con tanta distancia entre lineas, ruboriza.

Defender sin la pelota

En este escenario, lo primero que a uno le viene a la mente es el famoso autocar de los equipos pequeños. Ya saben, todos atrás y a sacar agua, en este caso, para defender un 0 a 3 a favor. Por supuesto que ésta no es la fotografía del Barcelona en Vigo pero una vez más, el balón desnudó el fútbol del Barça. Sucede que el esférico siempre va con el equipo que lo trata mejor y está claro que en Vigo, fue el Celta.

Como pasa siempre en estas situaciones, la excusa de la preparación física -muy importante en el deporte de élite- ya está sobre la mesa. Sin embargo, curiosamente, el sábado el Barça corrió más quilómetros que el Celta. Entonces, ¿de qué se trata, de correr más o de hacerlo con sentido? No hay dudas. Lo de correr más que el contrario ya está inventado y se llama atletismo. El problema del Barcelona es que perdió el balón y sin él, se ahogó. El juego de posición fue malo y el desorden condenó a los de Sergi Barjuan. El Celta marcó tres goles, le anularon otros dos, reclamó un penalti y generó seis ocasiones más en tan solo media parte.

El Barça empezó con siete jugadores de la Masía más Ter Stegen y Frenkie de Jong, jugadores de perfil cercano. Solamente Lenglet -que ya lleva cuatro años de azulgrana- y Memphis no han sido futbolísticamente educados en la mirada cruyffista. El equipo acabó con seis canteranos más Abde, que acaba de llegar al club procedente del Hércules, más los cuatro jugadores anteriormente citados. Éste es el presente del Barcelona. Y también, el futuro. ¿De verdad algún seguidor barcelonista puede sentirse orgulloso, resultado al margen, de ver como el árbitro amonestaba a dos jugadores tan creativos como Ter Stegen o Frenkie de Jong por perder el tiempo?

La pizarra de Xavi

Y aquí es cuando entra en acción Xavi Hernández, el nuevo entrenador del equipo. No hay duda de que deberá trabajar con sus preparadores físicos el estado de los futbolistas y que deberá sacar a pasear sus dotes de motivador para cambiar los estados de ánimo pero por encima de todo lo que necesita el Barcelona es... fútbol. Xavi, cuyo mejor amigo siempre fue el balón, deberá hablar con él para que vuelva a casa. Para que sienta que los futbolistas del Barça también lo quieren mucho. Para que vuelva a correr sin miedo entre líneas. Para que sea tratado con sentido. Horas y más horas. Y más y más y más. Y todavía unas cuantas más.

Lo que sucedió en Vigo es la constatación más cruel de una realidad escondida por el talento de Messi y la ignorancia futbolística de dos juntas directivas que permitieron el declive de una idea, a partes iguales, por orgullo y por desconocimiento. Construir es muy difícil y destruir -ya ven-, muy fácil. A Xavi le tocará volver a poner las bases de un edificio que fue premiado en todos los grandes concursos de arquitectura del mundo pero que ahora tiene aluminosis. No será suficiente, como se ha hecho últimamente, con pintar las paredes.

El técnico de Terrassa, un obseso del método cruyffista, tiene mimbres porque la educación de la mayoría de sus jóvenes futbolistas es la que es. Y Eric es bueno si defiende hacia delante; y Gavi, Nico y Pedri son buenos si tienen el balón; y Ansu, que es bueno en cualquier sitio, es mejor si el equipo le entiende. Y Riqui podrá demostrar si le dan oportunidades. Y Araujo, Dest y Yusuf podrán crecer si les enseñan a jugar. Y Mingueza, Balde, Peña y Tenas podrán pelearse con cualquier extranjero que les quiera quitar su plaza en la plantilla.

El Barça es noveno en la Liga porque solo ha ganado cuatro de los doce partidos jugados. Cuatro de doce. No hay más historias. Ha llegado la hora de Xavi. Seguro que el balón ya ha cambiado su humor. Ahora hace falta que también lo cambien los jugadores del Barcelona.