El Barça sigue remando pero pierde brillo

El Barça manda con lo justo al Espanyol a Segunda

Dídac Peyret

Dídac Peyret

Era la gran pregunta que dejó el encuentro en Villarreal: ¿La actuación del Barça, la mejor desde la reanudación, suponía el comienzo de algo? El nivel de juego. La versión de Griezmann. El sistema con rombo. Todas las buenas noticias fueron interpretadas como un punto de partida para pensar en la Champions con otro estado de ánimo.

Pero ayer, y tras apenas 40 minutos de juego, el culé ya miraba el banquillo buscando a Ansu Fati. Su desequilibrio, el que le faltaba al Barça, porque Rufete había hecho los deberes. 

El que le faltaba al partido porque el Espanyol se aplicó en abortar los pasillos interiores, en negarle espacios a Griezmann y Messi. En dar carta blanca a Semedo. Y en atacar la espalda del Barça a la contra. En ocasiones con más peligro incluso que el Barça.

Ya había avisado Setién un día antes: “Salió muy bien porque marcamos y hubo la fluidez que nos faltó en otros partidos para encontrar a estos jugadores por dentro. Pero las cosas no salen porque sí de repente, porque hagas un cambio táctico. Otros equipos se cerrarán más y será más complicado”. 

Y así fue: el Barça no tuvo la fluidez de Villarreal. Sergi Roberto fue otro. Messi pareció más terrenal. Y Griezmann no estuvo tocado por una varita. Así que volvió el ritmo plomizo. Otra vez ese ritmo de equipo cansado de sí mismo. Sin intensidad.

La puesta en escena del Camp Nou resultaba sorprendente, porque el encuentro había sido anunciado con el cartel de dramático

Dramático porque el Espanyol estaba con un pie y medio en Segunda. Dramático porque el Barça se jugaba no despedirse del campeonato. Pero la importancia del encuentro no se palpó hasta la segunda mitad. Una segunda parte que comenzó con bronca.

Con un lío en cada equipo. Con un Ansu que no supo medir sus ganas en un balón dividido y duró cuatro minutos en el campo VAR mediante. Una acción temeraria como la de Pol Lozano, expulsado (con la intervención del videoarbitraje) por una entrada feísima a Piqué. 

Cuatro minutos estuvo el Espanyol con un jugador más en el campo. Y lo aprovechó el Barça para, con el partido 10 contra 10, marcar el primero. Lo logró Suárez en uno de esos días donde juega dos partidos. El del remate y el del juego.

El primero lo aprobó con un remate certero, clave, en definitiva para que los azulgrana lograron los tres puntos y condenaran al Espanyol a Segunda. 

No necesitó más un Barça pragmático. Lo costó tanto encontrar el primer gol que una vez lo logró se aplicó en desgastar al Espanyol a base de rondos sin chicha. Un suplicio para el espectador.

Un final cruel para el Espanyol. La imagen de los jugadores pericos era la de un grupo haciendo un último esfuerzo, a pesar de saberse muertos.

Un arrebato de amor propio para negarle al gran rival el gusto de enviarlos en el Camp Nou a Segunda. No lo lograron en un día duro para el Espanyol. Porque no por esperado duele menos este desenlace.

Ganó el Barça. Y sigue aferrado a las matemáticas para pelearle LaLiga al Madrid. Pero hoy lo de Villarreal parece más un espejismo que el comienzo de algo importante