El gran gesto patriótico de Chygrynskyi

Dmytro Chygrynskyi, el único jugador ucraniano que ha defendido la camiseta del FC Barcelona, fue noticia en la pasada jornada del campeonato griego, la Super League. Su equipo, el Ionikos, empató contra el PAOK en Salónica (1-1) y celebró el tanto de la igualada con una bandera de su país.

Chygrynskyi, de 35 años y capitán del Ionikos, equipo en el que ha recalado la presente temporada después de cinco campañas en el AEK Atenas (2016-2021), había pedido a sus compañeros que, en caso de celebrar un gol, saliera la bandera de su país para mostrar así su apoyo a los compatriotas que están luchando en el conflicto bélico con Rusia.

Y así fue. El brasileño Rogério Conceição do Rosário, futbolísticamente Thuram, empató para el Ionikos en el minuto 58 y corrió hacia el banquillo. Durante la carrera recibió el abrazo de Chygrynskyi y, en la banda, apareció el pabellón ucraniano. El ex del Barça agarró la bandera, la desplegó y la mostró para que lo viera todo el mundo.

Aplaudido

La afición del PAOK, pese a ver cómo su equipo acababa de perder la ventaja en el marcador, celebró el gesto que tuvo Chygrynskyi y recompensó su acción con un aplauso, que el jugador, emocionado, devolvió a la grada. No marcó, no fue el mejor del partido, pero sí uno de sus protagonistas por tener un guiño hacia quienes lo estaban pasando mal en su país.

Chygrynskyi, que también acudió al sorteo inicial como capitán luciendo la bandera de Ucrania en la espalda, a modo de capa, no quiso hacer declaraciones tras el partido. Se limitó a decir que “mi padre tiene 68 años y ayuda como voluntario en la guerra. Estuvo en el ejército. Esto no es una guerra en Ucrania, es una guerra de la humanidad”.

Chygrynskyi jugó en el FC Barcelona la temporada 2009-2010. Pagó 25 millones de euros por su traspaso al Shakhtar Donetsk. El central fue una petición de Pep Guardiola, pero no rindió al nivel esperado por varios motivos, entre ellos la falta de adaptación, la presión del dinero que se abonó por él y las lesiones. Tampoco entendió nunca que su propia afición lo abucheara tras un error.