Enric Calpena: "A Gamper le escandalizarían los sueldos de los futbolistas del Barça"

Calpena ha novelado la vida de Gamper

Calpena ha novelado la vida de Gamper / Edicions 62

Javier Giraldo

Javier Giraldo

Es una novela, pero sobre todo es la historia de cómo Hans (convertido luego en Joan) Gamper llegó a Barcelona, prosperó, fundó un club de fútbol y sufrió la represión de la dictadura de Primo de Rivera y años después, se arruinó.

‘El primer capità’ (Edicions 62) narra los años que el fundador del Barça vivió en Barcelona. Su autor, el periodista y escritor Enric Calpena, revisa la época del nacimiento del club a través de la figura poliédrica de Gamper: la vida del fundador del Barça no tuvo un final feliz. Se suicidó en 1930, a los 52 años de edad. 

En los planes de Gamper, Barcelona solo era una escala: venía de Lyon y su destino final era Guinea. 

Su idea era pasar seis meses o como mucho, un año: lo suficiente para aprender español para luego irse a Guinea y montar un negocio de exportación de productos tropicales hacia Europa. Pero la ciudad le encantó: le pareció una ciudad muy viva, muy intensa, con muchas tensiones sociales, nada que ver con lo que había vivido en Suiza. Se enamoró de Barcelona y decidió quedarse.

Era el otoño de 1898, una época convulsa.

España acababa de perder Cuba, Filipinas y Puerto Rico. Gamper se esperaba un escenario devastado, pero se encuentra una ciudad viva y en pleno crecimiento. Era la época de la expansión del Eixample. Pero también había mucha conflictividad social, con mucho movimiento obrero. Empezaba a fraguarse el catalanismo político frente al ‘lerrouxismo’. Era un ambiente que o te fascina o lo odias. A Gamper le fascinó. 

Él ya había fundado dos clubes en Suiza, el Zurich y el Excelsior.

Eran los primeros años del fútbol, que nació alrededor de 1860 en Inglaterra y junto al rugby se fue extendiendo lentamente por Europa. Al principio, tuvo poco éxito en España, pero fraguó en las zonas donde había ingenieros ingleses trabajando, como varios países de la Europa central.

La adaptación de Gamper a Barcelona fue rapidísima: aprendió antes el catalán que el castellano.

Sí, porque en su entorno era lo que más se hablaba. A veces le tomaban el pelo diciéndole que tenía mejor acento en catalán que en castellano. Se le daban bien los idiomas. Laboralmente tuvo suerte porque encuentra un buen trabajo. La empresa alemana AEG acababa de comprar la compañía de tranvías eléctricos de Barcelona y necesitaba un contable que hablase alemán y francés.

Y decide fundar el Fútbol Club Barcelona. ¿Cómo fueron aquellos primeros días?

El inicio del club fue un fracaso: pone un anuncio en la prensa esperando que al menos se apunten 26 personas para formar dos equipos de once, además de tres árbitros y un enfermero. Pero solo aparecen doce. Y Gamper no puede asegurar que el club puede jugar algún partido. Luego se acaba convirtiendo en un éxito porque atrae a muchos jugadores y aficionados ingleses.

A Gamper no le gustaba la palabra 'Barça'

En la novela se explica cómo surgieron los colores azul y grana: de una forma bastante prosaica. 

La versión más probable es que los hermanos Witty ofreciesen las camisas con las que ellos habían jugado al rugby en Inglaterra. Su madre las confeccionaba: eran de color azul y grana. 

Otro detalle de los primeros años: a Gamper no le gustaba nada la palabra ‘Barça’.

En los años 20 los jóvenes popularizaron la expresión. Es como si ahora empezásemos a llamar ‘Cata’ a Catalunya, o ‘Espa’ a España. Nos sonaría raro y pensaríamos que es cosa de jóvenes. A Gamper no le gustaba. Al resto de fundadores, tampoco.

En noviembre de 1908, el club está a punto de desaparecer.

Se llegó a convocar una asamblea cuyo orden del día solo tenía un punto, la disolución del club. El Barcelona tenía 32 socios. Muchos clubes de la época no lograron sobrevivir al impulso inicial: la gente iba perdiendo el entusiasmo y pocos clubes aguantaron sus seis u ocho primeros años de vida. En este caso, la directiva fue olvidando el espíritu transversal con el que Gamper había fundado el club. Se apostaba por jugadores nacionales y la presencia de los extranjeros era testimonial. El juego se volvió resultadista y se dejó de trabajar la táctica. También contribuyó mucho Isidre Lloret, un personaje tremendo, presidente de la federación catalana, que hizo todo lo que pudo para acabar con el Barcelona. En ese momento, Gamper da un paso adelante para rescatar al club y se convierte en presidente.

El gran acierto de Gamper es darse cuenta de la identidad del club

Para salvar al club, pide ayuda a los políticos catalanistas. 

Decide que la salvación pasa por tres factores: ser un club más competitivo, disponer de un campo propio y tener una identidad definida. Tuvo reuniones con varios industriales y directivos de la Lliga Regionalista. Gamper decide identificar al club con el alma que ya tenía. Los clubes sin identidad no prosperan, no van a ningún sitio. Pero los que tienen una vida propia tienen una identidad y una masa social muy definida. El gran acierto de Gamper es darse cuenta de eso. El Español, por ejemplo, supo antes que el Barça cuál era su identidad. El Barcelona estuvo al borde de la desaparición porque su identidad estaba desdibujada.

