Final en Nápoles

Después de no hacer los deberes en el Camp Nou, el conjunto culé visita el estadio Diego Armando Maradona para sellar su clasificación a los octavos de la Europa League

Pasar a la siguiente ronda es una obligación deportiva, económica, institucional y social para los de Xavi Hernández

El Barcelona se prepara para su enfrentamiento mañana contra el Nápoles tras el empate en casa

El Barcelona se prepara para su enfrentamiento mañana contra el Nápoles tras el empate en casa / Efe

Jordi Carné

Jordi Carné

La Europa League es un arma de doble filo para el Barça. Por un lado, el conjunto blaugrana ve la segunda máxima competición continental como una gran oportunidad para medir su nivel competitivo, para demostrarse a sí mismo que es cierto eso de que en el Camp Nou no existen los años de transición y, en definitiva, para volver a sentirse grande en Europa, algo que no hace, curiosamente (o no), desde que Xavi Hernández capitaneaba el equipo sobre el césped. Des del otro punto de vista, es innegable que la hermana pequeña de la Champions, la verdadera copa ‘linda y deseada’, puede convertirse en un calvario, en una de las incontables dosis de realidad que los culés han sufrido en los últimos años, en un nuevo paso hacia atrás en el proceso de recuperación del modelo que persigue el vallesano desde su llegada al banquillo. “Caer eliminados sería una decepción muy grande”, reconoció el técnico barcelonista ayer, en rueda de prensa.

El Barça llega al estadio Diego Armando Maradona obligado a dar continuidad a las buenas sensaciones de los últimos encuentros, especialmente en Mestalla. Y a ganar, claro está. Deportiva, económica e institucionalmente, no le queda otra. Tampoco a nivel social, y menos en el templo del ‘Pelusa’, cuya “pequeña revolución” fue siempre “defender y hacer feliz” a su gente. Empujado por la ilusión hacia un título desconocido, esperanzado por alargar tanto como sea posible su periplo internacional, el equipo catalán visita un escenario de máxima exigencia y a un rival del primer nivel, el Nápoles, con el objetivo de constatar en qué fase del camino de reconstrucción se encuentra. También con la misión de poner punto y final a muchos años de catástrofes europeas. Toca cicatrizar las heridas de Roma, Liverpool, Lisboa y París; olvidar la dolorosa eliminación de la fase de grupos de la Champions. La nueva normalidad blaugrana es la que es. El primer paso para rebelarse contra la realidad es aceptarla.

La consecuencia de “no haber hecho los deberes en la ida” tal como confesó Xavi, además de la supresión del valor doble de los goles a domicilio, no da más opción al Barça que la victoria para clasificarse para los octavos de final de la Europa League. Sea en los 90 minutos de tiempo reglamentario, en la prórroga o en la tanda de penaltis, los culés deben marcar más goles que el Nápoles. Y tienen que hacerlo en un campo que colgará el cartel de ‘sold out’ (con un aforo máximo permitido del 75 por ciento por culpa de las restricciones para contener la pandemia) y que se convertirá en una olla a presión. Llega la hora de la verdad. Llega el momento de dar, por fin, un golpe encima de la mesa.

Los precedentes, optimistas

El Barça solo ha disputado tres partidos oficiales ante el Nápoles en toda su historia. Y nunca ha perdido. En la eliminatoria de octavos de final de la Champions League de la temporada 2019/20, los culés empataron en el entonces San Paolo (1-1) y, en la vuelta, ganaron en el Camp Nou (3-1). La semana pasada, el equipo barcelonista y el partenopeo también firmaron las tablas (1-1). Los precedentes invitan al optimismo, aunque no es menos cierto que solo uno de los tres resultados serviría a los de Xavi Hernández para evitar la prórroga.