Carlos Zanón: "Al Barça le falta el 'punch' callejero que ahora tiene el Espanyol"

Carlos Zanón publica de nuevo 'Tarde, mal y nunca' (Salamandra)

Carlos Zanón publica de nuevo 'Tarde, mal y nunca' (Salamandra) / J. Ferrandiz

Javier Giraldo

Javier Giraldo

Aún laten los ecos de la resurrección de Pepe Carvalho (‘Problemas de identidad’) con la que empezó el año, pero el escritor Carlos Zanón nunca para: acaba de rescatar su segunda novela, ‘Tarde, mal y nunca’, escrita en 2009 y editada ahora por Salamandra, una historia de amor, celos, drogas y sangre ambientada en un barrio cualquiera de Barcelona: solo la imaginación del lector decidirá de qué barrio se trata.

-¿Cómo era Carlos Zanón hace diez años?

Son diez años muy locos, en realidad: tengo la sensación de que todo lo que no me pasó en los 30 años anteriores me pasó en esta década. Era una persona a la que le gustaba escribir y que llevaba intentando publicar desde los 20 años. Recuerdo que tenía mucha fuerza de voluntad, lo pienso ahora y no sé ni de dónde la sacaba. Saqué mi primer libro de poemas con 23 años, pero mi primera novela no la publiqué hasta los 42. Estuve 20 años intentando publicar una novela, enviándola a concursos... y nadie me hacía ni caso. Tenía tres novelas en el cajón y no había perdido la fe. Me gustaba leer y escribir y buscaba mi propia voz.

 -Empezó estudiando Periodismo pero lo dejó para matricularse en Derecho… ¿por amor?

Me matriculé en Periodismo porque lo que me gustaba era escribir, pero conocí una chica que hacía Derecho y me cambié. ¡Menos mal que no estudiaba Matemáticas o Ingeniería Industrial! Derecho es una carrera aburrida si no tienes vocación, aunque ejercer es más divertido que estudiar. Lo bueno que tiene ejercer de abogado es que eres autónomo y por lo tanto, tienes más libertad de horarios y puedes disponer de tu tiempo. 

-De abogado a escritor.

Sí, estuve  muchos años ejerciendo como abogado, hasta hace relativamente poco lo compaginaba con la escritura. Al principio trabajaba para otro abogado y luego, con otros compañeros, montamos un despacho. Creo que escribiría distinto si no hubiera tenido acceso a determinados mundos gracias a la abogacía.

-¿No fue una decisión muy arriesgada?

 Escribir siempre había sido mi sueño y llega un momento en el que entras en una especie de colapso. No puedes dedicarle el tiempo necesario y decidí hacer lo que siempre me había gustado. Antes tenía la tabla de salvación de pensar que si me iba mal como escritor, siempre podría volver al despacho de abogado, ahora ya no. Pero era inevitable tomar esa decisión. Fue hace ya cuatro años. No fue una frivolidad, sino un cambio de profesión.

-‘Tarde, mal y nunca’ recibió el premio Brigada 21 como novela negra, aunque no es una novela negra convencional.

Cuando la escribí nunca tuve la sensación de que estaba escribiendo una novela negra. Más tarde, una serie de periodistas empezaron a hablar de que era una novela negra, aunque yo tenía la idea de que deben aparecer detectives, investigación y todas esas cosas, pero es cierto que en la novela negra caben muchos subtemas. Yo intenté hacer una novela de barrio, políticamente incorrecta, huyendo tanto del racismo como del buenismo. Quise hacer una foto fija de lo que veía en mi barrio, una historia de amor loca y desordenada, y contar cómo la emigración se estaba relacionando con la gente de menos recursos y empezaba a formar un grupo de gente que se había quedado detrás de las murallas.

 -Un barrio sin nombre.

No quise poner nombre a las calles. Todo el mundo cree que habla del Raval, pero yo tenía en mente algunos locales de Hostafrancs, por ejemplo, porque un amigo mío vivía por allí. Y mi barrio de toda la vida es el Guinardó. Nací allí y mis padres siguen viviendo allí. 

-¿Barcelona es un buen escenario para la novela negra?

No soy un escritor enamorado de Barcelona. Tengo una relación como de familia, como te puedes llevar con un hermano, a veces muy bien y a veces muy mal. Creo que hay algunos escritores que tienen una relación demasiado cursi con la ciudad. Yo prefiero quedarme con los lugares un poco más hostiles, los que te definen y te impiden ser otra cosa. Pero es difícil saber por qué una ciudad es un buen escenario para las novelas. Por qué Nueva York sí y Boston no, por ejemplo. Barcelona es la capital del libro desde hace muchos siglos y tiene una gran industria librera. El ‘boom’ hispanoamericano acaba en Barcelona porque es más barato que París, se habla español y estaba Carmen Balcells. Eso genera escritores y le da un aspecto de oficio, de artesanía. Además es una ciudad portuaria, como Marsella, con dos culturas, en cierta manera fronteriza, y nunca ha tenido poder efectivo, nunca ha sido capital de un imperio. Ha sido una ciudad derrotada. Todas las guerras las hemos perdido. 

-¿Y eso se filtra en la manera de ser de la gente?

Es algo que se nota incluso en la historia del Barça: hasta que viene Cruyff se vivía en la cultura del sufrimiento. Es la mentalidad derrotista de la propia ciudad. Y todo eso engancha muy bien con la novela negra porque son historias de perdedores, de gente que siempre elige mal. Barcelona tenía un relato victimista que con el tiempo cambió: aprendimos a ganar y probablemente nos pasamos de rosca, nos lo creímos y nos convertimos en una especie de nuevos ricos. Hemos pasado de creernos peor de lo que éramos a creernos mejor de lo que somos.

