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Leo Messi, ¿por qué te vas del Barcelona?

Albert Masnou

Albert Masnou

Todo empezó en Liverpool. O al menos todo se torció aún más. Si ya existían puntos de fricción, la derrota en Anfield abrió una herida aún más grande que nadie supo cerrar. Ni el capitán (Leo Messi) ni el entrenador (Ernesto Valverde) ni el presidente (Josep Maria Bartomeu). Uno ya está fuera, el otro ha enviado un burofax para salir y el presidente tiene los días contados. Nadie tuvo una reacción adecuada y el tiempo transcurrido desde entonces solo ha aumentado la dimensión de la explosión que afecta a todos.

Tras esa humillación, el vestuario defendió la continuidad del técnico ante un presidente que ya venía caliente de Roma. “Ese fue mi error”, dice ahora. Leo habló entonces de la culpa “de los jugadores exclusivamente” y quizá Bartomeu tampoco supo leer ese mensaje y comenzar una revolución que, por otro lado, ya quería hacer.

Conciliador por naturaleza, poco amante del choque frontal, el dirigente optó por lo más fácil y, contrariado, claudicó ante las sugerencias del vestuario y continuó con Valverde en el banquillo pero sin voluntad de ceder mucho más, cansado ya del poder aglutinado por un grupo de futbolistas que luego no estaba a la altura en los momentos claves en Europa.

La temporada acabó con una guinda que no sentó bien en el seno de la entidad: la operación de Suárez en un momento en el que se perdía la final de la Copa del Rey pero le permitía estar en la Copa América.

El 'no' fichaje de Neymar

El verano estaba a la vuelta de la esquina y el grupo, Messi en particular, pedía en el mercado de fichajes refuerzos como Neymar para mejorar el plantel y volver a ser competitivos. Sin embargo, el club ya tenía avanzadas las conversaciones con Griezmann, un jugador que gustaba a Valverde.

El club fichó al francés pese a decirle al vestuario, según alguno de ellos, que no irían a por él tras el documental de La Decisión y comentarle que iban a intentar contratar también a Neymar. “No hicieron todo lo posible”, afirman que Neymar le dijo a Leo.

Y Messi se creyó la versión del brasileño y no la del club, cuyos gestores recuerdan incluso un viaje secreto de Bartomeu a París donde se reunió en un hotel con Nasser Al Khelafi. “Se hizo todo lo posible… y más, pero el PSG tiene a un estado detrás. No es un club vendedor”, indican.

El incidente aumentó la desconfianza de Messi con la directiva y en especial con Josep Maria Bartomeu, a quien Leo cada vez se fue creyendo menos sus explicaciones. El contacto entre ambos, lejos de lo que algunos denuncian, ha existido pero las diferencias han ido en aumento con el paso del tiempo.

 El argentino echaba de menos la época en la que Laporta le hacía partícipe de sus decisiones, una sintonía que no encontraba con Bartomeu. Entiende que las sugerencias que le ha hecho llegar nunca eran atendidas. Y esto provocó que Messi dejara de sentirse especial con Bartomeu. Entiende que recibía largas y medias verdades o mentiras que aumentaban la distancia y la desconfianza en su proyecto.

Griezmann, tal y como anunció en exclusiva este periódico, no fue bienvenido por una parte importante del vestuario y el francés, desde el inicio, se ha sentido apartado.

Tuvo gestos que fueron despreciados por el grupo (el video de ‘me quedo’, la celebración del confeti o algunas declaraciones) y, pese a ser fichado como un crack, nunca se sintió importante. Tanto es así que, por ejemplo, en el partido contra el Bayern no fue titular. Dicen que cuando Valverde le preguntó a los capitanes cómo veían la llegada de Griezmann, estos les contestaron con una pregunta: “¿Y dónde le harás jugar?”, a lo que el técnico se quedó sin poder responder y dubitativo durante varios segundos.

MESSI QUERÍA UN BARÇA COMPETITIVO

Messi, que siempre dijo que lo único que necesitaba para acabar su carrera en el Barça era tener un equipo competitivo, acumulaba malas experiencias que le hacían ver que el club no reforzaba el vestuario para, como él dijo, alcanzar para ganar la Champions, que los errores de la secretaría técnica iban en aumento desde la marcha de Neymar y que se gastaba dinero inútilmente, sin incorporar jugadores que realmente aumentaran el potencial del equipo. Messi no compartía la manera de funcionar de la secretaría técnica y la política de fichajes de Bartomeu. Y así lo dejó claro.

La decisión que dinamitó todo

El ruido de fondo iba en aumento. Y llegó el incidente a mitad de curso que dinamitó definitivamente la relación con el presidente. Viendo el poco ímpetu que tenía el equipo en la primera parte de la temporada, el feeling negativo que desprendía porque los partidos le recordaban los del pasado curso con trágico final en Europa, la ductilidad que mostraba Valverde ante las voluntades del vestuario, Bartomeu decidió dar un golpe de volante e intentar dar un paso adelante echando al técnico y contratando a Quique Setién. A Messi no le gustó este cambio por el que tampoco fue consultado.

Quique entró con mal pie en el vestuario. Mientras que Valverde caía bien a casi todos, el cántabro no gustaba a casi ninguno. Sus formas de puertas adentro tampoco gustaban, según cuentan desde el vestuario: “Era faltón”, “irrespetuoso”, “incluso humillante”, “nos enseñaba incluso como controlar una pelota”…  Cuentan incluso que dos de los jugadores más tranquilos como son Riqui Puig y Araujo tuvieron broncas tremendas con Quique. 

No ayudó tampoco los aires de grandeza y ansias de protagonismo de Eder Sarabia, su ayudante, ni la del entrenador de porteros que fue apartado de sus funciones. 