La dictadura de Primo de Rivera consideraba al Barcelona un club ‘antipatria’

¿Es entonces cuando el Barça se convierte en un club catalanista?

A partir de los años 20, ya es un club descaradamente catalanista. En el 25º aniversario del club, en 1924, Gamper pronuncia un discurso en catalán cuando oficialmente estaba prohibido hablar en público en catalán, por la dictadura de Primo de Rivera. Se prohibió la senyera y mientras otros clubes la sustituyeron por otras banderas, Gamper dejó el mástil vacío para denunciar la censura. Ese tipo de gestos ya marcan claramente la identidad del club. La dictadura de Primo de Rivera consideraba al Barcelona un club ‘antipatria’.

En 1925 se produce el episodio del himno en el campo de Les Corts que acabaría con el exilio de Gamper.

Fue una casualidad: una banda de músicos ingleses, bastante malos por cierto, tocó el himno español y el inglés en el campo de Les Corts. La gente pitó el himno de España y aplaudió el inglés. Gamper ni se lo esperaba. Pero le costó caro: la dictadura le invitó a irse de España, por decirlo de forma suave. Se fue a Suiza y regresó cuatro años después. 

La rivalidad con el Madrid empezó después de la guerra civil. Ambos eran clubes parecidos, muy populares, con un planteamiento transversal

¿Se había significado mucho en política?

Gamper decía que se sentía catalanista. Pero no está claro que fuera partidario de la independencia de Catalunya. Yo diría que era partidario de una república federal, de la idea que llegaron a pactar en 1930 Macià, Companys, Azaña y Largo Caballero en el pacto de San Sebastián. De hecho, Gamper ejerció de delegado del equipo español de fútbol en los Juegos Olímpicos de 1924 en Amberes.

¿Esa identidad se forjó gracias a la rivalidad con otros clubes?

La rivalidad con el Madrid empezó después de la guerra civil. Ambos eran clubes parecidos, muy populares, con un planteamiento transversal. Y un factor añadido: antes de la guerra, el Barcelona era muy superior en lo futbolístico. Y eso provocó que el Madrid se percibiera como un club menor y simpático. Había muy buen rollo, como podría haberlo hoy con el Mérida o el Mollerussa. Luego ya el Madrid empezó a crecer y las cosas cambiaron. Con el Español, en cambio, hubo rivalidad desde el principio, porque tenía una identidad muy marcada y deportivamente era un equipo potente. En esa época, el rival menor era el Madrid. 

Gamper era protestante en una España muy católica. ¿Tuvo problemas por ello?

Fue siempre una molestia de fondo. La Constitución decía que España era un país católico. Nadie te perseguía por no serlo, pero no podías ejercer si eras budista o protestante: los protestantes siempre eran los extranjeros. Él era creyente y conservador, en el sentido tradicional de la palabra. Se casó con una mujer católica: algunos pueden pensar que fue un matrimonio de conveniencia, pero no creo que fuese así. Cuando murió, lo enterraron en la zona protestante del cementerio de Montjuïc, pero el obispo bendijo ese trozo de tierra para que fuese católico. En 1956, el presidente Miró Sans propuso que el Camp Nou llevase el nombre de Gamper, pero el obispo de Barcelona alegó que un campo así no podía llevar el nombre de un protestante.

Tuvo un amargo final: se arruinó por el ‘crack’ de 1929 y se suicidó horas después de su socio, Johannes Frey. 

Habían invertido en acciones de empresas estadounidenses. Pero Frey no le engañó. Era una persona honesta. Pero lo perdieron todo. Años antes, cuando Gamper tuvo que irse a Suiza, ya había pasado una especie de depresión: estaba cansado, dormía mal, echaba de menos Barcelona. No era un hombre nostálgico, pero sí era sentimental. Volvió a Barcelona, pero los negocios empezaron a ir mal y los directivos del club lo rechazaron, lo veían como una rémora. Eso le sentó fatal. Se arruinó por el ‘crack’ bursátil de 1929, pero no inmediatamente, sino meses más tarde.

 Gamper era un buen jugador y disfrutaría mucho jugando con Messi

¿Qué pensaría Gamper del Barça de hoy en día?

Le encantaría que tuviera tantos socios. También le gustaría mucho el Camp Nou y las instalaciones deportivas del club, y estudiar las tácticas, él fue uno de los grandes innovadores tácticos del fútbol en España. Era un buen jugador y disfrutaría mucho jugando con Messi. Pero odiaría profundamente que los sueldos de los jugadores sean tan altos: estoy seguro de que haría campaña contra eso. Estaría escandalizado, escribiría cartas a los periódicos porque le parecería horroroso.  Él siempre insistió en que los futbolistas tenían que ser socios del club. Se opuso a que dejasen de pagar la cuota de socio porque querían que se implicasen. No es que fuera rácano, pero en los primeros años del club era impensable que los jugadores cobrasen por jugar.