El día que Maradona coronó a Messi

Cuando Messi escuchó a Maradona para mejorar en los tiros libres

Cuando Messi escuchó a Maradona, y su evolución en los tiros libres / Perform

Vero Brunati

Vero Brunati

Diego Armando Maradona quiso un día tener un encuentro privado con Lionel Messi en la ciudad de Rosario (Argentina). El Rey del fútbol quería abrazar a su sucesor. Darle su bendición. No podría abdicar nunca, ya lo habían entronizado como leyenda del fútbol. Pero quería manifestarle en un gesto paternalista que creía en él. Que sin conocerlo ya lo quería y lo admiraba. El Diego que nos dio las alegrías más grandes deseaba que Messi tuviera su suerte: que un día fuera campeón del mundo y querido por su país, que empezaba a descubrirlo. 

Aquel 3 de agosto de 2007 estábamos con el Topo López en Rosario. Habíamos viajado para entrevistar a Lío a su ciudad, él para SPORT, yo para Marca. 

Maradona estaba con el equipo de leyendas de showball y aunque era un encuentro difícil de realizar, pasamos la tarde con Gustavo Pitasi, amigo de Maradona y parte del equipo técnico, rezando que se produzca. 

Nos fuimos a dormir aquella noche sin poder dormir. Esperando que nos llamaran confirmando que Maradona y Messi iban a encontrarse. Imaginando el encuentro. No hablábamos de otra cosa. 

Fue el día siguiente, a la mañana cuando Jorge Messi, en un gesto que nunca olvidaré, nos llamó para avisarnos. 

Esperamos siete horas en la puerta del hotel donde se alojaba el astro con el equipo. Hasta que Diego nos hizo avisar que podíamos ingresar. Bajamos las escaleras con Jorge Messi, Lionel, su sobrino y sus hermanos. Martín Arévalo nos acompañaba y cubría el encuentro para TYC Sports. Y lo que presenciamos fue mágico. Hipnótico. Todavía me estremece la emoción de aquel día. 

El 10 de todos los argentinos poniéndole su camiseta a Messi

Un Maradona cálido, sin afeitarse, en chándal, esperaba al pie de la escalera con los brazos abiertos para Lío. Éramos privilegiados testigos y guardamos silencio para que ni un chasquido rompiera el encanto, como si fuéramos parte de un rito sagrado. “Todos los grandes jugadores son bienvenidos”, dijo para romper el hielo. Y enseguida sentenció: “La Diez le va a quedar justa”. Conteníamos las lágrimas y también la risa nerviosa de la emoción. 

Maradona le hablaba a Messi y a todos los argentinos: “Él (Messi) es el que nos da la esperanza para más adelante ganar cosas con la selección. Mientras él se sienta contento adentro de la cancha, va a divertir a la gente”, dijo. Y agregó: “’Lio’ no tiene techo. Cuando le vengan los campeonatos se hará más fuerte, más hombre y seguramente nos dará muchas satisfacciones”.

Unos meses antes, Messi había marcado un gol calcado al suyo a los Ingleses frente a Getafe. Y Diego lo recordó para sacarle una sonrisa a Lío: “Somos los dos zurdos, los dos ganamos un Mundial juvenil y los dos hicimos un gol con la mano... y no lo vieron, je”. Messi sonreía, y lo incomodaba aquella comparación excesiva. Su sencillez, percibía la incomodidad desmedida que le producía el elogio.  Era el Diez de todos los argentinos poniéndole su camiseta a Messi y abriéndole las puertas a un sueño popular como solo podía hacerlo él, el genio de los Argentinos. Y ese encuentro nos devolvió la esperanza. Y conmovió a la Argentina con una invitación a soñar. Maradona coronó aquel día  al nuevo Messias

Se apagó la cámara, Maradona lo agarró del hombro, se despidió de nosotros y se fue caminando abrazado a Messi para seguir charlando con él a solas. 

Nosotros, corrimos a un locutorio a contar en nuestros diarios que habíamos sido testigos y mientras escribíamos nos pellizcábamos, nos gritábamos. No lo habíamos soñado.