Una pretemporada muy atípica

El 2020 entró en el caos el pasado mes de marzo, cuando el Covid-19 provocó una pandemia que lo puso todo del revés. Desde entonces, nada es igual que antes. Tampoco el fútbol, que trata de adaptarse a la nueva realidad con el objetivo prioritario de minimizar los daños. Y por daños, obviamente, se entiende evitar al máximo que se produzcan pérdidas económicas que pongan en riesgo el negocio montado alrededor del balón.

KILÓMETRO CERO

El Barça, cuya economía ya atravesaba un momento delicado, debe lidiar ahora con los problemas derivados de la crisis sanitaria. Se acabaron, hasta nueva orden, las giras por Estados Unidos o Japón. Ni siquiera se ha valorado la opción de, como era habitual décadas atrás, con Johan Cruyff al mando, realizar un stage de pretemporada en Holanda o, no hace tanto, en Londres, donde el equipo entrenado entonces por Luis Enrique pasó unos días concentrado en julio de 2014. La realidad manda y el Barça debe conformarse con trabajar en la Ciutat Esportiva y jugar amistosos de kilómetro cero, como el que vivirá el Estadi Johan Cruyff el sábado ante el Nàstic o el 16 de septiembre ante el Girona.

REGRESO POR FASES

Koeman no solo debe gestionar una plantilla que no será definitiva hasta el cierre del mercado (algo, por otro lado, habitual), sino que también se ha visto obligado a planificar por fases el regreso de sus futbolistas. Algunos llegaron muy pronto, como Trincao, Pedri y los cedidos. Otros tuvieron que atender compromisos internacionales. Además, el protocolo impuesto por LaLiga a causa del coronavirus es un problema añadido en el día a día del técnico holandés. Pjanic, que ha llegado quince días más tarde de lo previsto, es una prueba de ello. La buena noticia es que, tras disputar la Champions, los blaugrana empezarán LaLiga a partir de la tercera jornada, lo que permite a Koeman ganar tiempo para analizar al detalle la materia prima y, sobre todo, trasladar su idea de juego a los futbolistas.