-En la contraportada de ‘Tarde, mal y nunca’ se le nombra heredero de Juan Marsé y de Manuel Vázquez Montalbán.

Son trajes que me vienen grande, evidentemente. De Vázquez Montalbán supongo que se dice por mi atrevimiento con Pepe Carvalho, pero me veo más deudor de Juan Marsé o de Francisco Casavella. Marsé define la mirada de los barrios hacia Barcelona: es un escritor íntegro y tiene tres o cuatro libros absolutamente fascinantes. Uno reconoce su herencia porque si no, escribiría distinto. Me pasa con Marsé, con Mendoza y con Casavella. Si no los hubiera leído, yo no escribiría así.

 -Para escribir un libro como 'Tarde, mal y nunca', ¿hay que sumergirse en el barrio? ¿O es suficiente con la imaginación?

Es necesario haber conocido a gente así, pero tampoco es necesario vivir exactamente como los personajes de la novela. Te guías por la intuición y por el olfato. Tienes que tener una cierta psicología de por qué la gente hace las cosas. Todo el mundo tiene sus razones para hacer lo que hace: tú no tienes que juzgar, sino tratar de entender. Eso te permite que los personajes sean verosímiles. Luego están los detalles. Yo he vivido en un barrio de clase media-baja toda mi vida y hay cosas que uno ya sabe: si tú heredas la ropa de tu hermano mayor o de tu primo y luego vas a un sitio con gente bien vestida, te sientes agobiado; eso es difícil que lo expliques si no lo has vivido.

 -A medida que avanza la novela, el lector se encariña con unos personajes y le va cogiendo manía a otros. 

En las novelas de este tipo los personajes son ambiguos. Los buenos no son tan buenos y el malo no es tan malo. Hay que saber jugar con esa ambigüedad. La novela negra es el terreno de la ambigüedad moral. Siempre hay dilemas morales. Humphrey Bogart tiene el dilema de entregar a su amante: si no la entrega comete un delito y si la entrega, es un canalla. 

-¿Cómo encaja el fútbol –o el deporte en general- en la vida de un escritor?

Me gustan varios deportes: fútbol, balonmano, baloncesto, tenis. Y cuando era un crío, jugar al fútbol era lo más divertido del mundo. Es el deporte de la niñez. El fútbol es como la vida porque a diferencia de otros deportes, en el fútbol puede pasar cualquier cosa.

-¿Y el Barça?

Hay épocas en las que me interesa más o menos. Para mí, un punto de inflexión fue la final de la Copa de Europa en Sevilla, en 1986. Yo tenía 20 años. Aquello fue como ir a Vietnam. ¡Volví con estrés postraumático, estuve dos años sin querer ver una pelota! Pensé, ‘mejor me dedico a ver otras cosas’. 

-¿Su ídolo de infancia fue Cruyff?

Yo tenía siete años cuando llegó al Barça. Cruyff era fascinante, pero yo también era muy fan  de Neeskens. Tenía un poster enorme de él en la habitación. Cruyff era el genio y Neeskens era el tipo noble y luchador. Y además los dos tenían el pelo largo y eran guapos, era todo muy pop en un país de gente fea y con el pelo corto. Luego, ya de mayor, reconozco que Ronaldinho me fascinó. Lo cambió todo y recuperó la alegría del juego.

-¿Se atrevería a escribir una novela sobre el Barça?

Hay una historia que me parece muy potente, la de un personaje muy interesante y novelesco, Canito. Tiene una novela muy potente. Me gustaría poder escribir algo sobre él. No una biografía tal cual, sino algo relacionado con su historia. Cuentan cosas alucinantes sobre él. ¡Jugaba en el Barça pero con la camiseta del Espanyol por debajo!

-¿Un club que presume de ser ‘més que un club’ debería tener un relato literario más arraigado?  

Creo que al Barça le falta volver a la calle, ser un poco más callejero y de barrio. No quiero parecer un abuelo cebolleta, pero cuando yo era un crío, el Barça era un factor de integración; venía cualquier chaval de Galicia o de Murcia, se hacía del Barça y ya era de los tuyos. Al Barça le falta ese ‘punch’ callejero que el Espanyol, en cambio, sí que está consiguiendo. El Espanyol tiene un equipo más de casa. El Barça debería salir más a la calle y acercarse a los barrios.

-Pero en la historia del club ha habido personajes muy interesantes.

Sí, el Barça tiene muchas cosas muy buenas. Es un club muy familiar, por ejemplo. Pero la falta la rabia y la épica que tienen algunos clubes ingleses: allí sí que hay una novela muy obrera. El Barça es un club un poco señorito, con personajes como Núñez y Navarro, Laporta… Me hubiera gustado tener en el Barça a alguien como Manolo Preciado, creo que era un personaje muy potente. Me recuerda a esa canción de Lou Reed, ‘Coney Island Baby’, en la que dice que él jugaba al fútbol (americano, en su caso) por su entrenador, ‘yo me parto la cara por él porque le creo’. Cruyff también fue un personaje muy interesante: era un superdotado, comunicaba tan rápido que a veces no sabía ni explicarse. Tendría una novela muy marciana. Ahora, en cambio, los jugadores se tapan la boca para hablar…