"¡Henry, Henry, Henry!"

La puesta en escena de la estrella culé fue con todos los honores. La afición acudió en masa al Camp Nou para darle la bienvenida

Thierry Henry se presentó en el Arsenal en Highbury con la presencia de Arsène Wenger y una camiseta con el número 14 que ambos mostraban a un medio oficial del club; ayer el jugador francés vivió una experiencia totalmente diferente. Su puesta en escena como azulgrana fue ante 32.000 espectadores, sólo seis mil menos de la capacidad del estadio en el que ha jugado en los últimos años.

Había casi tanta gente ayer en el Camp Nou en su premier azulgrana como en la mayoría de los partidos que jugaba en el antiguo campo del Arsenal. Toda la grada de tribuna, de arriba a abajo, estaba llena de seguidores deseosos de ver los primeros pasos de Henry como azulgrana y a pie de campo habían unos doscientos periodistas mezclados entre toda la directiva, eufórica por la contratración. La realidad es que fue la presentación de un jugador más multitudinaria de la historia del Barça teniendo en cuenta que hasta ahora quien ostentaba la mejor marca era Ronaldinho.

Después de su conferencia de prensa, Henry acudió por primera vez al vestuario del Camp Nou para enfudarse la nueva equipación. Al francés ya le estaban esperando miles de seguidores que empezaron a entrar en el Camp Nou a partir de las cuatro de la tarde. Dos horas y media después subió las ocho escaleras que dan acceso al césped, se ató los zapatos estrenados para la ocasión mientras Joan Laporta a menos de un metro de distancia le observaba atentamente y su manager, Darren Dein, grababa por su teléfono movil las imágenes de la grada.

Fue entonces cuando, bajo un sonido atronador del himno del Barcelona, Henry se dejó ver ante los ojos de la afición y lo primero que hizo fue girarse a la grada para saludar a los seguidores que, apasionados, le brindaron el mejor recibimiento.

El momento fue intenso, tanto que los directivos fueron los primeros en alzar los brazos en señal de victoria al tiempo que estos le tiraban balones, banderas o bufandas al presidente Laporta para que este se las pasara a Henry y se las firmara. Lo había hecho en una ocasión y la noticia corrió como un reguero de pólvora entre los seguidores.

Henry dio unos toques con el balón, delante de un cartel publicitario y lanzó un par de balones a la grada. El galo corrió entonces a un córner y hacia otro para agradecer también a esos seguidores que estaban en las esquinas su presencia en esta puesta en escena. Henry fue ovacionado durante largo rato, hasta que se dio por concluida la sesión. Debió ser un momento fuerte porque nada más sumergirse en el túnel de vestuarios soltó un grito, una muestra de que tras la seriedad mostrada a ojos de la afición había experimentado algo especial.