La demorada final de Copa de 1928

Los héroes de 1928. De izquierda a derecha: Sagi, Carulla, Guzmán, Llorens, Samitier, Piera, Arocha, Sastre, Castillo, Mas y Walter

Los héroes de 1928. De izquierda a derecha: Sagi, Carulla, Guzmán, Llorens, Samitier, Piera, Arocha, Sastre, Castillo, Mas y Walter / ARCHIVO

David Salinas

David Salinas

En 1928, salvando las distancias con la actual paralización de las actividades deportivas, la final de Copa entre el FC Barcelona y la Real Sociedad también estuvo largo tiempo en el aire. No se contempló la posibilidad de un repetido empate y, como entonces no se definían partidos por penaltis, el duelo tuvo que posponerse sine die al tener el equipo vasco nueve jugadores convocados para los Juegos Olímpicos de Ámsterdam. No hubo campeón después de 240 minutos de lucha y no lo habría hasta el transcurrir de 38 días…

La final se jugó el 20 de mayo de 1928 en el Santander. El partido (1-1) entró en la historia por acusarse ambos equipos de jugar con “dureza extrema”, aunque el que salió peor parado fue el Barça, que perdió al portero húngaro Ferenc Plattkó por lesión (aunque ganó una oda de Rafael Alberti) y no pudo alinearse en la repetición del martes 22 de mayo. El segundo choque, en el mismo escenario —los campos de Sport de El Sardinero—, volvió a finalizar 1-1 y el partido, como en el primero, se disputó apasionadamente. Ni en uno ni otro la prórroga sirvió para que Barça Real Sociedad entonaran el “alirón”. Otra lucha titánica estéril.

Stop momentáneo

La final, que necesitaba un tercer capítulo y éste apuntaba al jueves 24, quedó suspendida por el cansancio de los jugadores (240 minutos en 48 horas de juego intenso, sin cambios) y el compromiso de la selección olímpica española, que debutaba en Ámsterdam el 30 de mayo contra México y contaba con nueve jugadores de la Real Sociedad y otros equipos (Irún, Athletic, Alavés, Arenas y Osasuna). Conjuntos como el azulgrana no aportaron ningún elemento por ser todos sus integrantes profesionales. El Barça también tenía compromisos en el llamado Torneo de Campeones, por lo que también se contempló la posibilidad de dar por finalizado el torneo en este punto y nombrar dos campeones, pero esta opción tuvo un corto recorrido.

La primera fecha que salió para el segundo desempate fue el 17 de junio, saltando poco después al 24 para dar más tiempo a los olímpicos, que fueron apeados del torneo el 4 de junio tras perder el desempate contra Italia (7-1). Entonces la Real Sociedad, ante el estado físico de sus jugadores, pidió más tiempo para recuperar a sus efectivos del agotamiento y los desplazamientos. La final siguió demorándose y pasó al 29 de junio, festividad de San Pedro.

El Barça no aceptó la fecha, alegando que tenía que viajar a Argentina Uruguay para llevar a cabo una gira y el debut se había fijado para el 4 de agosto en Buenos Aires. El viaje por vía marítima era entonces una odisea y se invertía mucho tiempo. El equipo azulgrana, se dijo, llegó a amenazar con la incomparecencia, lo que causó verdadero pánico en la capital cántabra, donde se estaba trabajando ya en el aumento del aforo del Sardinero. En San Sebastián se leyó el mensaje catalán como una fórmula de “desmotivar” a la afición blanquiazul para que ésta no acudiera en masa a Santander.

Pulso

Si la Real Sociedad ganó el pulso de la fecha, el de otro rifirrafe —los árbitros— se lo apuntó el Barça. El equipo blanquiazul y el azulgrana no se pusieron de acuerdo en el juez de la contienda, por lo que acabó escogiéndose a través de un sorteo. Primero entre los colegios arbitrales de España, excluyendo al guipuzcoano y al catalán y, después, tras la obtención de cinco candidatos, otra lotería el mismo día de partido. El afortunado fue Pablo de Saracho (vizcaíno). Los otros cuatro árbitros (Melcón, Simón,  Escartín y  Adrados) se repartieron las bandas y los “goals” respectivamente.

El Barça, 38 días después del segundo empate a uno, no falló en el tercer asalto y se llevó la final por 3-1, un marcador conseguido en el primer tiempo gracias a SamitierArocha Sastre. El calor y el campo, muy seco, jugaron a favor de los catalanes. El partido registró las expulsiones de Carulla y Mariscal por enzarzarse en una discusión cuando el azulgrana fue a cubrir al meta Llorens después de atajar un disparo realista. Samitier, tras la victoria, mandó un telegrama al alcalde de Barcelona, Darío Rumeu.

"Más peligroso que torear"

El viaje de regreso fue rico en anécdotas. Plattkó, que no jugó por la lesión sufrida en el primer partido, aseguró en Madrid, durante una escala ferroviaria, que “jugar estos encuentros fue algo más peligroso que torear”. El Barça, como recogió la prensa escrita, fue recibido el loor de multitud. Gente en las estaciones, márgenes, calles… Obsequios a doquier: flores, porrones de champagne, pastas y un gran cariño y agradecimiento por llevar el trofeo a tierras catalanas. Una válvula de escape para olvidar, por algunos momentos, la dictadura de Miguel Primo de Rivera.