Hoy hace 90 años nació un niño llamado Laszi Kubala

El niño Laszi Kubala en brazos de su madre Anna. Budapest, 1927

El niño Laszi Kubala en brazos de su madre Anna. Budapest, 1927 / Familia Kubala

David Salinas

David Salinas

Ladislao Kubala hubiera cumplido hoy 90 años. El barcelonismo pasional, sensible y con memoria histórica, el que hace ya tiempo que escasea, se hubiera volcado incondicionalmente en su figura.

Y más allá de algún presente o recuerdo para conmemorar tan especial aniversario, le hubiera hecho llegar su calor, devoción y estima: “¡Gracias, Laszi!”. Y se lo hubiera repetido una y mil veces.

Porque con Kubala el FC Barcelona vivió una época gloriosa a principios de la década de los 50 y porque recuperó para la afición orgullo y sentimiento a partes iguales en tiempos oscuros y de represión. A partir de entonces la historia del club incorporó su nombre para la eternidad.

Kubala vio la luz el 10 de junio de 1927 en Budapest. En la calle Oromlov del distrito de Ferencváros (la ciudad de los Franciscos, en honor a Francisco I de Austria). Fue el único hijo del matrimonio formado por Pál (Pablo) Kubala (obrero y apasionado al fútbol) y Anna Steck (empleada en una fábrica de cajas de cartón).

Criado por su abuelo, de origen polaco, al trabajar sus padres de sol a sol, de pequeño mostró un apasionamiento desmedido por el balón. Hasta el punto de ser conocido en el barrio como “el niño de la pelota”. Siempre la tuvo pegada en el pie, la rodilla o la cabeza. Pero no era cualquier pelota. Era la única pelota a la que podía aspirar entonces: bolas de papel envueltas en una vieja media de su madre.

"El niño de la pelota"

A los diez años, gracias a su padre, que tenía amigos en el club Ferencváros, del que era fiel seguidor, se incorporó de limpiabotas y recogepelotas los días de partido. Fue entonces cuando conoció los balones de cuero y entró en contacto con el fútbol por el que suspiraba. Lajos Dimény, el entrenador, lo animó a apuntarse a los cursos veraniegos organizados por la escuela de futbolistas de la Federación Húngara. Así empezó a volar “el niño de la pelota”.

Sin embargo, el estallido de la Segunda Guerra Mundial cortó el idílico estado en el que vivía el pequeño Laszi, entonces todavía un chaval de 12 años. El conflicto bélico y sus consecuencias lo marcaron a hierro candente: injusticia, desgracia, pobreza… Además, Budapest fue una de las ciudades especialmente castigadas durante la ocupación alemana.

Por esta razón Kubala siempre ayudó a gentes necesitadas y humildes cuando elevó su posición gracias al fútbol. Por eso se le rompía el corazón ante la desventura e infelicidad ajena. Y regalaba el reloj al que le pedía la hora, el abrigo al que pasaba frío, la comida al hambriento…

Kubala dio la mayor satisfacción a su padre poco tiempo después, en 1944, cuando debutó en las filas del primer equipo del Ferencváros. Y obsequió a sus progenitores con el primer sueldo ganado como futbolista: puso la mitad de lo que le dieron sobre la mesa. Sin embargo, Anna, incrédula, le dijo: ­“Pero… ¿de dónde has robado eso?”. Laszi le contó la procedencia del dinero, aunque su madre no dio crédito a las palabras del chico. “Imposible… ¿No ves que es el doble de lo que gana tu padre en un año?”, le soltó. El problema se solucionó yendo al club y preguntar allí. En el Ferencváros corroboraron la versión de Kubala, aunque agregaron que esa cantidad era solo la mitad de la que le habían dado. Y Anna volvió a reprobarlo: “¿Has engañado a tú madre?”.

Después vino la consagración, la muerte de su padre, el regreso a Praga, la huida de la guerra, Italia y España. Y Barcelona, donde encontró un nuevo hogar. Pasajes ya todos ellos más conocidos. Recuerda Laszi, uno de sus hijos, que Barça, Espanyol y Madrid echaron sus redes para ficharlo cuando apareció por España, pero que “el único que se la jugó por él fue Samitier. Le dijo: “Tú, rubio, firma aquí y tendrás papeles, sueldo, casa…”. Y lo consiguió. Regularizó su situación. En junio de 1951 lo nacionalizaron. Y eso mi padre no lo olvidó jamás”. Laszi, nacido en 1950 en un campo de refugiados de Italia, apunta con nostalgia pero también contundencia: “La gente, cuando rememora la historia del Barça, habla de mi padre. La historia del Barça no la puedes contar sin detenerte en Kubala”.