Eduardo Mendoza: "Últimamente, casi me da igual perderme los partidos del Barça"

Eduardo Mendoza, fotografiado en Barcelona

Eduardo Mendoza, fotografiado en Barcelona / Ivan Giménez - Seix Barral

Javier Giraldo

Javier Giraldo

Incansable a sus 76 años, Eduardo Mendoza (Barcelona, 11-1-1943) acaba de publicar 'El negociado del yin y el yang' (Seix Barral), la segunda entrega de 'Las tres leyes del movimiento', una trilogía que podría acaba convertida en tetralogía, síntoma de que el autor de 'La ciudad de los prodigios' está más en forma que nunca. 

A Rufo Batalla, el periodista que protagoniza la novela, es fácil cogerle cariño.

Yo también le tengo cariño, y eso se debe de contagiar: a diferencia del detective de mis anteriores novelas, Rufo es de clase media, tiene una educación normal… es un personaje medio de la España de esa época. Se parece al detective en que ambos son un poco pasmarotes.

A los escritores les cuesta admitir que se reconocen en sus personajes. 

No tengo problemas en admitir que una parte de Rufo es mía. Sin ser un calco, es muy parecido a mí: por su manera de ser, por los lugares donde transita… aunque a él le suceden cosas que a mí nunca me han pasado. 

Rufo lleva una vida bastante agitada, pero parece una persona más reflexiva que de acción. 

Es un observador, una persona con mucha curiosidad, activo intelectualmente. Cuando ve algo que le interesa, se mueve, habla con la gente, se mete en los sitios y va a ver qué pasa.

"Siempre defendí la Transición: se sentaron las bases para construir un país razonable"

Esta novela se desarrolla en la Transición, una etapa muy denostada últimamente. 

Yo siempre la he defendido, antes incluso de escribir este libro. Yo creo que fue un buen momento. Por supuesto que las cosas que se podían haber hecho mejor, pero en general se sentaron las bases para construir un país razonable. Ningún electrodoméstico dura para siempre y a veces hay que cambiar piezas y ponerlo al día, pero no estuvo mal, teniendo en cuenta de dónde veníamos y las cartas que teníamos.

La tercera novela de la trilogía se moverá en el cambio de siglo.

Sí, una época menos positiva. Ahí ya se trataba de ver quién arramblaba con lo que podía. Ahí se sentaron las bases de mucha corrupción y de muchos ‘pelotazos’.

"Me gusta seguir la Liga inglesa porque no me siento atado a ningún club por recuerdos de infancia

Usted siempre ha sido un buen notario de su ciudad, Barcelona. ¿Cómo la ve ahora?

Es una ciudad convertida en un espectáculo de sí misma. Le está ocurriendo lo que le ocurre a otras muchas ciudades: la gente joven se ve obligada a dejar el centro de la ciudad para dar paso a una especie de museo, feria o parque temático. No sé, supongo que con algo hay que ganarse la vida, nosotros vendemos Gaudí y el Barça, ya que ya no vivimos del textil. Lo malo es que se hace a costa de expulsar muchas cosas que la ciudad necesita. Necesitamos recuperar ese equilibrio entre lo comercial, lo intelectual y lo cultural que es la base del futuro. Está muy bien presumir de Gaudí, pero debemos empezar a construir ahora la ‘sagrada familia’ del futuro. Si nos dedicamos a vivir de rentas, mala solución.

La tensión política sigue por todo lo alto en Catalunya: hace un par de años escribió un breve ensayo sobre la situación. ¿Qué piensa ahora?

Siempre he dicho que no soy partidario del independentismo, pero no por una idea de unidad de patria, sino porque creo que es perjudicial para Catalunya. Dicho esto, en el opúsculo que publiqué intenté explicar de dónde venía todo este proceso: estaba en Londres y allí lo interpretaban todo como les venía en gana, hablaban mucho del 1714, de Franco… Yo intenté contextualizarlo hablando de la crisis, de la situación de la gente joven...

Intentó explicar de dónde venía el ‘procés’, ¿pero hacia dónde va?

Me gustaría mucho poder responder, pero no tengo la menor idea. Cada media hora pasa algo. Ahora, por ejemplo, ha habido un pacto entre PSOE y Podemos, pero tiene que ser algo más que un abrazo, deberían pactar un programa. Si no lo hacen, dentro de seis meses habrá otras elecciones. Y si las hay, ya sé quien las va a ganar.

