'No Dembélé, no party'
Ousmane Dembélé tiene pinta de ser ese tipo de personas a las que se echa de menos cuando el ambiente decae, alguien que logra, con su presencia, convertir el tedio en diversión. ‘No Dembélé, no party’. También en un campo de fútbol.
El francés, protagonista de líos y lesiones desde que llegó al Camp Nou, traslada al césped el mismo caos controlado que proyecta en su vida fuera de los terrenos de juego. Capaz de lo mejor y de lo peor, Dembélé es un as escondido en la manga de Valverde, precisamente, porque es imprevisible. Ayer saltó al terreno de juego cuando faltaban 25 minutos y el marcador reflejaba un empate a uno. No es que llegara a colaborar en el segundo gol de Suárez, ni que fuera actor principal de la remontada. De hecho, es difícil hacerle responsable de la mejoría del equipo en la última media hora.
Y, sin embargo, su entrada cambió radicalmente el humor del equipo. Si el fútbol es un estado de ánimo, el del Barça pasó de la monotonía y el aburrimiento a la alegría de vivir. Dembélé cambió la cara a los blaugrana desde su posición de extremo. Intentó dos disparos desde la frontal, aprovechó la verticalidad de Semedo mucho más de lo que lo había hecho Griezmann y entendió que, para ganar y remontar ante el Inter, había que creer y ser valientes, dos virtudes que los de Valverde no habían mostrado hasta entonces.
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