Joan Gaspart: "La copa durmió un día entre mi esposa y yo"

El exdirectivo y expresidente recuerda la final de Wembley

Explica que después del baño en el Támesis, se metió en la bañera con agua y alcohol para desinfectarse

El expresidente del FC Barcelona Joan Gaspart

El expresidente del FC Barcelona Joan Gaspart / VALENTÍ ENRICH

Ferran Correas

Ferran Correas

Joan Gaspart (Barcelona, 1944) podría llenar varios diarios explicando anécdotas vividas mientras fue primero directivo y después presidente del Barça. De la final de Wembley recuerda unas cuantas.

¿El 20 de mayo de 1992 fue su día más feliz como barcelonista?

He tenido la suerte de vivir muchos días felices como barcelonista. La liga del ‘Urruti t’estimo’ que viví al lado de Ernest Lluch. Las dos de Tenerife, la del Deportivo... Pero sí, por lo que representó para el barcelonismo, porque es un partido que pasará de generación en generación, Wembley y Koeman me hicieron vivir el día más feliz como barcelonista.

¿Cómo recuerda los días y horas previas al partido?

Dos días antes fui a Roma a la beatificación de quien después fue santo, San José María Escrivá de Balaguer. Soy muy creyente y ya allí recé y pedí la victoria. A Londres fui en una avioneta con algunos amigos, uno de ellos sacerdote. Para que ayudase también. El viaje fue muy movido, con muchas turbolencias. Llegamos a pensar que no llegábamos. Una vez allí, recuerdo ser un manojo de nervios durante todo el día.

El presidente Núñez anunció que lo dejaba días antes.

Yo estaba en Roma. Me afectó mucho y volví enseguida. Fue todo producto de la tensión que había aquellos días. Hablé con él y vi que no estaba tan decidido. El presidente Núñez era muy inteligente y supo que de aquella manera restaba presión al equipo y toda la atención sería para él.

El partido no lo vio.

Duré un minuto en el palco. Estaba sentado al lado de la esposa del presidente Núñez. Le pedí perdón y me fui. En aquella época, Wembley estaba rodeado de campos. Empecé a caminar, calculando que me alejaba 45 minutos. Me alejé para no oír nada. Descansé un cuarto de hora y regresé hacia el estadio andando 45 minutos más. Todo estaba calculado para llegar con el partido acabado.

Pero hubo prórroga.

Cuando llegué tuve problemas para entrar. Les tuve que explicar quien era y lo que me pasaba. Los policías debieron pensar que estaba loco, pero fueron muy amables. Me dijeron que había prórroga. Le pedí a uno de ellos si había algún lugar donde pudiese aislarme y me llevó a los lavabos del palco, pero desde allí se oía perfectamente a los aficionados, así que utilicé un sistema infalible. Ir tirando de la cadena del váter para no oír nada. Lo hice más de cincuenta veces.

¿Y cómo supo que había marcado el Barça?

Porque el lavabo estaba cerca de la afición de la Sampdoria. Escuché la celebración del gol lejana, así que supe que era la afición del Barça la que lo estaba celebrando. Además, vino el policía a decírmelo. Cuando me dijo que el partido había acabado, fui rápido hasta el palco y me volví a sentar en mi asiento para ver la entrega de la copa. 

¿Cómo lo celebró?

Se lo puede imaginar. Con los jugadores, técnicos, directivos, el presidente Jordi Pujol y las familias. Mi mujer no estaba. Se quedó en Barcelona y se fue a celebrarlo a Canaletes con la esposa de Johan Cruyff. Se llenó la copa con champagne y todos bebimos de allí. Yo me pasé. Cuando me llegó, me bebí todo lo que quedaba.

EL BAÑO

Y llegó el baño en el Támesis.

Aquello fue una promesa que hice semanas antes en un programa de TV3. Al salir de Wembley de camino al hotel, los aficionados del Barça que se cruzaban conmigo me lo recordaban, me decían que me tirase al río. Después de celebrarlo en el hotel del equipo, me convencieron para ir al Támesis. Fui con mi primo, que después fue directivo, Paco Closa, y mi amigo Quique Llaudet, hijo del expresidente del Barça, Enric Llaudet. Subimos a nuestras habitaciones, nos pusimos el bañador y un albornoz y pedimos un taxi. El taxista no sabía ni que se había jugado allí la final. Nos llevó a un sitio en el que podíamos acceder con facilidad al río, cerca del Palacio de Buckingham. Su sorpresa y la nuestra fue cuando vimos que nos seguía toda la prensa.

¿Estaba fría el agua?

No, pero era peligroso. El doctor Bestit nos había advertido que el agua estaba contaminada. Nos tiramos un poco de agua y ya está. De retorno al hotel, nos metimos en la bañera con agua y alcohol para desinfectarnos.

Y al día siguiente Barcelona enloqueció.

Un millón de personas se echó a la calle. Tardamos más de dos horas en llegar desde el aeropuerto a la Mercè. Estaba todo el mundo en la calle. Tocaban el autocar como si fuese una reliquia. En la Plaça de Sant Jaume tuve que tirar desde el balcón el bañador a petición popular después de ser incitado por Bakero. Tras las celebraciones, me llevé la copa a casa y durmió entre mi mujer y yo. Al día siguiente se la llevé a Agustí Pujol, que estaba enfermo. Lloraba como un niño.

¿Ha visto muchas veces aquella final?

Sí. Y todavía sufro. Hasta a Koeman se lo he dicho. Tenía también un cassette que me ponía en el coche en los viajes con el ‘Urruti t’estimo’ y el gol de Koeman.