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BALÓN DE ORO

La (im)perfección de Aitana Bonmatí

La estrella del FC Barcelona hizo historia con su tercer Balón de Oro consecutivo y lo celebró con un discurso improvisado que la humanizó ante el mundo

Aitana Bonmatí: "El Balón de Oro te cambia la vida"

Aitana Bonmatí: "El Balón de Oro te cambia la vida" / Perform

Maria Tikas

Maria Tikas

París

Cuando Andrés Iniesta pronunció su nombre al abrir el sobre, Aitana Bonmatí se levantó de su asiento en primera fila del Châtelet y esbozó una sonrisa, consciente de que todos los focos y cámaras la apuntaban. Saludó a Mariona, subió al escenario, dio las buenas noches a los presentes y soltó un “voy a improvisar un poco”. No tenía preparado el discurso porque realmente no sabía qué iba a pasar en esa noche histórica, en la que se convertiría en la primera futbolista en ganar tres Balones de Oro de forma consecutiva. Solo dos jugadores tienen más: Leo Messi y Cristiano Ronaldo.

En su constante búsqueda de la perfección, su discurso fue deliberadamente imperfecto, con expresiones como “¿qué más?” para ganar tiempo y pensar lo siguiente que iba a decir. Eso lo hizo aún más especial, porque la humanizó. “No es fácil ver a alguien que lo hace todo tan bien mostrarse así de natural delante de tanta gente importante de este mundo”, comentaban algunos de los presentes. Se acordó de todo y, como siempre, aprovechó el escenario y la atención mundial para reivindicar su profesión y también su idioma, el catalán.

Hace un año, en la primera edición que France Football organizaba junto con la UEFA y en la que decidieron mantener los ganadores en secreto hasta el último momento, ya dejó espacio a la improvisación en su discurso. Hace dos, con su primer Balón de Oro, sabía que iba a ganar y lo había medido todo al milímetro para que saliera perfecto, como es ella. “Estaba entonces más nerviosa porque era la primera vez que me plantaba allí, delante de toda esa gente, la crème de la crème del mundo del fútbol. Y era algo nuevo para mí”, recordó en SPORT. Ahora tiene más tablas, sabe desenvolverse en estos contextos, acostumbrada ya a ganar premios individuales y a ser el centro de atención en la élite.

Atendió a más de veinte medios, siempre impecable, se dirigió al bus hacia el aeropuerto, pasó el control de seguridad con una sudadera gris sobre su vestido de lentejuelas marrón y el Balón de Oro en una bandeja. Todo esto mientras, consciente de lo que le toca en los próximos días —acciones con marcas, entrevistas, compromisos mediáticos—, contaba las horas para volver a casa, a Ribes. Es su lugar seguro, su zona de confort, donde se siente a salvo. El que la mantiene con los pies en el suelo y le recuerda quién era hace quince años: la Aitana que jugaba con niños en el patio del colegio y en el equipo de su pueblo, que pese a su estatura era la que, con su cinta de pelo, lo daba todo en el campo y llevaba el brazalete. La misma que ahora, siendo estrella del Barça y de la selección, y habiendo ganado absolutamente todo, hace cola para comer algo en el CabroRock