"Kubala era un superhéroe... de Cruyff supe apreciar su gran calidad. Y estoy muy contento de vivir la era Messi"

Al menos siempre le quedará el Barça. ¿En qué momento está su relación con el equipo?

Bueno, todos los matrimonios pasan crisis… Ahora lo que quiero es divertirme y no sufrir o calcular a cuántos puntos estamos del Sevilla o del Granada. Y la verdad es que no estamos en un momento demasiado excitante.

¿Echa de menos el sufrimiento de antaño?

No, porque creo que en muchas épocas hubo unas ganas de sufrir exageradas. Parece que todo lo antiguo fue malo, pero hubo épocas muy buenas. Los años de Kubala, por ejemplo. Luego venía el Madrid y se lo llevaba todo, pero daba gusto ir al campo. Luego vino la era Cruyff… El balance es muy bueno, hemos tenido épocas gloriosas. 

Cuando llegó Kubala al Barça, usted tenía siete años. Y cuando debutó Cruyff, ya había cumplido los 30.

Son amores distintos. Cuando era un niño, Kubala era un superhéroe. De Cruyff supe apreciar su calidad de jugador extraordinario: me acuerdo del día de su estreno, yo estaba en el campo, de pie, hasta el último momento no sabíámos si le iban a dejar jugar o no por un problema con la ficha o algo similar. Y ahora estoy muy contento de vivir la era Messi. Pero tampoco quiero olvidarme de Ronaldinho, Rivaldo; tantos y tantos nombres. Hemos pasado buenos momentos.

"Por donde pisaba Mourinho, no volvía a crecer la hierba"

Todos nacieron fuera, pero triunfaron en Barcelona.

Sí, ocurre también ahora con Messi: es algo muy propio de Catalunya, esa mezcla de genio despistado, que anda por el campo y a veces no celebra los goles… tiene algo de cómic, un personaje como en su día fue Ronaldinho, que gusta a niños y a mayores. 

¿El ‘més que un club’ tiene más sentido que nunca, o al contrario?

Yo creo que el efecto del ‘més que un club’ ha pasado un poco: en su día tuvo sentido porque el Barça fue el refugio de una cierta actitud política, aunque también era discutible porque unas cosas están en un sitio y otras, en otro. A veces se le han atribuido al club asuntos que no le correspondían. Lo que pasa es que yo paso una parte del año en Inglaterra y sigo bastante la Liga inglesa. Es fantástica: me gusta seguirla porque no me siento atado a ningún club por recuerdos de infancia. Allí es frecuente que alguien de Londres sea del Liverpool, por ejemplo. Es muy transversal. Es otra manera de disfrutar del fútbol. Ir al campo es estupendo, la gente se pone la bufanda y se toma sus cervezas, cantan todo el rato y son generosos, les gusta más aplaudir que criticar. No suele haber silbidos y cuando un jugador se enfrenta a un ex equipo le aplauden porque le guardan cariño, parecen decirle ‘gracias por el tiempo que estuviste con nosotros’. 

Es un fútbol más dinámico.

Sí, puedes ver partidos que acaban 4-5 o 6-2. Nunca han perdido el sentido del juego, es como si jugasen en el patio del colegio. No miran más allá del partido que estén jugando, mientras yo ya estoy sufriendo por los tres próximos partidos del Barça.

Pero no se habrá cambiado de equipo…

No, en Inglaterra voy cambiando. Ahora me gusta el Liverpool, por ejemplo. Estoy encantado con Jügen Klopp. Y su pulso con Guardiola es magnífico.

Nada que ver con el duelo Guardiola-Mourinho.

Por donde pasaba Mourinho no volvía a crecer la hierba. Al principio me pareció un personaje divertido, pero luego comprobé que daba mal rollo. Y sus equipos tenían un gran subidón al principio, pero luego todo era tierra quemada. Ahora está muy bien la competencia entre Guardiola y Klopp, que es un tipo expansivo, simpático, que no protesta casi nunca. Guardiola es más serio y más trascendental, pero sigue enamorado del juego y eso es muy interesante.

El Barça, en cambio, no es un equipo demasiado seductor últimamente…

Debido a la promoción del libro me he perdido varios partidos últimamente y casi me ha dado igual. Vuelvo al hotel, veo el resumen y pienso, ‘menos mal que no lo he visto’. Y eso que el fútbol me encanta, nunca he tenido problemas en decirlo, incluso puedo pararme en la calle a ver a unos chavales jugando, si lo hacen bien. Me parece que el fútbol hace la vida más divertida, más agradable  y un poco más igualitaria.