Maradona-Barça, una historia de amor corta y agridulce

El homenaje del Barça a Maradona en forma de vídeo

El homenaje del Barça a Maradona en forma de vídeo / FC Barcelona

Toni Frieros

Toni Frieros

La que podía haber sido una de las épocas más espléndidas y gloriosas de la historia del FC Barcelona, acabó de forma abrupta. La de Maradona y el Barça fue toda una historia de amor... corta y agridulce. Solo duró dos temporadas de las cinco firmadas, aunque, por desgracia para el club y propio el jugador, fueron dos años repletos de tristes acontecimientos extradeportivos.

Haber tenido la oportunidad de disfrutar de uno de los mejores futbolistas de todos los tiempos como Diego Armando Maradona, a la altura de Di Stéfano o Johan Cruyff, y no haberle podido sacar todo su jugo, será algo que siempre quedará en la leyenda negra el club. Lo que podía haber sido...y no fue.

ILUSIÓN

El fichaje de Maradona hay que atribuírselo a la insistencia de nuestro añorado Nicolau Casaus y a las buenas artes negociadoras de Josep Maria Minguella. También, a la ‘inteligencia’ económica de Carles Tusquets, que diseñó una operación fantástica para que al FC Barcelona no le costara aquella operación, pagada en divisas, los dos ojos de la cara y un riñón.

A la tercera fuera la vencida. Primero fue Lucien Muller quien lo quiso fichar y dos años después la AFA se negó a dar su transfer porque no quería que Maradona dejara Argentina antes del Mundial de España de 1982.

Fue precisamente estando Diego  en Alicante, concentrado con su selección, cuando el 4 de junio el Barça cerró su contratación. Pagó por él el récord absoluto en el fútbol mundial hasta ese momento: 1.200 millones de pesetas, 72, millones de euros.

El Barça, bajo la batuta del alemán Udo Lattek, tenía un equipo extraordinario, con Schuster, Migueli, Marlos, Julio Alberto, Carrasco... y Maradona. Sin embargo, el 17 de diciembre de 1982, cuando solamente habían transcurrido 14 jornadas de Liga, después de un Barça-Real Sociedad, con victoria azulgrana gracias a un gol de <strong>Maradona</strong>, se le diagnosticó hepatitis: “Parece que hayamos pisado mierda”, dijo entonces el gerente del club, Antón Parera.

Diego regresó a los terrenos de juego tres meses después, el 12 de marzo en un Barça-Betis... el mismo día que César Luis Menotti sustituyó en el cargo del cesado Udo Lattek.

La temporada acabó medianamente bien. Ya que había sido imposible luchar por la Liga, el Barça se hizo con la Copa del Rey disputada en Zaragoza contra el Real Madrid (2.1). Uno de los triunfos más recordados en la historia reciente del club, estando presente en la retina de muchos barcelonistas el gol en ‘plongeon’ de Marcos a certero centro desde la izquierda de Julio Alberto. 

GOICOECHEA

Cuando se vislumbraba un horizonte espléndido, cuando existía el convencimiento de que el Barça estaba construyendo un equipo campeón, sucedió uno de los episodios más tristes en la historia del club.

En el minuto 57 del partido de Liga entre el Barça y el Athletic de Bilbao, el 24 de septiembre de 1983, Andoni Goicoechea le hizo una entrada criminal a ras de suelo en el centro del campo partiéndole en dos el tobillo izquierdo. Dos años antes el propio Goicoechea le había roto la rodilla a Schuster en San Mamés.

Esa noche el Camp Nou enmudeció por completo al ver a Maradona salir en camilla. Una gravísima lesión de la que Diego se recuperó en un tiempo récord gracias a un esfuerzo titánico tanto de él como de los recuperadores y preparadores físicos.

El 8 de enero de 1984 reapareció en el Camp Nou en un Barça-Sevilla (3-1) donde fue autor de dos goles. 

NÁPOLES

Las relaciones entre Diego y el club no pasaron por buenos momentos por culpa del estilo de vida del argentino. Era sabido en toda Barcelona que dormía y descansaba por las mañanas para poder entrenar por las tardes, una de las decisiones técnicas que siempre se le echó en cara a Menotti como entrenador.

Incómodo y muy afectadas todas las partes por lo que sucedió en la final de la Copa del Rey ante el Athletic, el FC Barcelona, concretamente su presidente Núñez, aceptó la oferta económica del Nápoles y acabó apostando por un nuevo entrenador y una nueva forma de entender el fútbol, pasando de Menotti al juego de presión de Terry Venables.