Luca D'Andrea: "Es una locura convertir a los deportistas en modelos de conducta"

El escritor italiano reflexiona sobre figuras del calcio como Maradona o Balotelli

"Hoy en día futbolistas como Messi y Cristiano son los héroes de nuestro tiempo", asegura

Lissy es la última novela de Luca D'Andrea

Lissy es la última novela de Luca D'Andrea / Michele Melani

Dídac Peyret

Dídac Peyret

Luca d’Andrea (Bolzano, 1979) se convirtió en uno de los autores más vendidos con el thriller ‘La sustancia del mal’ vendido a más de 30 países. En su última novela, Lissy (Alfaguara), vuelve a ahondar en el lado oscuro de la condición humana.

Luca D'Andrea: "Es una locura convertir a los deportistas en modelos de conducta"

Te he escuchado decir que creciste en un barrio donde la biblioteca era el lugar más seguro. ¿Qué papel jugaba el fútbol?

Tienes que pensar en Bolzano, mi ciudad, de otra manera. El deporte más practicado en realidad es el hockey. ¿Por qué? Porque era y sigue siendo el único deporte en el que la minoría italiana conseguía estar junto los ciudadanos de origen alemán. Había un sentido de pertenencia, de identidad especial. Pero, claro, de niños también jugábamos con la pelota en el patio o delante de casa como todo el mundo.

Mucha gente ve el fútbol como una proyección de la naturaleza humana tanto por lo que ocurre en el campo como en las gradas,  ¿cuál es tu visión?

Digamos que no soy un gran experto de fútbol. Lo seguía cuando era niño hasta que los clubes que me gustaban se convirtieron en sociedades anónimas. Pero si vemos lo que ocurre en el campo, o en lo que pasa en las gradas, y no nos preguntamos por qué el que menos gana es el árbitro, bueno quizás sí: hay mucho de realidad humana en el mundo del fútbol.

Una de las cosas que más aparecen en tus libros es la tensión entre las pasiones y la racionalidad. ¿Crees que la gente encuentra en las gradas un espacio libre donde sacar todo eso?

Estoy en parte de acuerdo con esto, porque creo que en el estadio, en un partido de fútbol o de hockey... da igual, hay una parte del ser humano que sale: la necesidad de un identidad colectiva. Si yo llevo una camiseta de un color distinto a la tuya ya no podemos hablar, ya empezamos a insultarnos sin conocernos. No sé ni cómo te llamas, pero no tengo este sentido de pertenencia contigo. Y esto es lo que hace que desde hace años no vaya al estadio, me aterroriza, me da pánico, la idea de que seamos tan frágiles frente a los símbolos. Y lo que ha hecho que naciera mi libro Lissy. 

¿En qué sentido?

En que nace de mi manera de intentar entender cómo los símbolos entran en nuestra vida y la respuesta es que desarrollan todo lo irracional que está dentro de nosotros.

Hablas de como los símbolos crean enemistades. Pero en una entrevista dijiste que no soportabas la palabra tolerancia...

La tolerancia es una de esas palabras que cuando la escribes suena maravillosa. Me hace pensar en un mundo que se parece a Disney, todo el mundo en harmonía. Pero si lo piensas bien la palabra tolerancia es horrible. Yo tolero tu existencia. Yo tolero que tú existas pero no me gustas. Preferiría que no existieras. Hace muchos años que en el Alto Adige se vive el concepto de tolerancia y el resultado es que tenemos dos mundos paralelos que no se tocan nunca.

Normalmente los recuerdos de la primera vez a en un estadio están muy ligados a los padres, ¿Cuáles son los tuyos?

[Sonríe]. A ver, yo nunca he ido a un estadio con mi padre porque mi padre era un seguidor de Maradona y del Nápoles y a mí me gustaba el hockey. Yo me hubiera aburrido viendo el fútbol y él viendo el hockey. Pero recuerdo un año, quizás 1996-1997, el de la gran huelga de los jugadores de hockey de Canadá que muchos de ellos vinieron a jugar a Europa. Y algunos de ellos a jugar aquí a mi ciudad. El gran Gretzky entre ellos. Y verle jugar fue increíble. Te dabas cuenta de que el hockey es un deporte hecho por puros armarios que bailan como bailarines y tiene que moverse y pensar como matemáticos. Para mí era como una poesía verlos jugar y creo que ocurre lo mismo cuando ves a grandes campeones independientemente del deporte. 

Me hablabas antes de un gran campeón como Maradona ¿Por qué crees que se convirtió en un símbolo en Italia?

Maradona entró en el corazón de todos los italianos porque representaba la capacidad de salir de algo. En los años ochenta veníamos de los años de plomo. Por fin volvíamos a tener una economía que funcionaba y sobre todo los italianos, en aquella temporada, aún sentían que eran un pueblo de emigrantes. Como decía Sergio Leone, en el extranjero nos veían como los feos, sucios y malos. Maradona representaba justamente esa imagen: era feo, estaba sucio y era malo… pero, sin embargo, conseguía encantarnos con lo que hacía. Podía fotografiarse con el peor de los mafiosos pero los italianos se lo perdonaban todo. 

Socialmente se buscan referentes y esa es una presión que se les adjudica a los deportistas como si tuvieran que ser ‘rol models’. ¿Te parece justo para ellos?

Yo creo que es una locura que los deportistas tengan que ser modelos de conducta. Y te daré un ejemplo, Balotelli. Fue el primero jugador negro dentro de la selección italiana y a partir de ese momento un chico de 20 años se cargó de una responsabilidad que ni podía llevar ni sabía gestionar. Al final, ¿Quién es? Es un chico de Bérgamo al que de repente se le han llenado los bolsillos con millones de euros. No podemos pensar que se transforme en un Martin Luther King de repente. Puede tener un papel de referencia para los jóvenes pero no puede ser solo eso ni el único punto de referencia. No podemos darles toda esa responsabilidad tan jóvenes.

Otra fenómeno habitual es convertir muy rápido al deportista en ídolo para luego enterrarlo a la misma velocidad...

Hoy en día deportistas como Messi o Cristiano son los héroes de nuestro tiempo. Pero lo que la multitud quiere, y lo vemos en todos los ámbitos, no es a una persona que haga algo extraordinario para la humanidad. Nosotros queremos que esa persona se suba a la cima del Everest para luego echarla para abajo. 

¿Por qué crees que se da algo así?

Porque si vive un fiasco, si se equivoca, eso le permite a millones de personas pensar que ellos son inmortales o por lo menos que son tan mortales como ellos. Nuestras historias, desde el 11 de septiembre de 2001 hacia adelante, son todas historias que no modifican el statu quo. Eso significa que los ídolos también se tiene que crucificar sin ninguna posibilidad de redención. Es una pena. Porque si cogiéramos a los deportistas y los consideráramos solo grandes deportistas, que es lo que son, aprenderíamos muchos de ellos. La fuerza de voluntad, la resiliencia, son cosas que admiro mucho de ellos. 

Pareces tener una visión muy desencantada del ser humano, ¿crees que con la pandemia hemos ido a mejor?

El ser humano hoy en día es un animal cada vez más vinculado a conceptos identitarios que recibe y no conquista. Lo hemos visto durante la pandemia. Está saliendo lo peor. Ya no es posible dialogar. Si a todo esto le añadimos las redes sociales, que son gasolina pura para un incendio.. En los días de sol pienso que soy demasiado pesimista, pero en realidad creo que soy realista. Bajo presión, el instinto es lo que sale, somos animales. Y bien pocos tienen un instinto que esté alineado con un código ético.