De almacén a capilla

La plantilla del primer equipo, en 2001, en la tradicional misa de comienzo de temporada que dejó de celebrarse hace años

La plantilla del primer equipo, en 2001, en la tradicional misa de comienzo de temporada que dejó de celebrarse hace años / Ignasi Paredes

Toni Closa

Toni Closa

Una de las cosas que más sorprende a la gente que realiza el Tour Experience por el Camp Nou es la presencia de una capilla en lo alto de la escalinata que va desde los vestuarios al terreno de juego. Está iluminada, con las puertas abiertas de par en par y son muchos los turistas o simples seguidores barcelonistas de todos los rincones del mundo que se paran delante para fotografiar el pequeño recinto religioso o, incluso, para orar ante la imagen de la Mare de Déu de Montserrat como hacen muchos futbolistas, locales o visitantes, antes de los partidos.

La capilla del Estadi sigue ahí, inamovible, en el espacio que le asignó el arquitecto Mitjans por petición del club, sobreviviendo a obras y remodelaciones y ajena a los avatares del mundo actual, descreido y laicizado. Pero tiene, tras de sí, una curiosa historia, que os contaremos con la colaboración de Joan Rovira i Andreu, el que fuera carismático secretario de la Agrupació de Veterans (hoy ABJ) que es el custodio oficial de la capilla desde el primer día, cargo que han ido ratificando los sucesivos presidentes del club.

LA VIRGEN DE LA INAUGURACIÓN

Antes de hablar de la capilla hay que hacerlo de la imagen de la Moreneta. Fue modelada por la propia comunidad benedictina de Montserrat y el club la compró, mediante suscripción popular, para que presidiera la ceremonia inaugural del Camp Nou, el 24 de septiembre de 1957, junto al altar en el que el entonces obispo auxiliar Narcís Jubany ofició la misa. 

Dos días antes se había organizado una romería a Montserrat y allí la imagen se mostró públicamente, por primera vez , y fue bendecida por el abad Aureli Maria Escarré. En el Camp Nou fue entronizada por el arzobispo Gregorio Modrego Casaus, primo, por cierto, del futuro vicepresidente y entonces miembro del comité organizador de los actos inaugurales del Estadi. “Cuando iban a hacer le bendición -recuerda Rovira- se dieron cuenta que no había agua bendita y el rector de Santa Tecla, Mossèn Josep Bachs, que ayudaba en la ceremonia, tuvo que mandar a alguien a buscarla a su parroquia”.

La imagen fue transportada, a lo largo de la jornada por un buen número de personas, ‘reclutadas’ por Jaume Ramon, entre ellas varios miembros de la Penya Solera, de la que era fundador. Y ello, curiosamente, sería clave para el futuro de la capilla. Al final de la histórica jornada, la Moreneta fue llevada a la capilla y depositada encima de una roca traida de Montserrat, convertida en pedestal.

“Unos cuantos meses después de la inauguración -cuenta Rovira- dos de los portantes de la Virgen, miembros de la penya, tuvieron un grave accidente volviendo de Castelldefels. Eran más amigos de la juerga que de ir a misa... pero, hospitalizados, se acordaron de la Mare de Déu que habían llevado a hombros y prometieron que si se curaban le harían una ofrenda".

"Por fortuna -prosigue Rovira- se recuperaron y compraron dos candelabros para que adornaran la capilla. Pero cuando fueron al Camp Nou no encontraron ninguna capilla sino un almacén, cerrado con dos puertas oscuras, lleno de material. Al fondo, eso sí, estaba la Moreneta tal como la habían dejado.  Sorprendidos fueron a contárselo a Jaume Ramon”.

Y se empezaron a mover hilos para que aquel lúgubre aposento se convirtiera, al fin en una capilla. Dado que el presidente Miró-Sans dijo que las arcas del club estaban vacías y no podía acometer ninguna obra, la junta de la Penya Solera, que encabezaba Baldomer Cabré, le propuso al máximo dirigente blaugrana que les cediera la adecuación y la custodia de la capilla. Aceptó, claro. 

La penya nombró una comisión que tomó las riendas del tema, con el joven Joan Rovira -que acababa de volver de la mili- como responsable. Primero se vació y, luego, se fueron haciendo obras y comprando objetos. El primer año se colocó un altar y se pusieron frases grabadas en las paredes, luego vitrales, el sagrario, bancos y adornos diversos. A principios de los sesenta, la capilla ya lucía casi con su aspecto actual. Al desaparecer la Penya Solera, Rovira pidió seguir como custodio. Ningún problema. Administrativamente, la capilla depende del Museu del Barça.

DECORACIÓN INACABADA

En los últimos años se han colocado nuevos elementos como unas pinturas de Salvador Camí o, recientente, un cuadro de 4 metros de largo de Rosa Agenjo, cedidos desinteresadamente. Unos frescos de la montaña de Montserrat y la Escolanía deben completar la decoración. En las paredes se puede ver una placa recordando la visita de Juan Pablo II y un escudo del Barça dedicado a Josep Samitier, que ha sido la única persona cuya capilla ardiente se instaló allí.

Antes, al empezar la temporada, se celebraba una misa con la plantilla del primer equipo, una tradición que se perdió hace algunos años. Perduraba la misa en recuerdo de los difuntos de la Agrupació Barça Jugadors pero dado que sólo caben 40 personas, se trasladó a la propia sede de los veteronos que, eso sí, bajan después a cantar el Virolai.  Por tanto, en la actualidad, ya no se hace ninguna celebración eucarística.