Historia SPORT
El Barça, la viva imagen de la impotencia
Faltaba poco más de media hora para empezar el partido cuando se abrieron las puertas del Ramón de Carranza para la prensa escrita: dos enviados especiales, entre ellos SPORT, y cuatro medios locales. A lo lejos, se escuchaban unos gritos. Consignas claras y directas.
Era Álvaro Cervera, el entrenador del Cádiz que había reunido a sus jugadores en los pasillos interiores del estadio y sentado en una silla junto a un mural publicitario de un patrocinador de fruta fresca y una improvisada pizarra, daba las últimas instrucciones.
El Cádiz, un recién ascendido, pelea con lo que tiene y le saca el máximo provecho a una plantilla, por calidad, a años luz de la del Barça. Pero sobre el césped, quien se resignó a su suerte fue el conjunto de Ronald Koeman.
Ahora que la pandemia ha dejado lamentablemente los campos sin público, escuchar desde la tribuna de prensa lo que sucede en el verde es sintomático. Hace unas semanas, en Vitoria, al Barça le ocurrió algo parecido. El Alavés se le atragantó a un equipo que sudó para golpear la muralla rival y al menos rescatar un punto.
Los gritos de Piqué, maldiciendo si se producía algún error pero también insuflando ánimos, resonaban por Mendizorroza. El único. El central está lesionado y el sábado los únicos gritos procedían del rival. Álvaro se desgañitaba en el banquillo y un exazulgrana con un tesón que muchos ya quisieran, el peculiar Fali, pegaba unos alaridos que rasgaban la noche gaditana.
Y eso que el que necesitaba activarse y remontar era el Barça. Da la impresión que el equipo encaja muy mal los golpes, que necesita del período de descanso y de cambios para mostrar otra cara y, si como sucede en el Carranza, vuelven a asestarle otro KO, ya no se levanta. Los de Koeman buscan el camino del gol desde el academicismo, sin rebelarse ante su situación. Sin gritos. Sin alma.
Cabezas al suelo
Ya no es solo un jugador o dos. Muchas miradas perdidas, la cabeza al suelo. Las caras de los futbolistas tras caer en Cádiz y tirar prácticamente la Liga fueron un poema. Lógico. Directos al vestuario, reaccionando mecánicamente al saludo de los jugadores locales. Ni siquiera se perciben ya reproches sobre el terreno de juego, que no es lo más edificante, pero al menos, daría la sensación de equipo vivo que pelea por cambiar su suerte.
Al Barça se le escapa la Liga cuando apenas hemos entrado en diciembre y técnico y jugadores parece que ya lo tienen asimilado en sus cabezas. Son tiempos extraños y más en un club que paga en el verde la crisis institucional. Los jóvenes no tienen galones y los más veteranos, unos por carácter otros por hastío, tampoco están agarrando el timón. Nadie suelta la rabia y da un puñetazo sobre la mesa. El sábado, en tierra de Carnavales y alegría, el Barça se apagó un poco más.
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