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El gesto que honra a un Ter Stegen hundido

Çakir hace sonar su silbato. Final del partido en Anfield: 4-0 y el Barça, eliminado de la Champions. Otra vez. Luis Suárez, Messi y Piqué, los tres a paso ligero, son los primeros en ganar el túnel de vestuarios. Toda la plantilla está abatida, pero hay un hombre que todavía sobre el terreno de juego derrama lágrimas de impotencia y frustración. Es Marc-André Ter Stegen.

Ya sin los guantes, el meta teutón se frota los ojos varias veces y se acerca a la zona donde se encuentran los aficionados del Barça. Medio llorando, Marc pide perdón encajando sobre su pecho las palmas de su mano. Repite el gesto varias veces y a los pocos segundos Busquets se suma a la dolorosa escena. Hundido, el meta incluso suplica disculpas subiendo y bajando sus antebrazos. Como se hace cuando se idolatra a alguien.

En realidad, Ter Stegen también estaba rindiendo pleitesía a una afición con la que mantiene un cariño y conexión especial. Vive en el centro de Barcelona, se desplaza en metro como uno más y entiende ya el catalán a la perfección. Se crió en Mönchengladbach pero cinco años le han adentrado en el sentimiento culé.

Camino de la caseta, avanzando con la mirada perdida, el meta recibe un sentido abrazo de su compatriota Jürgen Klopp, el héroe indiscutible de la noche. Y todavía sobre el césped, Marc se encuentra también con el cariño de Sturridge. Detallazo. Igual que el suyo y de Busquets al ir a agradecer el apoyo de la afición. Sólo el portero y el centrocampista se acercaron a la grada culé.

Todo esto sucedió en apenas un par de minutos, pero para Ter Stegen fue una eternidad que tendría continuidad en vestuarios. En un ambiente de funeral, el alemán se duchó a la velocidad del rayo y abandonó la zona mixta antes incluso de que algunos periodistas pudieran personarse en ella. Fue el primero en salir del vestuario. Amable siempre con los medios, Marc pasó esta vez de largo. Sin saludar. Sin contacto visual.

La de este martes fue, con mucha diferencia, la peor noche de Ter Stegen como azulgrana. Por múltiples motivos. Primero, porque en la ida fue unos de los héroes con sus intervenciones. El 4-0 deja sus paradas en papel mojado. Segundo, porque levantar la ‘orejona’ habría puesto una presión ya insoportable sobre Löw en la batalla entre el azulgrana y Neuer por la titularidad en la selección alemana. Y tercero, por el sentimiento de haberle fallado, como conjunto, a una afición entregada al equipo y especialmente a su figura.

De las citadas razones, es la última la que más duele al guardameta. Desmarcado del tópico que define a los teutones como personas frías, Marc-André es un tipo cercano con los fans. Su vínculo con el aficionado era muy estrecho en el Gladbach. En Barcelona, una vez superada la barrera del idioma, la relación es igual de intensa o incluso más. De ahí el gran sentimiento de culpa del meta, un señor en la victoria y, sobre todo, en la derrota.