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Messi celebra uno de sus dos goles ante el Lyon

Messi celebra uno de sus dos goles ante el Lyon / VALENTÍ ENRICH

Dídac Peyret

Dídac Peyret

Por algo le llaman pena máxima. El apodo está más que justificado porque pocas acciones dejan tantas cicatrices como un penalti. El miedo juega un papel principal en una acción ingrata y solitaria- que expone por igual al delantero y al meta. El primero ve la portería minúscula. Y el segundo se sabe en el abismo

Incluso Messi, el tipo más inalterable que se recuerda en un campo de fútbol, colecciona fantasmas desde  los once metros. Tantos que a veces le resulta más sencillo sortear rivales. Convertir faltas. O filtrar pases imposibles. Por eso ayer resultó tan emocionante verle desafiar sus temores con un Panenka

En la Champions. En un partido de vida o muerte, Messi regaló un gol en ‘slow motion’. El balón tardó una eternidad en llegar a la red, pero no hubo suspense porque engañó absolutamente al portero. Fue un detalle revelador de la piel de Leo. Un jugador descomunal en lo futbolístico con una cabeza privilegiada. 

NO ES FÁCIL SER LEO

A Messi se le exige que sea el mejor Messi desde hace más de una década. Esa carga le acompaña desde su irrupción en el primer equipo. Y ahí sigue cerca de los 32 años siendo un líder formidable. 

A él (dos goles y dos asistencias) se aferró el Barça para terminar arrollando al Lyon en el Camp Nou. El resultado de la ida (0-0) auguraba sobresaltos y así fue. Hay un factor emocional que pesa mucho en la Champions. Una competición que somete a los equipos a situaciones extremas y a una presión asfixiante.

Cuenta el pasado reciente (la urgencia del Barça de volver a reinar en Europa). Cuenta la resistencia a la dificultad. Y enfrente están los mejores. El partido además se puso tramposo cuando, después del 2-0, el Lyon recortó distancias a las primeras de cambio de la segunda parte. 

El gol de los franceses estresó a un Barça, al que le surgió una duda existencial: ir a por el tercero o protegerse de la posibilidad del empate. La mejor versión del equipo, la que se vio en la primera parte (con un excelente Arthur, un recuperado Coutinho y un adrenalínico Suárez) se desvaneció durante 20 minutos desconcertantes.

La presión alta de los franceses puso en aprietos al Barça y Valverde intervino con la entrada de Dembélé y Arturo. Los cambios revitalizaron al Barça. Pero el equipo recuperó la estabilidad emocional de la mano de Messi. 

De nuevo Leo, con un tanto descomunal. Otra jugada de Matrix, como le definió Luis Enrique hace unos días en una entrevista a Ricard Torquemada en ‘Catalunya Ràdio’. “Estamos hablando de un genio, estamos hablando de Matrix cuando la imagen de repente se ralentiza y uno puede hacer lo que quiera: eso es lo que hace Messi”. 

Y eso es lo que volvió a hacer cuando rompió la cintura de dos defensas del Lyon con un recorte seco, demoledor, antes de golpear suave con el pie derecho.

De nuevo en cámara lenta hasta la red. La acción terminó de abrir el partido, y ahí, en campo abierto, se lo pasaron en grande Piqué, otra vez goleador con un pase escandaloso entre las piernas de Messi. Y, claro, Dembélé, quién si no, puso la manita de  nuevo con La Pulga al mando de las operaciones.

La respuesta del argentino a la monumental influencia de Cristiano ante el Atlético fue asombrosa. Cumplió el 10. Y cumplió el Barça, que suma 12 temporadas seguidas llegando a cuartos.

No estará el Madrid. Tampoco el Atlético. Pero en el bombo esperan rivales tan temibles como Juventus,  United, City, Liverpool, Ajax, Totenham y Oporto.

Lo dijo ayer Valverde, “el fútbol es un juego de emociones”. Y a este nivel nadie transmite tanta seguridad a los suyos y tanto miedo a los rivales como el 10, que tiene una espina clavada en la Champions.