EL ENTRENADOR DEL BARÇA EN LA FINAL DE COPA DE 1988

Luis: "Los jugadores vieron que les decía la verdad y me ayudaron"

Luis Aragonés es conocido como 'El Sabio de Hortaleza'  y siempre se ha hecho merecedor de ese apelativo. También en aquella convulsa temporada 1987-88 en la que sacó a flote al Barça en unos meses

JUAN MANUEL DÍAZ

Luis Aragonés (Madrid, 1938), solo pudo estar unos meses al frente del Barça, pero en ese tiempo demostró toda su capacidad como líder de grupos y como entrenador de fútbol. Si su último éxito fue conducir a 'La Roja' hasta la Eurocopa de 2008, en el Barça, hace 25 años, reconstruyó un equipo roto para que fuera capaz de disputar un gran final, que valía un título y una plaza europea, a la mejor Real Sociedad de la historia.

Para un Barça con la autoestima por los suelos y sumido en una guerra entre plantilla y directiva, Luis fue un puente para que se impusieran el sentido común e ilusión en pos de un objetivo común.

¿Qué Barça se encontró al llegar al vestuario del Camp Nou?

Fue un año complicado por las muchas cosas que pasaron y que es mejor no recordar (el 'Motín del Hesperia¿ en el que los jugadores pidieron la dimisión de la directiva de Josep Lluís Núñez por sus discrepancias en torno a quién debía asumir los impuestos de los contratos de imagen). Cuando llegué (5ª jornada de Liga, en sustitución de Terry Venables) el Barça estaba muy mal en la Liga y había poco que hacer. Sí había opciones en la Copa, que era un título importante.

Y en este objetivo se centró usted. Eliminaron a Murcia, Espanyol, Castellón y Osasuna hasta llegar a la final del 30 de marzo de 1988 contra la Real Sociedad.

La Real era la favorita total, para todos. Nosotros teníamos buenos jugadores, pero no grandes jugadores, como ellos. Muchos acabaron luego en el mismo Barça. Además, tuvimos que afrontar bastantes desavenencias y complicaciones. Resultó tremendamente difícil conseguir ese título.

Es reconocida su capacidad como gestor de grupos. ¿Tuvo que emplearse a fondo para animar a la plantilla?

Hicimos un tratamiento psicológico individual y colectivo importante, aunque tampoco fue difícil porque los jugadores estaban conmigo.

¿Hubo algún jugador que le ayudara de manera excepcional?

No, todos, todos. Vieron que les decía la verdad y me ayudaron todos. Además, la motivación era sencilla: conseguir un título para el club.

Fue una final con mucha tensión en todos los aspectos. También en la grada, la policía cargó contra un sector de la afición del Barça...

No recuerdo esos incidentes, imagino que estábamos por otras cosas, nosotros. Sí que me acuerdo del gol de Alexanko, a la salida de un córner. Y también recuerdo que había muchísimos aficionados de la Real y muchos menos del Barça.

A pesar del título y la clasificación europea, no le dieron la oportunidad para seguir en el banquillo blaugrana.

Se suponía que era el momento en el que el club debía decidir si apostaba por mí, pero la verdad es que todo estaba hecho ya antes de la final. Habían hablado con Cruyff y yo lo sabía. Fui un puente entre Venables y Cruyff. Cuando llegó Johan se hicieron cosas, se hicieron fichajes y todo fue diferente.

¿Le queda un regusto agridulce de aquella época?

No, yo guardo muy buen recuerdo. Siempre estoy agradecido a todos los clubs que han contado conmigo para entrenar, y más todavía si he podido ganar títulos y meter al equipo en las Copas de Europa.

¿Cree que el barcelonismo ha valorado lo suficiente aquella Copa del Rey?

Ahora el Barça tiene un equipo para ganarlo todo y que de hecho lo ha ganado todo. Pero entonces, aquella Copa fue un título importante para recuperar en parte el orgullo después de la derrota de la Copa de Europa en Sevilla y la mala temporada posterior. Y para mí también, por supuesto.