Total, que Messi, Suárez y otros jugadores comenzaron a darles la espalda. Cuentan que de la misma manera que le giraban la cara en un tiempo muerto, en alguna ocasión, sobre todo al final, no acudían a las charlas que daba el técnico antes de los partidos. Ni se excusaron. No acudían y punto.

El pulso del técnico se acrecentó cuando sentó a Suárez en alguna ocasión. Se recuerda una celebración de un gol, que posteriormente fue anulado, en el que el uruguayo se giró en el celebración hacía el banquillo para recriminarle a Quique que no le hubiera sacado de titular. “Era una situación insostenible”, argumenta gente del grupo.

La actitud de Messi y Suárez, de los más beligerantes contra Quique, no tuvo unanimidad en el vestuario donde, según cuentan, muchos giraban la cara para evitar el problema, para evitar conflictos y situaciones incómodas. Marc André Ter Stegen cuentan que fue de los pocos que intentó mediar. Fracasó. En privado, incluso hubo quienes también criticaban a Leo, a Luis y a algún otro jugador por ir a la suya y por ser Messi un capitán que no aglutinaba.

Propuestas de renovaciones

Pese a todo ello, sin embargo, el club se reunió con Luis Suárez para negociar su contrato el 15 de junio. Se entendía que su rendimiento iba a menos pero era un guiño a Luis… y querían que también sirviera de gesto de cara a Leo, cuya tensión con el club iba en aumento. El jugador uruguayo tiene contrato hasta el 2021 con opción a una segunda en el caso de jugar el 60% de los partidos. El club le ofreció un contrato hasta el 2022 pero prorrogateando el pago de dichos salarios de estas dos temporadas. El jugador, que ahora tiene 33 años, no aceptó la oferta y efectuó una contraoferta: Un contrato asegurado hasta 2023. Bartomeu se negó a esta posibilidad.

A Messi, por su parte, también se le planteó la renovación para dos temporadas más, una opción que Leo descartó porque ya veía negro su futuro en el Barcelona. No le veía salida y empezaba a contemplar otras opciones.

En el día a día, el pulso continuaba. Las alineaciones también acabaron siendo otro aspecto de tensión en el vestuario. Y por extensión en el club. A Quique se le exigía que actuara en consecuencia de sus palabras durante la presentación y le pedían que incrementara su apuesta por jóvenes como Riqui Puig o Ansu Fati, quienes aportaban dinamismo al equipo. Sin embargo, Setién admite en privado recibir presiones de los pesos pesados para que jugaran los que atesoraban mayor experiencia. “Y dejar a los niños en el banquillo, que entrarán en el tramo final”. Quique claudicó y se jugaron los partidos claves con los veteranos. Y en este tira y afloja se llegó al tramo final de la temporada con dos fechas claves: Osasuna y Bayern.

Messi ya avanzó su salida

La derrota contra el Osasuna que jugaba con diez supuso la confirmación a Leo de que el camino no era el adecuado. El equipo tiró la Liga. Messi salió ante los medios para lanzar un mensaje catastrofista y comunicar inmediatamente después al Barcelona su voluntad de dejar el club a final de temporada. No trascendió la noticia, pero ya avisó al presidente. Quería irse como fuera. La respuesta del club fue quitarle hierro al asunto y pensar que Leo vivía una de esas etapas que ya pasó en el Barcelona e incluso con la selección. Esos momentos en los que está contra el mundo. Recuerdan que ya le pasó algo parecido con Guardiola o con Luis Enrique. Y que tras el año del Tata Martino y sus problemas con Hacienda, incluso ya comunicó al Barça su voluntad de abandonar el club. Calentones, se pensó. “Ya le pasará”.

En el último partido de Liga, Messi volvió a aparecer públicamente para calmar las aguas y encarar de la mejor manera posible el partido contra el Nápoles. Fue un espejismo porque llegó el batacazo del Bayern que reabrió todas las heridas no cerradas. El presidente dijo basta a lo que consideraba que era darle tanto poder al vestuario que no iba en consonancia con los resultados. La tragedia en Europa era cada vez mayor porque Roma no fue nada comparado con Liverpool y Liverpool no fue nada comparado con Lisboa. El ridículo era histórico. Algo había que hacer. Era el punto y final.

Al margen de la elección de Koeman

Bartomeu pasó de las preferencias que le llegaban del vestuario para fichar a Pochettino o a Lopetegui y optó por Koeman, un técnico que ya en Valencia le tocó lidiar con una situación difícil. Dicen que Leo en esta ocasión también se quedó al margen y no tenía ningún candidato favorito, “que elijan Barto y Abidal, que luego alguno dirá como siempre que lo puse yo” llegó a decir a algún compañero.

Con Ronald, el club se configuró una lista negra en la que había varios de los amigos íntimos del argentino, Suárez y Vidal entre ellos. La ira de Leo contra Bartomeu aumentó aunque desde su entorno más cercano se le dejó un tiempo para que meditara, para que lo reposara. Todo lo que Messi había advertido por activa y por pasiva, en público y en privado, acabó con el burofax del martes, una mala manera de acabar una historia tan repleta de éxitos.

 “Si el problema soy yo, me voy” dirán hoy tanto Bartomeu como Messi en este punto crítico en el que se encuentra el club que llega tras completar su primera temporada en 12 años sin lograr un título. Es el final de una etapa que tanto Leo como el presidente comenzaron al unísono, en 2004. Entonces Messi debutó y Bartomeu entró en una junta directiva que ha vivido ramificaciones y hoy vive sus últimos meses al frente de la entidad. 16 años después se llega al final de una etapa en la que Messi se ha convertido en el mejor jugador de la historia del fútbol y a Bartomeu los números le señalan como el presidente más laureado. Es un mal final para todos.